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20 de marzo de 2014

Tres inhalaciones, de Luis Miguel Rabanal


Próximamente aparecerá en la colección "Helado de mamey" de Armargord, "Tres inhalaciones" de Luis Miguel Rabanal. Aquí, un poema de la parte central del libro:

GOTTFRIED BENN SE SACA UN POEMA DE LA MANGA


sin nadie a quien hablar y sin mujeres
G. B

El atardecer es un sarpullido increíble
cuando más despacio pasan los trenes.
Nadie va a preguntarme hoy
la hora tampoco, se dice el extranjero.

Las muchachas bullen con cintas en llamas.
El mago está cerca: busca en su fardel
la arrogancia y el tubo de aceite
para impedir la vida sin misericordia ninguna.
El mago se agacha a sonreírle
al tullido.

Donde la vejez se hace llamar
por la voz frugal que clarifica la tarde
allí acecha el trajín y la sombra el hombre
siniestro, sacude sus pies, está solo.
Es verdad que se humedece la tierra
y las algarabías del tiempo no son sino hilos
que trunca con sus dientes manchados
el pequeño canalla.


2 de octubre de 2013

A la que falta, de Luis Miguel Rabanal



 En su rostro deshecho por el olvido y el barro los resentimientos se apuran y bromea el insulso. Porfía la bondad en distraer con malicia las manos atadas y acaecen tristezas, se cuelgan de tu garganta el corazón y las perlas del vil. Caminos sin ti, caminos vacíos que alguien transita desde el espesor pero que casi nadie percibe. Pájaros negros y blancos aguardan que la salud o la fortuna o la nieve retornen. Ya no miro en tus ojos esa distancia subrepticia, ruin e insalvable.

 (C) Luis Miguel Rabanal
A la que falta
Origami, 2013
Página 34


28 de febrero de 2013

Manhattan Club, de Luis Miguel Rabanal



MANHATTAN CLUB

Esa puerta angosta que se abre de súbito y enseña
a la noche la ropa más íntima de B. hace feliz a quien la ama.
Desde su mostrador el muchacho delata el cuerpo que es hermoso
y decide anotar su enjundia ahora, entre trago y trago de martinis
con un temblor de no prometido placer en sus labios yermos,
entre los libros de abreviar la vida y los ojos que le nublan
sus necias palabras de alcohólico anónimo.
Solamente eso es el amor:
Ben Webster y la mujer que con fatalidad lo ha mirado.
«El tiempo inmóvil, y yo aquí expuesta a la contemplación
como un juguete rosa, con alas y manos que recorren
las estrías de mi vientre y después deben decirme
que mis actos son bellos en sí, consuelo de truhanes
que me masturbarán más tarde en una esquina de la noche».
Quiere componer su estatura envuelta en pliegues de mentira,
lo mismo que hacen los embalsamadores, música sagrada
en sus ingles y mucho silencio
cuando en medio de sus muslos se adivina la promesa
de haberse postergado el mundo, y él contra su abrazo.
Únicamente eso es amor: las apagadas luces y una mujer
que llora inmensamente su soledad besándose ella sola,
buscándole algún parecido a la muerte con su harta delicia.
«Afuera hay cien mil coches en llamas y las horas
transcurren porque yo así lo deseo, porque mi carne
es dulce y mi coño de suaves orillas, como todo lo que arde,
es tierno y profundo.
Alegre matador, ven a tomarme si te atreves».
Esa puerta que se abre y penetran calimas.
Y alguien ya tose.



(C) Luis Miguel Rabanal
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi

3 de diciembre de 2012

Aguzos, de Luis Miguel Rabanal



Hay días funestos que nos tiran del pelo
y nos hablan al oído con murmullos soeces,
es cuando cauterizan mejor las heridas.
Conviene estar solo
para acallar estas lenguas, nos apuran a
padecer como demonios sin pronunciar
bien nuestro nombre, nos echan de la sala
como tantos amigos.
Así la flaqueza estira más nuestra piel
y nos ata las manos, quisiste
presenciar de cerca el horror.
Dicen que quema, dicen que el pasado
se asusta contigo y comienza a dar vueltas
el mal de la asfixia,
o sea, el del cuerpo que tuvimos.
Yo puedo discernir esa historia,
asumir la ignominia y callar.
En cambio tú, hombre de pacotilla
y tristezas, retuerces tus sentidos y te haces
preguntas, preguntas como sales de fruta.
Porque para la soledad,
para la intemperie que dibujan para ti
los niños que devuelven sangre y espuma
en este preciso momento
no hay palabras que descifren tu vida.
Has vuelto a mirar.
En Olleir la memoria se agría, esperas
a que ella tienda la sábana más blanca
con los dedos cortados de tu madre, notas
que no está.
A lo mejor nos engañamos
al creer que fuimos un poquitín calamitosos,
hay días dulces para ese regreso.


(C) Luis Miguel Rabanal
Música para torpes

7 de junio de 2012

Tres inhalaciones: Lectura de poemas de Luis Miguel Rabanal


24 de mayo de 2012

Música para torpes, de Luis Miguel Rabanal



Luis Miguel Rabanal con esta Música para torpes nos pone en las manos un martillo y un cincel para golpear la realidad sin misericordia y esculpir y desbastar su sentido último.
Versos desde el límite que no nos dejan descansar, que nos ponen contra las cuerdas de las verdades que nos arrasan y que, sin nada de preámbulos, como el título del poema inicial, nos urgen a sangrar de las heridas que habíamos olvidado ya.
La existencia se abre paso a través de la palabra de Rabanal para dibujarnos en ella como seres de conciencia a merced de la conciencia: imposible detener la fatalidad pero posible increparla y ponerla a ella también contra sus propias y terribles, inmisericordes cuerdas. (María García Esperón)

OTRA INGRATITUD


Además no lograrías hacerle frente
a la adversidad, masticar el bistec 
para ella y que suspire.
Que ya va siendo hora de recuperar el amor
con palillos, que a veces me suceden
oscuras maravillas que más vale 
no escuchar, que a veces al que tú sabes
no le quedan más escrúpulos 
que desvestirse y al final calderos 
de agua fría por si acaso.
Pero tú no estás, o no te has atrevido 
a representar con pena, 
ante quien corresponda, esa manía 
tan breve y tan secreta de tocar tus labios
para sellar allí diversas proporciones
de deseo.Nadie va a correr en tu defensa,
nadie hoy se acostará a tu lado,
igual que nos traen a la mente caricias
heladas que no dimos.
Y eso porque alguien se consagra
a lavar tus ojos con cautela y a retirar
tus heces sin discreción ninguna,
no quieres nombrar la rabia inmensa
de los días cuando aplazas el ronroneo
que la casa te rinde con hastío.
Pero tú no estás,
no has regresado del terrible esplendor
que dura entre tus manos como un contagio
azul, ni siquiera lo oyes cuando crees dormir
y tu carne se pudre con mágica tibieza.
Pobre estúpido, que del laberinto
atesoras los peores excesos.


(C) Luis Miguel Rabanal

Música para torpes.
Luis Miguel Rabanal
Baile de Sol Ediciones
Tenerife, 2012



6 de diciembre de 2011

Cerca de mí, de Luis Miguel Rabanal, en su voz


XVI

Cerca de mí, la afonía del cuarto.
Exclusivamente la voz que dicta los poemas
y más tarde los destruye.

A mi espalda los libros, la media luz de quien observa
a veces sin querer, de quien me quiere.

Solos yo y esta silla boba y el frío que recorre
los miembros con cautela y un poquitín de dolor.
El engaño en apariencia se entumece, se deslíe.
Quiero apuntar aquí los actos improbables,
la temeridad del que no espera nada.


22 de noviembre de 2011

La Casa Vieja I, de Luis Miguel Rabanal



La melancolía sube todavía la escalera de la casa, se extiende
en comprender el murmullo irremediable del caos, se aparta
para siempre de ti de un solo abrazo, se disgusta por nada,
hasta es feroz. Quien quiera que fuese el extranjero, aquel
joven personaje que vivía sin del todo vivir, tan a sus anchas
que aún sonroja su ausencia, hoy se hace arduo equivocarlo en
una siesta que no te pertenece. Miserables, nosotros, que
sufrimos a voces la calamidad y el desánimo. Y después vienen
tormentas a entorpecer la noche, cuando uno se cree
desesperado o mudo, y pasan mujeres sin medias a tu lado y las
palabras se borran.


10 de noviembre de 2011

Poema para leer en voz muy baja, de Luis Miguel Rabanal


El desamparo era un mastín que ladraba
siempre a las tres de la tarde.
No sabía aún el viajero
de la tenacidad de ciertas ortigas
que pudren las manos después del amor.
Los faroles hablan de un tiempo
que ocurrió sin más intervalo,
de escobas ardiendo en Montecorral
como un suspiro en las piérgulas de antes.
Algo pasaría en ese paraje ignoto
que ahora se cumple.
Los afiladores traen la muerte
en sus coderas de badana, los niños
ni siquiera se asoman al sol de marzo.
El viajero eres tú
y la desolación escucha tus latidos.
No, no debes volver.


(C) Luis Miguel Rabanal
Voz. María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

5 de noviembre de 2011

La fiebre oscura y el dolor, de Luis Miguel Rabanal


La fiebre oscura y el dolor,
las bellas palabras de los otros
dispuestas y solemnes
sobre la colcha ardiendo.
Nada ha sucedido, la enfermera
le da a beber sin más su agua.
Ella es pertinaz y distinta.
Como la memoria.
El sueño que se entrega
después de mucho convocarlo,
el peligro en la casa
que habitó con ellos y sin ellos,
la edad no cierta
del que escucha.

C) Luis Miguel Rabanal
Mortajas
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

27 de octubre de 2011

Alguien lo ha visto maldecir, de Luis Miguel Rabanal


Alguien lo ha visto maldecir
sin ninguna paciencia.
Se querría arrancar los cabellos,
abrió sus ojos
igual que el aparecido.
Se conoce que prefirió perderse
las fechas soportables
cuando más atraviesan el corazón
con su mesura.
El dulce cortejo de la dicha.
La boca que enmudece ahora
sin cesar.
-Si pudiera contarlo.


(C) Luis Miguel Rabanal
Mortajas
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

26 de octubre de 2011

Por qué no estarás aquí, de Luis Miguel Rabanal


POR QUÉ no estarás aquí ahora que te nombro de una forma casi que me duele, pues tantas veces nos besamos la niñez pretendiendo desórdenes tan sólo en el deambular secreto de bocas y distancias, pero, amor mío, tu nombre se oculta en las mañanas de fiebre, en las cinturas que tan bien olieron si venías de tus mejores regresos, porque la edad de las memorias se sustenta en un lugar que apenas recordamos, te vi tan niña aquella primera tarde que me dije que sobraba entonces, después te hablaba de mi historia grotesca, te encendía los ojos con hogueras frías en las sienes,

y me acostumbré a encontrarte levemente y una tarde te besé los labios porque me iba, porque me aferro a tus alturas sabiéndome cercano a algo que comienza o porque sin ti el amor no tiene surcos de dulzura ni flores en las manos ni viajes a los pechos, parecías moviéndote incansable por la casa una aparición soñada que aprendía cada poco su universo rubio, y te llamaba amor y me callabas tu mínimo orgullo de estaciones de nata, así se nos iba todo el tiempo en asaltarnos las miradas como si también nosotros fuéramos amargos y lujurias y canales que se tienden en la noche para en ella mejor descomponerse,


(C) Luis Miguel Rabanal
Rená, a solas con nosotros.
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

25 de octubre de 2011

Para que nadie nos ocupe, de Luis Miguel Rabanal


PARA que nadie nos ocupe, ni nos rompa en los delirios

de un amanecer como de gaviota solitaria, ni nos sepa

cargados de manzanas, deseos o sillas,

para que ningún tiempo altere nuestras bocas

de azul tendido, para que nadie celebre un adiós como nosotros.

Para los amantes ridículos que vencen cotidianos

otras máscaras de aroma detenido, los rostros más diversos

en la altura, los pequeños asaltantes olvidados

de la voz, los brazos a llevar en días de humo

o de escarcha, los días húmedos en las nuevas cavidades.

Tanta muerte en los paseos, ojos dorados en el porqué

de los instantes, si nada se acerca a los labios de espuma,

si nada perdura como este amor de gratas

ocasiones, como venir cansados en las vistas, si nada lleva

tu calor atravesado en el pecho, en las flores sagradas del camino.

Para que nadie sobreentienda los nombres

atribuidos a los objetos necesarios: esto sería una mujer

que amo lentamente, esto un esmalte con su cara asomando

de vértigos y alardes, aquello pudo ser un irse,

Obdulia o nada o Diane Keaton, esto es la palabra que siempre nos precede.

Para todos los naufragios este día gemido desde tarde,

para los niños asombrados en los portales rigurosos de los sueños,

para ti mis crecimientos predilectos, para ti nuestros rituales

con el agua en los tobillos

para que nadie nos prevenga de los besos y alcoholes del verano.


(C) Luis Miguel Rabanal
Cuaderno de junio
Voz: María García Esperón
Música: Chris Spheeris
MMXI

24 de octubre de 2011

Nadie más apropiado que él, de Luis Miguel Rabanal


Nadie más apropiado que él
para expresarlo.
Se le nota en el rostro la luz
del augurio, la negra luz
que ocupaba el Valle Barreras
en otoño después del amor.
Próximo a las malezas un hombre
fuma su último ducados,
cree haber sido feliz
lo mismo que un muchacho lúgubre.
Nadie como él para contar la derrota
que surge de ese pozo,
el dolor que hinca sus uñas sucias
en la carne y acarrea la desnudez
de la tarde
hasta arrobarse a solas.
Ha visto trasgos,
se le han secado en los labios besos,
compone con su voz el apodo absoluto.
No pretende solapar la evidencia
y rebosa de espuma su boca.

Como el que apresuró sin querer
la vida de los demás
mordiendo con saña su desvelo,
la humillación que argüir a esta hora.
Detrás de la capilla besaba
a las mujeres que apenas se oponen
y daba tanto gusto no ser generoso,
no debes volver, le dice.
Incrusta en sus párpados un espino
muy dulce, arranca de su cuerpo
su oscura monodia.
Nadie te recuerda.


(C) Luis Miguel Rabanal
Lugares
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

23 de octubre de 2011

Desde lejos la noche, de Luis Miguel Rabanal


Desde lejos la noche
interminable y la certeza
de que ahora ha terminado.
Desde lejos la peligrosa luz
del no reconocerse.
También tú te has atrevido
a vislumbrar al borde de su lecho
la monstruosa nada.
Pensaste ver las sombras acechar,
las calles en penumbra
y la nieve, con su abrazo
nombraban la dicha.
Desde lejos te alcanzará el aullido.
Quieres mirarte en ellos,
en su carne y su perfume,
por última vez


(C) Luis Miguel Rabanal
Mortajas
Voz: María García Esperón
Música: Einaudi
MMXI

22 de octubre de 2011

Sobre Montecorral la lluvia, de Luis Miguel Rabanal


Sobre Montecorral la lluvia
aún no se reconoce,
los cuerpos ya marcharon
a maravillarse con otros cuerpos
únicos y tú tendrás que volver
algún día, con sigilo o con alguna
incertidumbre malsana,
como extranjero atribulado
por el dolor y la niebla,
a desenmascarar y a besar
su rostro.
Quienquiera que sea el atrevido
que cruce sus dedos ahora
como perpetraba en la niñez,
para vivir tan deprisa
de modo que el pájaro verderín
no lo sepa.
Observa bien sus manos,
no son las de aquel tiempo triste.

Sobre Montecorral las brasas
y sobre su cuerpo frío líquenes,
son hábitos con que acercarse
al derramado pudor de entonces,
al deseo que hoy se cansa de clamar
y clamar como el loco que huye
del sutil sacrificio.
Muchachas tendidas sin ropa
y ofreciendo su carne sublime
al que pasa apurado, al que llega
de la ciudad muy lejana.
Deberías ser tú, el extraño
que enfermó con ella sin querer,
quien desde los desnevios
reproduzca el infortunio con saliva.
A fin de cuentas, el más espeluznante.



(C) Luis Miguel Rabanal
Lugares
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI

21 de octubre de 2011

Yo tuve mi cuerpo encadenado una vez, de Luis Miguel Rabanal


I

Yo tuve mi cuerpo encadenado una vez

a la probabilidad de ser angosto,

escasamente enumerable y oportuno, fui de súbito

alguien que responde a las preguntas más brutales

con el recuerdo de los días dulces, esos que acontecen

lo mismo que un fulgor nos quemará en la boca.

Pensaba en las palabras asombradas

que el atardecer hacía huir con su chaqueta beige

y bajo los árboles crecía un musgo amarillento y triste,

una forma más de la pereza,

el cisne muerto de ojos devastados.

Yo siempre creí en mi propia desolación

y habitaba un mundo descompuesto, mostrándome

su sangre o su miseria y construyendo con mis manos

todavía páginas sin rencor repletas de ternura,

pero lo que fue entonces veredicto horroroso

de las noches casi bárbaras

hoy ya ha sido disuelto en el vodka taciturno

de ciertas muchachas amigas de su placer si pasa.

A menudo me digo que enfermar es hermoso.

Quiero ahora encontrar la senda que borró la bruma

de todos los lugares que amaba, el amor

hecho de pie detrás de las casonas como un susto

y al aproximarse a mí su rostro el humo lo desplazaba

a la soledad,

al desmayo de saberse ya empedernido y roto.

Mis brazos también buscaban la saciedad

para vencer las ansias de vivir al margen de la vida,

y crecí dentro de ese engaño.


(C) Luis Miguel Rabanal
Cáncer de invierno
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI

20 de octubre de 2011

La niñez que ignoras, de Luis Miguel Rabanal


Di que las eras de Riello
cubrían tu niñez de colores
posibles, de pelotas de goma
con que triunfar una tarde
de sol.
Di que perdiste en su seno
los años execrables, los años
que no cesan jamás de narrar
su exacta lejanía,
que ganaste amargura.
Di que sí, que el tiempo
reconoció tu otro cuerpo
prestado a los héroes de papel
y de nieve, que ahora
resulta que no eres tú
de ningún modo quien fuiste.
Di también que ha pasado
casi ya todo.


(C) Luis Miguel Rabanal
Diez poemas para leer (y amar) detrás de los saúcos
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI

17 de octubre de 2011

Camino de Ceide, de Luis Miguel Rabanal, en la voz de MJ Romero


De la mano de la infancia, vistiendo los frutales
con mi intemperie y llovizna.
Dentro de las casas ya habita el invierno, su túnica
es triste como el murmullo que pasa a mi lado,
paseando la tardecina pleno de nostalgia y de nubes.
En este camino, una vez, besé los labios radiantes
de una niña llamada ternura.
Apenas recuerdo el color de sus ojos, las ramas
de su lengua. Tan sólo sé que fue hace tiempo
de este atardecer de soledad y de frío.
Dentro de las casas se vacía la leña, y alguien,
acaso sea un hombre muy roto, remueve en sus manos
la furia del espejo y olvida las horas.
Camino de Ceide que conduce a la noche.



(c) Luis Miguel Rabanal
La memoria buscando sus disfraces

Voz: MJ Romero
Edición: María García Esperón
Música: L. Einaudi
2011

16 de octubre de 2011

Camino de Ceide, de Luis Miguel Rabanal, en la voz y la mirada de Alejandra Moglia


De la mano de la infancia, vistiendo los frutales
con mi intemperie y llovizna.
Dentro de las casas ya habita el invierno, su túnica
es triste como el murmullo que pasa a mi lado,
paseando la tardecina pleno de nostalgia y de nubes.
En este camino, una vez, besé los labios radiantes
de una niña llamada ternura.
Apenas recuerdo el color de sus ojos, las ramas
de su lengua. Tan sólo sé que fue hace tiempo
de este atardecer de soledad y de frío.
Dentro de las casas se vacía la leña, y alguien,
acaso sea un hombre muy roto, remueve en sus manos
la furia del espejo y olvida las horas.
Camino de Ceide que conduce a la noche.

Luis Miguel Rabanal

(c) Luis Miguel Rabanal
La memoria buscando sus disfraces

Voz y edición: Alejandra Moglia
Música: Einaudi
2011