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8 de mayo de 2011

Refundar la Nación: discurso de Javier Sicilia en el zócalo

Foto:Notimex

Fuente: Milenio Diario

Nuevo pacto o fractura nacional

Domingo, 08 de mayo de 2011

Javier Sicilia

Hemos llegado a pie, como lo hicieron los antiguos mexicanos, hasta este sitio en donde ellos por vez primera contemplaron el lago, el águila, la serpiente, el nopal y la piedra, ese emblema que fundó a la nación y que ha acompañado a los pueblos de México a lo largo de los siglos. Hemos llegado hasta esta esquina donde alguna vez habitó Tenochtitlan -a esta esquina donde el Estado y la Iglesia se asientan sobre los basamentos de un pasado rico en enseñanzas y donde los caminos se encuentran y se bifurcan-; hemos llegado aquí para volver a hacer visibles las raíces de nuestra nación, para que su desnudez, que acompañan la desnudez de la palabra, que es el silencio, y la dolorosa desnudez de nuestros muertos, nos ayuden a alumbrar el camino.

Si hemos caminado y hemos llegado así, en silencio, es porque nuestro dolor es tan grande y tan profundo, y el horror del que proviene tan inmenso, que ya no tienen palabras con qué decirse. Es también porque a través de ese silencio nos decimos, y les decimos a quienes tienen la responsabilidad de la seguridad de este país, que no queremos un muerto más a causa de esta confusión creciente que sólo busca asfixiarnos, como asfixiaron el aliento y la vida de mi hijo Juan Francisco, de Luis Antonio, de Julio César, de Gabo, de María del Socorro, del comandante Jaime y de tantos miles de hombres, mujeres, niños y ancianos asesinados con un desprecio y una vileza que pertenecen a mundos que no son ni serán nunca los nuestros; estamos aquí para decirnos y decirles que este dolor del alma en los cuerpos no lo convertiremos en odio ni en más violencia, sino en una palanca que nos ayude a restaurar el amor, la paz, la justicia, la dignidad y la balbuciente democracia que estamos perdiendo; para decirnos y decirles que aún creemos que es posible que la nación vuelva a renacer y a salir de sus ruinas, para mostrarles a los señores de la muerte que estamos de pie y que no cejaremos de defender la vida de todos los hijos y las hijas de este país, que aún creemos que es posible rescatar y reconstruir el tejido social de nuestros pueblos, barrios y ciudades.

Si no hacemos esto solamente podremos heredar a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños una casa llena de desamparo, de temor, de indolencia, de cinismo, de brutalidad y engaño, donde reinan los señores de la muerte, de la ambición, del poder desmedido y de la complacencia y la complicidad con el crimen.

Todos los días escuchamos historias terribles que nos hieren y nos hacen preguntarnos: ¿Cuándo y en dónde perdimos nuestra dignidad? Los claroscuros se entremezclan a lo largo del tiempo para advertirnos que esta casa donde habita el horror no es la de nuestros padres, pero sí lo es; no es el México de nuestros maestros, pero sí lo es; no es el de aquellos que ofrecieron lo mejor de sus vidas para construir un país más justo y democrático, pero sí lo es; esta casa donde habita el horror no es el México de Salvador Nava, de Heberto Castillo, de Manuel Clouthier, de los hombres y mujeres de las montañas del sur -de esos pueblos mayas que engarzan su palabra a la nación- y de tantos otros que nos han recordado la dignidad, pero sí lo es; no es el de los hombres y mujeres que cada amanecer se levantan para ir a trabajar y con honestidad sostenerse y sostener a sus familias, pero sí lo es; no es el de los poetas, de los músicos, de los pintores, de los bailarines, de todos los artistas que nos revelan el corazón del ser humano y nos conmueven y nos unen, pero sí lo es. Nuestro México, nuestra casa, está rodeada de grandezas, pero también de grietas y de abismos que al expandirse por descuido, complacencia y complicidad nos han conducido a esta espantosa desolación.

Son esas grietas, esas heridas abiertas, y no las grandezas de nuestra casa, las que también nos han obligado a caminar hasta aquí, entrelazando nuestro silencio con nuestros dolores, para decirles directamente a la cara que tienen que aprender a mirar y a escuchar, que deben nombrar a todos nuestros muertos -a esos que la maldad del crimen ha asesinado de tres maneras: privándolos de la vida, criminalizándolos y enterrándolos en las fosas comunes de un silencio ominoso que no es el nuestro-; para decirles que con nuestra presencia estamos nombrando esta infame realidad que ustedes, la clase política, los llamados poderes fácticos y sus siniestros monopolios, las jerarquías de los poderes económicos y religiosos, los gobiernos y las fuerzas policiacas han negado y quieren continuar negando. Una realidad que los criminales, en su demencia, buscan imponernos aliados con las omisiones de los que detentan alguna forma de poder.

Queremos afirmar aquí que no aceptaremos más una elección si antes los partidos políticos no limpian sus filas de esos que, enmascarados en la legalidad, están coludidos con el crimen y tienen al Estado maniatado y cooptado al usar los instrumentos de éste para erosionar las mismas esperanzas de cambio de los ciudadanos. O ¿dónde estaban los partidos, los alcaldes, los gobernadores, las autoridades federales, el ejército, la armada, las Iglesias, los congresos, los empresarios; dónde estábamos todos cuando los caminos y carreteras que llevan a Tamaulipas se convirtieron en trampas mortales para hombres y mujeres indefensos, para nuestros hermanos migrantes de Centroamérica? ¿Por qué nuestras autoridades y los partidos han aceptado que en Morelos y en muchos estados de la República gobernadores señalados públicamente como cómplices del crimen organizado permanezcan impunes y continúen en las filas de los partidos y a veces en puestos de gobierno? ¿Por qué se permitió que diputados del Congreso de la Unión se organizaran para ocultar a un prófugo de la justicia, acusado de tener vínculos con el crimen organizado y lo introdujeron al recinto que debería ser el más honorable de la patria porque en él reside la representación plural del pueblo y terminaran dándole fuero y después aceptando su realidad criminal en dos vergonzosos sainetes? ¿Por qué se permitió al presidente de la República y por qué decidió éste lanzar al ejército a las calles en una guerra absurda que nos ha costado 40 mil víctimas y millones de mexicanos abandonados al miedo y a la incertidumbre? ¿Por qué se trató de hacer pasar, a espaldas de la ciudadanía, una ley de seguridad que exige hoy, más que nunca una amplia reflexión, discusión y consenso ciudadano? La Ley de Seguridad Nacional no puede reducirse a un asunto militar. Asumida así es y será siempre un absurdo. La ciudadanía no tiene por qué seguir pagando el costo de la inercia e inoperancia del Congreso y sus tiempos convertido en chantaje administrativo y banal cálculo político. ¿Por qué los partidos enajenan su visión, impiden la reforma política y bloquean los instrumentos legales que permitan a la ciudadanía una representación digna y eficiente que controle todo tipo de abusos? ¿Por qué en ella no se ha incluido la revocación del mandato ni el plebiscito?

Estos casos -hay cientos de la misma o de mayor gravedad- ponen en evidencia que los partidos políticos, el PAN, el PRI, el PRD, el PT, Convergencia, Nueva Alianza, el Panal, el Verde, se han convertido en una partidocracia de cuyas filas emanan los dirigentes de la nación. En todos ellos hay vínculos con el crimen y sus mafias a lo largo y ancho de la nación. Sin una limpieza honorable de sus filas y un compromiso total con la ética política, los ciudadanos tendremos que preguntarnos en las próximas elecciones ¿por qué cártel y por qué poder fáctico tendremos que votar? ¿No se dan cuenta de que con ello están horadando y humillando lo más sagrado de nuestras instituciones republicanas, que están destruyendo la voluntad popular que mal que bien los llevó a donde hoy se encuentran?

Los partidos políticos debilitan nuestras instituciones republicanas, las vuelven vulnerables ante el crimen organizado y sumisas ante los grandes monopolios; hacen de la impunidad un modus vivendi y convierten a la ciudadanía en rehén de la violencia imperante.

Ante el avance del hampa vinculada con el narcotráfico, el Poder Ejecutivo asume, junto con la mayoría de la mal llamada clase política, que hay sólo dos formas de enfrentar esa amenaza: administrándola ilegalmente como solía hacerse y se hace en muchos lugares o haciéndole la guerra con el ejército en las calles como sucede hoy. Se ignora que la droga es un fenómeno histórico que, descontextualizado del mundo religioso al que servía, y sometido ahora al mercado y sus consumos, debió y debe ser tratado como un problema de sociología urbana y de salud pública, y no como un asunto criminal que debe enfrentarse con la violencia. Con ello se suma más sufrimiento a una sociedad donde se exalta el éxito, el dinero y el poder como premisas absolutas que deben conquistarse por cualquier medio y a cualquier precio.

Este clima ha sido tierra fértil para el crimen que se ha convertido en cobros de piso, secuestros, robos, tráfico de personas y en complejas empresas para delinquir y apropiarse del absurdo modelo económico de tener siempre más a costa de todos.

A esto, ya de por sí terrible, se agrega la política norteamericana. Su mercado millonario del consumo de la droga, sus bancos y empresas que lavan dinero, con la complicidad de los nuestros, y su industria armamentista -más letal, por contundente y expansiva, que las drogas-, cuyas armas llegan a nuestras tierras, no sólo fortalecen el crecimiento de los grupos criminales, sino que también los proveen de una capacidad inmensa de muerte. Los Estados Unidos han diseñado una política de seguridad cuya lógica responde fundamentalmente a sus intereses globales donde México ha quedado atrapado.

¿Como reestructurar esta realidad que nos ha puesto en un estado de emergencia nacional? Es un desafío más que complejo. Pero México no puede seguir simplificándolo y menos permitir que esto ahonde más sus divisiones internas y nos fracture hasta hacer casi inaudibles el latido de nuestros corazones que es el latido de la nación. Por eso les decimos que es urgente que los ciudadanos, los gobiernos de los tres órdenes, los partidos políticos, los campesinos, los obreros, los indios, los académicos, los intelectuales, los artistas, las Iglesias, los empresarios, las organizaciones civiles, hagamos un pacto, es decir, un compromiso fundamental de paz con justicia y dignidad, que le permita a la nación rehacer su suelo, un pacto en el que reconozcamos y asumamos nuestras diversas responsabilidades, un pacto que le permita a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños recuperar su presente y su futuro, para que dejen de ser las víctimas de esta guerra o el ejército de reserva de la delincuencia.

Por ello, es necesario que todos los gobernantes y las fuerzas políticas de este país se den cuenta que están perdiendo la representación de la nación que emana del pueblo, es decir, de los ciudadanos como los que hoy estamos reunidos en el zócalo de la Ciudad de México y en otras ciudades del país.

Si no lo hacen, y se empeñan en su ceguera, no sólo las instituciones quedarán vacías de sentido y de dignidad, sino que las elecciones de 2012 serán las de la ignominia, una ignominia que hará más profundas las fosas en donde, como en Tamaulipas y Durango, están enterrando la vida del país.

Estamos, pues, ante una encrucijada sin salidas fáciles, porque el suelo en el que una nación florece y el tejido en el que su alma se expresa están deshechos. Por ello, el pacto al que convocamos después de recoger muchas propuestas de la sociedad civil, y que en unos momentos leerá Olga Reyes, que ha sufrido el asesinato de 6 familiares, es un pacto que contiene seis puntos fundamentales que permitirán a la sociedad civil hacer un seguimiento puntual de su cumplimiento y, en el caso de traicionarse, penalizar a quienes sean responsables de esas traiciones; un pacto que se firmará en el Centro de Ciudad Juárez -el rostro más visible de la destrucción nacional- de cara a los nombres de nuestros muertos y lleno de un profundo sentido de lo que una paz digna significa.

Antes de darlo a conocer, hagamos un silencio más de 5 minutos en memoria de nuestros muertos, de la sociedad cercada por la delincuencia y un Estado omiso, y como una señal de la unidad y de la dignidad de nuestros corazones que llama a todos a refundar la Nación. Hagámoslo así porque el silencio es el lugar en donde se recoge y brota la palabra verdadera, es la hondura profunda del sentido, es lo que nos hermana en medio de nuestros dolores, es esa tierra interior y común que nadie tiene en propiedad y de la que, si sabemos escuchar, puede nacer la palabra que nos permita decir otra vez con dignidad y una paz justa el nombre de nuestra casa: México.

Foto: El Universal


Foto: El Universal

6 de mayo de 2011

Silencio para escuchar: Javier Sicilia



Grupo Fórmula
Sicilia: Políticos, hagan silencio para poder escuchar.Con Ricardo Rocha
6 de Mayo, 2011
Seguro de que los mexicanos de bien no son aquellos que comparten la visión del presidente Felipe Calderón de lucha contra la delincuencia, Javier Sicilia hizo un llamado a los políticos para que aprendan a escuchar y para lograr un verdadero cambio y poner fin a la violencia que se vive en el país.

El escritor y poeta Javier Sicilia se encuentra ya en el segundo día de la marcha silenciosa, con destino a la Ciudad de México, donde se realizará una caminata de Ciudad Universitaria (CU), al Zócalo capitalino. El escritor hizo un llamado a los políticos para que, en éste movimiento en silencio, no sólo oigan, sino que escuchen a la población.

Luego de que el presidente Felipe Calderón dijera que los mexicanos de bien estamos en el mismo barco. El escritor Javier Sicilia sostuvo que, en el entendido que los mexicanos de bien comparten la postura presidencial de lucha contra el crimen organizado, está equivocado. "Los ciudadanos de bien somos aquellos que nos oponemos a la delincuencia esté donde esté". Con base en esto, Javier aprovechó para pedir a los políticos que "hagan silencio para que aprendan a escuchar.

"Hay operadores en favor de la delincuencia en los partidos, en las instancias de gobierno; en las tres órdenes de gobierno", acusó.

En entrevista con Ricardo Rocha, el escritor destacó que las instituciones no están haciendo su trabajo. Salud, educación, oportunidades de trabajo. Sostuvo que la seguridad nacional debe ser vista como Ejército o policía: "La seguridad nacional está en el poder de las instituciones. Que están destruyendo, en nombre de la economía global, las relaciones de soporte mutuo de los tejidos sociales", aseguró.

Dijo, además, que es tiempo de que los políticos, quienes "creen que son una clase que puede negociarse consigo misma" dejen de pensar de esta manera. "Si los criminales están afuera, haciendo lo que están haciendo, es porque el Estado está coludido, está podrido", señaló.

Seguro de que no se trata de pensar que los malos están afuera y los buenos adentro, sino que es una cuestión más complicada, Sicilia sostuvo: "pensar puritanamente, buenos y malos, es ir precisamente el horror, al desastre, al totalitarismo; a la negación de todo".

Luego de la unión que se ha dado en torno a la marcha del silencio, donde estará presente Alejandro Martí, los zapatistas, la izquierda y la derecha, Javier Sicilia espera "podamos, realmente, hacer algo por el país".


jgam
Escuchar

Ricardo Rocha entrevista a Javier Sicilia. Los políticos deben aprender a escuchar

Fuente: Radio Fórmula

23 de abril de 2011

"Soy una voz moral": Javier Sicilia


Poeta encabeza protestas contra la violencia del narcotráfico en México

Javier Sicilia junto a su familia
Sicilia dice que tras la muerte de su hijo ya no puede escribir más poesía.
Es un líder poco común: un poeta católico que dice necesitar "sólo 40 centímetros de espacio" para escribir.
Pero la muerte el mes pasado de su hijo Juan Francisco -de 24 años de edad- en un incidente atribuido a bandas de narcotraficantes, ha hecho que Javier Sicilia se convierta en la voz más alta en condenar la violencia que hace estragos en partes de México.
"Yo no soy un animal político", dice Sicilia a la BBC en Ciudad de México.
"Soy una voz moral, que tengo que hacer esto por mis convicciones morales porque la gente me ha pedido que lo haga", agrega.
Su dura crítica a lo que él llama la "estúpida estrategia" del presidente Felipe Calderón para combatir los cárteles de la droga ha resonado en amplios sectores de la sociedad mexicana que están cada vez más frustrados por la creciente violencia en muchas partes del país.
Más de 35.000 personas han muerto desde que a finales de 2006 Calderón lanzó una confrontación militar contra criminales pero la violencia no da señales de disminuir.
Así que cuando Sicilia, quien también contribuye con la revista mexicana Proceso, convocó a una serie de marchas simultáneas en todo México para protestar contra la violencia a principios de este mes, la gente respondió.
Miles de personas salieron a las calles en la Ciudad de México, en todo el país e incluso fuera, en algunas embajadas de México, con el grito de guerra: "¡Estamos hasta la madre! (hartos)".

"Daños colaterales"

Sicilia, mientras todavía se ajusta a la cobertura mediática que su tragedia personal ha generado, parece considerar su nuevo papel no como una opción, sino como una obligación.
"Tengo que mostrar mi rostro por la dignidad de mi hijo, por todos los hijos que han muerto en esta batalla y aquellos que morirán en el futuro", dice.
Sicilia estaba trabajando en Filipinas cuando oyó por primera vez del asesinato de su hijo y de otras seis personas más en Cuernavaca el 28 de marzo.
Sus cuerpos fueron encontrados en el interior y los alrededores de un vehículo, algunos presentaban signos de tortura.
Nadie sabe exactamente por qué Juan Francisco Sicilia y sus amigos fueron atacados.
Protestas contra la violencia en México
Miles salieron a protestar contra la violencia luego de la convocatoria de Sicilia.
El único arresto vinculado al caso no arroja ninguna luz sobre las circunstancias de los asesinatos.
Y es por eso que muchos, incluido el propio Sicilia, han relacionado los asesinatos a la violencia general que ha envuelto al central estado mexicano de Morelos, donde se encuentra Cuernavaca.
Se cree que el área está en el centro de una batalla entre bandas rivales de narcotraficantes y grupos del crimen organizado.
Según Sicilia, cada vez más y más civiles inocentes, como su hijo, son asesinados como "daños colaterales de la guerra contra las drogas".
Así que el poeta centra su crítica en la estrategia del presidente Calderón.
"Creo que Felipe Calderón es responsable de lanzar una guerra de una manera estúpida", expresa, combinando la rabia con la frustración.
"Lo que esta guerra ha hecho es permitir que la corrupción de las instituciones que había tenido lugar durante años emerja, pero dejando a las instituciones completamente indefensas para hacer frente a la delincuencia organizada", señala.
"Necesitamos un pacto nacional porque esto es una emergencia y tenemos que reconstruir el tejido de esta nación. Si no lo hacemos, vamos a entrar en el infierno"
Javier Sicilia, poeta
Sicilia ha sido criticado por centrar su ira en el gobierno y no en los criminales por el problema original -al utilizar a México para el transporte de narcóticos en EE.UU. y devastar algunas de las áreas utilizadas como rutas de contrabando.
El presidente Calderón, que recibió a Sicilia en el palacio presidencial después de los asesinatos, hizo una referencia al tema a raíz de las manifestaciones.
"No nos dejemos confundir", dijo Calderón en un almuerzo con líderes empresariales a principios de este mes.
"Tenemos que decir '¡Basta!' a los criminales que secuestran y asesinan. Ellos son el enemigo, no los que luchan contra ellos", añadió.
Para Sicilia, el conflicto ha llegado a un nivel que requiere un enfoque más amplio, que incluya el compromiso de todos los mexicanos.
"Necesitamos un pacto nacional porque esto es una emergencia y tenemos que reconstruir el tejido de esta nación. Si no lo hacemos, vamos a entrar en el infierno", asegura.
En cuanto a su poesía, Sicilia ha decidido acallar su voz.
Su último poema fue dedicado a su hijo, y fue escrito apenas unas horas después de la violenta muerte.
"La poesía ya no existe en mí", concluye.

21 de abril de 2011

Yo no soy Javier Sicilia el que habla: por mi boca habla la nación





Entrevista de Roger Vilar
Suplemento Laberinto
Milenio

El poeta y periodista mexicano convoca a una marcha nacional que partirá el 5 de mayo de Cuernavaca, para arribar tres días después al Zócalo de la Ciudad de México.

En Filipinas, el poeta Javier Sicilia recibió una noticia atroz: su hijo Juan Francisco, de 24 años, fue asesinado.

La tragedia le cambió la vida al también narrador y ensayista, quien, además de diversas actividades en contra de la violencia en México y una firme exigencia de justicia, ha replanteado la función de la poesía, la literatura, y la cultura en general, en relación al país tan convulsionado en que vivimos.

Acerca del papel que desempeña actualmente en la lucha contra la violencia, en la que se ha vuelto un líder, dice: “Yo estuve pensando mucho esto. ¿Por qué a mí? No por qué a mí me sucedió la muerte de mi hijo. Le puede suceder a cualquiera. Sino por qué a partir de la muerte de mi hijo la gente me identificó y me dijo ‘Tú sé nuestra voz, sé nuestra conciencia, vamos detrás de ti’. Han puesto a mi hijo como símbolo de la violencia, y al hacerlo así han señalado al padre.”

La gente te conoce por ser un poeta…

La poesía, que es tan poco leída, tan poco distribuida, con tan poca prensa —incluso es difícil que te publiquen un libro de poesía hoy en día. La poesía que, dijo Borges, es inmortal y pobre, de repente convocó a la gente. Porque convocaron a un poeta, y al hacerlo convocaron a la poesía. Hay algo misterioso que tiene que ver con el misterio de la poesía. Yo soy uno más, dignidad ciudadana hay muchos que la tienen… Bueno, pues eligieron a un poeta. Y al elegir al poeta, eligieron la poesía, y señalaron algo fundamental: la poesía convoca a la comunión.

En la actualidad, ¿qué diferencia encuentras entre este discurso poético, pobre e inmortal, y el discurso mediático?

El discurso mediático es un discurso que todos oyen, está al alcance, tiene esa caja, la televisión, que se puede comprar por cualquier dinero y en la que pasan infinidad de basura. Algo terrible le pasó a la sociedad, porque hicimos valor supremo al espectáculo y al dinero, al consumo, al ruido. El ruido. Porque los noticieros son muy ruidosos. Y la poesía no. La poesía está al margen. La poesía custodia la palabra sagrada. Es decir, la palabra con sentido y significado. Que está al margen, y, sin embargo, esta palabra que es sagrada, aunque no se oye, de repente se sobrepone a los medios, se sobrepone al ruido, se sobrepone a la inercia del mercado.

Eso es fundamental, debemos democratizar los medios para que realmente haya una discusión ciudadana y la poesía llegue a la gente. La poesía va a seguir convocando a lo mejor de la gente. Ahorita, la poesía está en las calles como un grito, como una movilización que convoca a la comunión. Esto debe de servir a los medios como una señal de que deben de democratizarse, de que deben hablar la palabra verdadera. Y esa palabra verdadera debe de ser una convocatoria familiar a la casa que es México.

En alguna época, la función pública en México contó con intelectuales como Gorostiza, Vasconcelos, Reyes y Paz. ¿Por qué ya no sucede eso?

Los gobiernos mexicanos se volvieron tecnócratas. Les vale madres cultivar el espíritu. Les vale madres oír la poesía. Lo que les interesa es la producción y el consumo. La gran revolución cultural de este país la hizo Vasconcelos, pero porque había un político, juzguémoslo como lo juzguemos, Obregón, que entendió el valor del arte, de la cultura en general, de la poesía… Tu citabas a grandes poetas que significaban el espíritu de la nación, a Octavio Paz. Ayer leí su “Piedra de Sol”, que es un poema nacional, que habla de la nación, del mundo que tenemos que reconstruir a través del amor.

La cultura es una forma de la economía que no genera lana, pero genera el tejido social de la nación. Eso habla de la verdadera forma de la economía, que es el cuidado de la casa. No las paredes, sino el corazón de la casa.

Vivimos una época muy violenta, ¿qué símbolos perdurables vamos a transmitirles a las nuevas generaciones?

Rompimos los símbolos. Yo por eso digo que el país está desgarrado. El grito ciudadano es que hay que rehacer el tejido de la nación para refundarla. Para hacer esto hay que volver a los símbolos, a la memoria. ¿Dónde podemos volver a recuperar la memoria nacional? En un pacto de buena voluntad al servicio de la casa que es México. Debe de hacerse y firmarse en la parte más desgarrada del país. La frontera norte. En el centro de Ciudad Juárez.

Como parte de tu protesta por el asesinato de Juan Francisco, has declarado un silencio poético. Para ti, que has sido señalado como un poeta místico, ¿qué importancia tiene el silencio?

El poeta imita a Dios creador y el místico al Ser de Dios. El poeta imita con la palabra al Dios que crea, ordena las cosas y las nombra. El místico encarna esa palabra, por eso Maritain decía que es poesía en acción. El místico articula la palabra, pero no por el misterio poético, sino por el misterio del Ser de Dios. En cambio, el otro, el poeta, el misterio que mira no tiene rostro, no tiene claridad, y articula nada más la palabra sin una direccionalidad, sin saber de dónde viene, sin esa intimidad del Yo-Tú del místico, y por eso los místicos terminan a veces en el silencio. San Juan de la Cruz, por ejemplo, si uno mira su obra poética…También Santa Teresa termina en el silencio.

Si la poesía imita al Creador, ¿en ti qué podría significar el silencio poético?

Nuestra fe se basa en la encarnación de la palabra. La palabra que se vuelve carne, presencia humana en el mundo. Esa palabra se llama Jesús de Nazareth, y era inocente como toda palabra verdadera, como la palabra poética, y a esa palabra la asesinaron, la sumergieron en el silencio del Viernes Santo. El Sábado de Dolores era peor, porque es el silencio de los cielos, de Dios. Está aguardando ese silencio la articulación de la palabra, que es la resurrección de la carne, de la palabra; y para mí el momento en que matan a mi hijo mataron a la palabra, asfixiaron la palabra. Yo vivo la palabra, tú lo has dicho, de una manera mística, de una manera de intimidad con Dios. Para mí esa palabra también resonaba en mi hijo, en los seres que amo.

En el caso de mi hijo al asfixiarlo (porque murió asfixiado, lo asfixiaron esos hijos de la chingada), mataron mi palabra. Mi silencio (poético) tiene que ver con el Viernes y el Sábado santos. Un silencio atroz de la palabra encarnada, y por lo tanto el silencio de Dios, que va a responder con la resurrección del Domingo.

Yo estoy ahorita en el Viernes y Sábado santos. Yo sé que mi hijo Juan, el Juanelo, y sus amigos, están en la resurrección de la carne del pueblo, de la nación, de mi gente.

¿Si hay una resurrección de la patria, podría haber una resurrección de tu poesía?

Sí, por supuesto.

Hay un poema tuyo “Cetáceo”, que me recuerda mucho a Moby Dick, o al pez de El viejo y el mar. Ese pez contra el que luchamos, y que representa el destino, lo que nos sorprende, lo incognoscible.

Bueno, lo estás leyendo a partir de lo que estamos viviendo hoy, de eso incognoscible y terrible. Yo lo veo más bien místicamente. El cetáceo es Dios. Esa cosa que nos rebasa, con la cual me enfrento para tratar de iluminarla.

Pero también esa cosa está aquí, es esto, lo incognoscible, tanto negativamente como positivamente hablando. La poesía trata de iluminar esa cosa para encontrarle su verdadera dimensión o algo semejante. Y esa dimensión tiene que ser iluminada, como la poesía, convocada a la comunión. Y sí, el cetáceo lo podemos ver también como el horror que estamos viviendo. Esa cosa incognoscible que de repente emergió y nos espantó, y que tenemos que domar, meter en formas, en proporciones humanas. Hay muchas cosas que hacer, y creo que es la palabra poética la que está convocando a revisarnos y a transformarnos en el corazón y en la cabeza. Yo no soy Javier Sicilia el que habla: por mi boca habla la nación.

15 de abril de 2011

Javier Sicilia: palabras contra la muerte, de Francisco Álvarez Velasco en El Comercio


El Comercio Digital. Edición Impresa

OPINIÓN ARTICULOS

Los gritos en el cielo del poeta mexicano son puñetazos de silencio
No son tiempos buenos para la poesía los que transcurren en México. En el poema de Brecht, los tiempos eran malos para la lírica porque sólo había amor para el afortunado, de discurso agradable y rostro bello. El poeta, en cambio, prefería cantar a la campesina que a sus cuarenta años ya andaba encorvada, pero lo hacía sin rima puesto que «En mi canción una rima -decía- casi me resultaría una insolencia». Y más que malos, los tiempos son imposibles para la poesía de Javier Sicilia, plantado estos días en el zócalo de Cuernavaca frente al Palacio de Gobierno de Morelos para exigir justicia. Él ha ido mucho más allá que el poeta alemán, hasta proclamar que ya no escribirá poesía al mismo tiempo que dejaba en su último poema toda una poética del silencio: «El mundo ya no es mundo de la palabra. / Nos la ahogaron adentro / como te asfixiaron, como te desgarraron a ti los pulmones. / Y el dolor no se me aparta, sólo tengo al mundo / por el silencio de los justos. / Sólo por tu silencio y por silencio, Juanelo». Juanelo es su hijo Juan Francisco, que fue encontrado muerto y atado de pies y manos en el interior de una furgoneta, junto a otros seis.
La pregunta tantas veces repetida de para qué sirve la poesía parece reclamar hoy respuestas urgentes. Javier Sicilia, desde su rabia y dolor personal por la muerte del hijo, pero también desde un profundo humanismo solidario y fraternal con todos los golpeados por los asesinos, se pone al lado de Theodor W. Adorno -«Después de Auschwitz no se puede escribir poesía»-. El 'Auschwitz' mexicano de estos tiempos son los 35.000 muertos desde que se inició la guerra contra el narcotráfico. Aparentemente, el poeta mexicano no coincide con Gabriel Celaya en la necesidad de la poesía como el pan de cada día, aunque, porque estamos tocando el fondo de la razón de ser humanos, vienen a decir en realidad lo mismo: «nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. (.) Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos». Y lo mismo que proclamaba otro vasco, Blas de Otero: «Escribo como escupo. Contra el suelo / (Oh esos poetas cursis, con sordina, / hijos de sus papás) y contra el cielo».
El poeta Javier Sicilia por ahora ha optado por abandonar la poesía y ha bajado al territorio de la prosa para caminar hacia el horizonte de la utopía. Sus gritos en el cielo (si es que la poesía es cosa de los cielos) son puñetazos de silencio. Pero se equivoca cuando dice que el mundo ya no es mundo de la palabra. Él mismo lo desmiente con sus palabras de estos días, que ahora son otras, pura prosa, sin retórica, pero vivas y de todos, palabras de libertad y de vida: «No más sangre», «Ni un muerto más», «No más guerra»... «¡Los mexicanos estamos hasta la madre!».

Fuente: ElComercio.es

Foto: Francisco ÁlvarezVelasco



Carta Segunda del Subcomandante Marcos al filósofo Luis Villoro: sobre Javier Sicilia


Fuente: Vanguardia.com.mx


Carta Segunda del Subcomandante Marcos a Luis Villoro

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  • La Jornada
  • 13-Abril-2011
  • (Carta Segunda a Luis Villoro en el Intercambio Epistolar sobre Ética y Política)
    • Foto: Cuartoscuro
    DE LA REFLEXIÓN CRÍTICA,INDIVIDU@S Y COLECTIV@S
    Abril del 2011.
    Si en el cielo hay unanimidad, apartadme un lugar en el infierno
    (SupMarcos. Instrucciones para mi muerte II)
    I.- LA PROSA DE LA CALAVERA
    Don Luis:
    Salud y saludos maestro. Esperamos de veras que se encuentre mejor de salud y que la palabra sea como esos remedios caseros que alivian aunque nadie sabe cómo.
    Cuando inicio estas líneas, el dolor y la rabia de Javier Sicilia (lejano a la distancia pero cercano en ideales desde antaño) se hacen eco que reverbera en nuestras montañas. Es de esperar y de esperanza que su legendaria tenacidad, así como ahora convoca nuestra palabra y acción, alcance a agrupar las rabias y dolores que se multiplican en suelos mexicanos.
    De Don Javier Sicilia recordamos sus críticas irreductibles pero fraternas al sistema de educación autónoma en las comunidades indígenas zapatistas y su terquedad al recordar periódicamente, al finalizar su columna semanal en la revista mexicana PROCESO, el pendiente del cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés.
    La tragedia colectiva de una guerra insensata, concretada en la tragedia particular que lo hirió, ha colocado a Don Javier en una situación difícil y delicada. Muchos son los dolores que esperan encontrar eco y volumen en sus reclamos de justicia, y no son pocas las inquietudes que esperan que su voz acuerpe, que no dirija, las ignoradas voces de indignación.
    Y también ocurre que en torno a su figura agigantada por el digno dolor, acechen los buitres carroñeros de la política de arriba, para quienes una muerte vale sólo si suma o resta en sus proyectos individuales y de grupúsculos, aunque se escondan detrás de una representatividad.
    ¿Un nuevo asesinato se hace visible? Pues entonces hay que ver cómo afecta eso la pueril contabilidad electoral. Para allá arriba importan las muertes si pueden incidir en la agenda electoral. Si no se pueden capitalizar en encuestas y tendencias de preferencia electoral, entonces vuelven a la lúgubre cuenta donde las muertes ya no importan, aunque sean decenas de miles, porque vuelven a ser un asunto individual.
    Ignoro, al momento de escribirle estas palabras, los pasos que sigue ese dolor que convoca. Pero su reclamo de justicia, y todos los que en él se sintetizan, merecen nuestro respeto y apoyo, aún con nuestro pequeño ser y nuestras grandes limitaciones.
    En el ir y venir de las noticias sobre ese suceso, se recuerda que Don Javier Sicilia es poeta. Tal vez por eso su persistente dignidad.
    En su muy particular estilo de ver y explicar el mundo, el Viejo Antonio, ese indígena que fue maestro y guía de todos nosotros, decía que había personas que eran capaces de ver realidades que aún no existían y que, como no existían tampoco las palabras para describir esas realidades, entonces tenían que trabajar con las palabras ya existentes y acomodarlas de un modo extraño, en parte canto y en parte profecía.
    El Viejo Antonio hablaba de la poesía y de quienes la hacen. (yo agregaría a quienes la traducen, porque l@s traductor@s de la poesía que habla lenguas lejanas también deben ser un mucho hacedor@s de poesía).
    Los poetas, las poetisas, ¿ven más lejos o ven de otro modo? No lo sé, pero buscando algo que, dicho en el pasado, hablara del presente que nos duele y del futuro incierto, encontré este escrito de José Emilio Pacheco que me mandó hace tiempo un mi hermano mayor y que viene al pelo para que nadie entienda:

    Prosa de la Calavera
    Como Ulises me llamo Nadie. Como el demonio de los Evangelios mi nombre es Legión. Soy tú porque eres yo. O serás porque fui. Tú y yo. Nosotros dos. Vosotros, los otros, los innumerables ustedes que se resuelven en mí. (…) Después fui, al punto de convertirme en lugar común, símbolo de la sabiduría. Porque lo más sabio es también lo más obvio. Como nadie quiere verlo de frente nunca estará de sobra repetirlo: No somos ciudadanos de este mundo sino pasajeros en tránsito por la tierra prodigiosa e intolerable. Si la carne es hierba y nace para ser cortada, soy a tu cuerpo lo que el árbol a la pradera: no invulnerable, tampoco perdurable, sí material más empecinado o resistente. Cuando tú y todos los nacidos en el hueco del tiempo que te fue dado en préstamo acaben de representar su papel en este drama, esta farsa, esta trágica y bufa comedia, yo permaneceré por largos años: descarnada desencarnada. Serena mueca, secreto rostro que te niegas a ver (arráncate la máscara: en mí hallarás tu verdadera cara), aunque lo sabes íntimo y tuyo y siempre va contigo. Y lleva adentro, en fugaces células que a cada instante mueren por millones, todo lo que eres: tu pensamiento, tu memoria, tus palabras, tus ambiciones, tus deseos, tus miedos, tus miradas que a golpes de luz erigen la apariencia del mundo, tu alejamiento o entendimiento de lo que realmente llamamos realidad. Lo que te eleva por encima de tus olvidados semejantes, los animales, y lo que te sitúa por debajo de ellos: la señal de Caín, el odio a tu especie, tu capacidad bicéfala de hacer y destruir, hormiga y carcoma. (…) Porque voy con ustedes a todas partes. Siempre con él, con ella, contigo, esperando sin protestar, esperando. De los ejércitos de mis semejantes se ha forjado la historia. De la pulverización de mis añicos está amasada la tierra. (…) Así, quién lo diría, yo -máscara de la muerte- soy la más profunda entre tus señales de vida, tu huella final, tu última ofrenda de basura al planeta que ya no cabe en sí mismo de tantos muertos. Si bien sólo perduraré por breve tiempo, de todos modos muy superior al que te concedieron. (…) Toda belleza y toda inteligencia descansan en mí, y me repudias. Me ves como señal del miedo a los muertos que se resisten a estar muertos, o a la muerte llana y simple: tu muerte. Porque sólo puedo salir a flote con tu naufragio. Sólo cuando has tocado fondo aparezco. Pero a cierta edad me insinúo en los surcos que me dibujan, en los cabellos que comparten mi gastada blancura. Yo, tu verdadera cara, tu apariencia última, tu rostro final que te hace Nadie y te vuelve Legión, hoy te ofrezco un espejo y te digo: Contémplate.
    (José Emilio Pacheco, "Prosa de la calavera", en "Fin de siglo y otros poemas", México, Fondo de Cultura Económica / Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas No. 44, 1984, pp. 114-117)

    II.- LA PERTINENCIA DE LA REFLEXIÓN CRÍTICA
    Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala
    calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”
    Bertold Brecht.
    La guerra de arriba sigue, y su paso de destrucción pretende también que todos empecemos a aceptar ese horror cotidiano como si fuera algo natural, algo imposible de cambiar. Como si la confusión reinante fuera premeditada y pretendiera democratizar una resignación que inmoviliza, que conforma, que derrota, que rinde.
    En tiempos en que se organiza la confusión y se ejerce conscientemente la arbitrariedad, es preciso hacer algo.
    Y un algo es tratar de desorganizar esa confusión con la reflexión crítica.
    Como podrá ver en las misivas que le adjunto, Don Luis, se han sumado a este intercambio de reflexiones sobre la Ética y la Política, Carlos Antonio Aguirre Rojas, Raúl Zibechi, Sergio Rodríguez Lascano y Gustavo Esteva. Esperamos que más pensamientos se vayan agregando a este espacio.
    Quisiera tocar en esta segunda carta nuestra, algunos de los puntos que toca usted en su respuesta y que, directa o indirectamente, también señalan nuestros corresponsales que lanzan sus ideas desde la Ciudad de México, Oaxaca y el Uruguay.
    Todos abordan, con sus particularidades, es decir, en su calendario y su geografía propios, este asunto de la reflexión crítica. Estoy seguro que ninguno de nosotros (usted, ellos, nosotros) pretendemos que se establezcan verdades inamovibles. Nuestro propósito es arrojar piedras, bueno, ideas, al estanque aparentemente tranquilo del quehacer teórico actual.
    El símil que uso de la piedra va más allá de la retórica de una superficie momentáneamente agitada por la piedra. Se trata de llegar al fondo. De no conformarse con lo evidente, sino atravesar con irreverencia el estanco estanque de las ideas y llegar al fondo, abajo.
    En la época actual la reflexión crítica está aparentemente estancada. Y digo aparentemente si es que uno se atiene a lo que en los medios impresos y electrónicos se presenta como reflexión teórica. Y no se trata sólo de que lo urgente haya desplazado a lo importante, en este caso, los tiempos electorales a la destrucción del tejido social.
    Se dice, por ejemplo, que el año que nos preocupa, el 2011, es un año electoral. Bueno, también lo fueron todos los años anteriores. Es más, la única fecha que no es electoral en el calendario de arriba es… el día de las elecciones.
    Pero ya se ve que la inmediatez difícilmente puede diferenciar lo que pasó ayer de lo que pasó hace 17 años.
    Salvo las "molestas" interrupciones de catástrofes naturales y humanas (porque los crímenes cotidianos de esta guerra son una catástrofe), los teóricos de arriba, o los pensadores de lo inmediato, vuelven una y otra vez sobre el tema electoral… o hacen malabarismos para ligar cualquier cosa al tema electoral.
    La teoría chatarra, como la comida ídem, no nutre, sólo entretiene. Y de eso parece tratarse si nos atenemos a lo que aparece en la gran mayoría de los diarios y revistas, así como en los paneles de "especialistas" de los medios electrónicos de nuestro país.
    Cuando estos expendedores de teoría chatarra miran hacia otras partes del Mundo y deducen que las movilizaciones que derrocan gobiernos son productos de celulares y redes sociales, y no de organización, capacidad de movilización y poder de convocatoria, expresan, a más de una ignorancia supina, el deseo inconfeso de conseguir, sin esfuerzo, su lugar en "LA HISTORIA". “Twittea y ganarás los cielos” es su moderno credo.
    Y, al igual que los "productos milagro", estos exaltadores del Alzheimer teórico y político, promueven soluciones fáciles para el caos social actual.
    A nadie se le ocurre que, tal y como lo presenta la publicidad, si usa tal loción para caballero o tal perfume para dama se verá instantáneamente en Francia, al pie de la Torre Eiffel, o en los bares del Londres de arriba.
    Pero, al igual que "los productos milagro" que prometen bajar de peso sin hacer ejercicio y atascándose de comida, y hay personas que lo creen, también hay quien cree que se puede tener libertad, justicia y democracia con sólo tachar una boleta a favor de la permanencia del Partido Acción Nacional, del arribo del Partido de la Revolución Democrática o del regreso del Partido Revolucionario Institucional.
    Cuando esta gente sentencia que sólo hay una opción, la vía electoral o la vía armada, no sólo demuestra su falta de imaginación y de conocimiento de la historia nacional y mundial. También, y sobre todo, vuelve a tejer la trampa que sirvió de argumento para la intolerancia y la exigencia de una unanimidad fascista y retrógrada para uno u otro lado del espectro político.
    "Brillante" análisis éste que se plantea la urgencia de definiciones… frente a las opciones que imponen los de arriba.
    Pero de las falsas opciones alerta muy bien Gustavo Esteva en su texto, y creo que da para un tema especial de este intercambio a la distancia.
    En lugar de tratar de imponer sus endebles axiomas, podrían optar por debatir, por argumentar, por tratar de convencer. Pero no. Se trató y se trata de imponer.
    Creo sinceramente que no les interesa debatir en serio. Y no sólo porque no tienen argumentos de peso (hasta ahora todo es un listado de buenas intenciones e ingenuidades que rayan en lo patético, donde el Partido Acción Nacional demuestra que el modo Fox no es un caso aislado sino toda una escuela de dirigentes en ese partido, donde el Partido Revolucionario Institucional predica el autismo frente a la historia propia, donde el vario pinto de la autodenominada izquierda institucional pretende convencer con consignas a falta de argumentos), sino porque no se trata de cambiar nada de fondo.
    Es hasta cómico ver cómo se hacen malabares para encantar a las masas (sí, las desprecian pero las necesitan) y al mismo tiempo cortejar sin rubor al poder económico.
    De lo que se trata, para ellos, es precisamente de maniobrar en el estrecho margen de los escombros del Estado Nacional en México para tratar de exorcizar una crisis que, cuando reviente, habrá de barrer también con ellos, es decir, con la clase política en su conjunto. En suma: para ellos es una cuestión de supervivencia individual.
    La vocación de soplones, delatores y gendarmes le sienta bien a esta chatarra teórica que alentó la histeria intelectual y artística, primero en contra del movimiento estudiantil de 1999-2000 y su Consejo General de Huelga, y después contra todo lo que no aceptara las directivas de esta gavilla de policías del pensamiento y la acción.
    Se trata de establecer una diferenciación que es más bien un exorcismo: están ellos, los bien portados, es decir, los civilizados, y están los otros, los bárbaros.
    En su endeble tinglado teórico están, por un lado (y arriba), l@s individu@s brillantes, sapientes, mesurados, prudentes; y por el otro lado (y abajo) está la masa oscura, ignorante, arrebatada y provocadora.
    Del lado de allá: los prudentes y maduros usurpadores de la representatividad de las mayorías.
    Del lado de acá: las minorías violentas representándose sólo a ellas mismas.
    -*-
    Pero supongamos que les interesa debatir y convencer.
    Discutamos, por ejemplo, las reales consecuencia del proyecto transexenal de Acción Nacional de cambiar una conocida estrofa del Himno Nacional mexicano y en su lugar poner Piensa, ¡Oh Patria Querida!, que el cielo una víctima colateral en cada hijo te dio y frente al cual ninguno de los otros partidos ha planteado una alternativa puntual y firme.
    O las supuestas bondades del regreso del Revolucionario Institucional y el consecuente refrendo de toda una cultura de corrupción y crimen que empapó al conjunto de la clase política de México.
    O las posibilidades reales del proyecto de dar marcha atrás a la rueda de la historia y volver al Estado Benefactor que es la propuesta de la aún endeble coalición de oposición.
    Todos, además de detestar la reflexión teórica (claro, la que no sea una púber autocomplacencia), se plantean un imposible: mantener, rescatar o regenerar los escombros de un Estado Nacional que dio a luz y acuerpó al sistema de partidos de Estado. Ése que encontró en el Partido Revolucionario Institucional su mejor espejo y frente al cual toda la clase política de arriba hoy se esmera en acicalarse.
    ¿O no se han dado cuenta de hasta qué punto están destruidas las bases de ese Estado? ¿Cómo mantener, rescatar o renovar un cadáver? Y aún así, hace tiempo que la clase política y analistas que la acompañan se esmeran en vano en embalsamar las ruinas.
    Pero se entiende, la ignorancia no es condenable. Claro, a menos que se vista de sabiduría.
    No es posible, decimos nosotros, plantearse cualquier tipo de solución al desastre del Estado Nacional sin tocar al sistema responsable de esa ruina y de la pesadilla que puebla todo el país.
    Hay soluciones, decimos nosotros, pero sólo pueden nacer de abajo, de una propuesta radical que no espera a un consejo de sabios para legitimarse, sino que ya se vive, es decir, se lucha en varios rincones de nuestro país. Y que es, por tanto, no una propuesta unánime en su forma, en su modo, en su calendario, en su geografía. Es decir, es plural, incluyente, participativa. Nada que ver con las unanimidades que pretenden ser impuestas por azules, amarillos, rojos, verdes, rosas, y comparsas que los acompañan.
    Pero nosotros reconocemos que podemos estar equivocados. Que puede ser, es un supositorio, que la destrucción perpetrada aún deje un margen de maniobra para rehacer desde arriba el tejido social.
    Pero en lugar de alentar un debate serio y profundo, se nos pide que volvamos a callar y, otra vez, se nos impele de nuevo a apoyar a nuestros perseguidores, a quienes, por ejemplo, dan cobijo con sus palabras o su silencio a personas como Juan José Sabines Guerrero, quien desde el gobierno de Chiapas persigue y reprime a los que no se unen al falso coro de loas a sus mentiras hechas gobierno, a quien persigue a los defensores de los derechos humanos en la Costa y Altos de Chiapas y a los indígenas de San Sebastián Bachajón que se niegan a prostituir su tierra, a quien alienta la acción de grupos paramilitares en contra de las comunidades indígenas zapatistas.
    Porque quienes realmente conocen lo que se está haciendo y deshaciendo en Chiapas y no temen, han renombrado el lema de Sabines y ahora lo llaman Deshechos, no palabras. Sabines Guerrero es lo que mejor representa a la putrefacta clase política mexicana: tiene el apoyo del PAN, del PRI, del PRD y del movimiento de AMLO; es generoso con los medios para que digan lo que conviene y callen lo que no le conviene; mantiene una apariencia que a nadie le parece importar que sea eso, una apariencia presta a hacerse añicos en cualquier momento; y gobierna como si del aplicado capataz de una hacienda porfirista se tratara.
    Y todavía se nos exige "hacerle aportes críticos constructivos" a un movimiento dirigido y conducido para repetir la misma historia, con otros nombres, de opresión.
    ¿Cuándo van a entender que existen individuos, grupos, colectivos, organizaciones, movimientos, a quienes no nos interesa cambiar lo que está arriba ni renovar (es decir, reciclar) una clase política que no es más que un parásito?
    Nosotros no queremos cambiar de tiranos, de dueños, de amos o de salvadores supremos, sino no tener ninguno.
    Pero en fin, si algo hay que agradecer a lo ocurrido allá arriba, es que ha develado una vez más la pobreza teórica y la evidente debilidad estratégica de quienes se proponían y proponen mantener, relevar o reciclar a los de arriba para exorcizar la rebelión de los de abajo.
    Creo sinceramente que una reflexión crítica profunda debiera tratar de apartar la mirada del hipnótico carrusel de la clase política y ver otras realidades.
    ¿Qué tienen qué perder? En todo caso, tendrán más argumentos para autoerigirse en la única alternativa posible. Después de todo, l@s otr@s son taaan pequeñ@s y (¡uff!) taaan radicales.
    Aunque tal vez alcancen a ver…
    Que el heroico esfuerzo de colectivos anarquistas y libertarios por sustraerse de la lógica del mercado capitalista es efecto y causa de un pensamiento radical. Y que el futuro tiene su apuesta principal en los pensamientos radicales. Así que bien harían en ver con respeto ese variopinto modo de tener identidad propia: los piercings, tatuajes, estoperoles, las greñas multicolores y demás parafernalia que tanto les repulsa.
    O la lucha de organizaciones sociales de izquierda independiente, que optan por organizar choferes, mini-micro-nano comerciantes y colonas (lo que sea de cada quien, las hembras también ahí son mayoría), en lugar de organizar automovilistas, cámaras de comercio y asociaciones vecinales VIP, y que pueden dar cuenta de cambios importantes en sus condiciones de vida. Y no por la vía del asistencialismo electoral disfrazado de gestoría, sino por la organización del colectivo con proyectos inmediatos, mediatos y de largo plazo. Por algo es que se mantienen independientes y así resisten.
    O la legendaria resistencia de los pueblos originarios. Si alguien sabe de dolor y lucha, son ellos.
    O la digna rabia de las madres y padres de asesinad@sdesaparecid@spres@s. Porque bien harían en recordar que en este país no pasa nada… hasta que las mujeres deciden que pase.
    O la indignación cotidiana de obrer@semplead@scampesin@s, indígenas, joven@sfrente al cinismo de los políticos sin distinción de color.
    O la empecinada lucha de l@s trabajador@s del Sindicato Mexicano de Electricistas a pesar de, ellos sí, tener en contra una gigantesca campaña mediática, represión, cárcel y amenazas y hostigamientos.
    O la persistente lucha por la libertad a l@s pres@s polític@s y la presentación con vida de los desaparecidos.
    ¿O no? ¿La democracia que quieren ellos no es sino una amnesia administrada a conveniencia? ¿Se escoge qué ver y así se elige qué olvidar?

    III.- ¿EL INDIVIDUO CONTRA EL COLECTIVO?
    En su misiva, Don Luis, toca usted el tema del individuo y del colectivo. Una añeja discusión de arriba los contrapone y ha usado eso para hacer la apología de un sistema, el capitalista, frente a las alternativas que surgen frente a él como resistencia.
    El colectivo, se nos dice, borra la individualidad, la subyuga. Y entonces, en un salto teórico ramplón, se pasa a cantar alabanzas al sistema donde, se repite, cualquier individuo puede llegar a ser lo que sea, bueno o malo, porque existe la garantía de libertad.
    Se me ocurre que esto de la "libertad" es algo sobre lo que habría que bordar más a fondo, pero tal vez sea en otra ocasión, por ahora volvamos al individuo… o individua, según el caso o cosa.
    El sistema canta loas al individuo de arriba o al de abajo.
    Al de arriba porque el resaltar su individualidad buena o mala, eficiente o deficiente, brillante u oscura, escamotea la responsabilidad de una forma de organización de la sociedad. Así tenemos que hay individuos gobernantes malos… o más malos (perdón, no encontré ninguno que me permitiera poner "o buenos"), individuos de poder económico ídem, etcétera.
    Si el individuo de arriba es perverso, torpe, cruel y terco (lo sé, parece que estoy dando la media filiación de Felipe Calderón Hinojosa), entonces lo que se tiene que hacer es quitar a ese individuo malo y poner en su lugar a un individuo bueno. Y si no hay individuos buenos, pues entonces al menos malo (lo sé, parece que estoy repitiendo una consigna electoral de hace 5 años y pronta a reciclarse).
    El sistema, es decir, la forma de organización social, queda intacto. O sujeto a las variaciones permisibles. Es decir, se pueden hacer algunos cambios, pero sin que cambie lo fundamental, a saber: hay unos pocos que están arriba, unos muchos que están abajo, y los que están arriba lo están a costa de los que están abajo.
    Y al individuo de abajo se le aplaude y se le admira porque la rebeldía individual no es capaz de poner en serio peligro el funcionamiento de esa forma de organización social. O se le ridiculiza y ataca porque el individuo es vulnerable.
    Permítaseme entonces una arbitrariedad retórica: digamos que los anhelos fundamentales de todo ser humano son: vida, libertad, verdad. Y que tal vez se puede hablar de una graduación: mejor vida, más libertad, mayor conocimiento.
    ¿Es posible que el individuo pueda alcanzar a plenitud estas aspiraciones y sus respectivas gradaciones en un colectivo? Nosotros creemos que sí. En todo caso, estamos seguros de que no puede alcanzarlas sin el colectivo.
    "¿En dónde, con quién, contra qué?". Éstas, decimos nosotros, son las preguntas cuya respuesta define el lugar del individuo y del colectivo en una sociedad, en un calendario y una geografía precisos.
    Y no sólo. También definen la pertinencia de la reflexión crítica.
    Antes dije que estas reflexiones colectivas no pretenden alcanzar la verdad general, pero sí tratan de alejarse de la mentira unánime que desde arriba se nos trata de imponer.
    -*-
    Y sólo unas palabras sobre esfuerzos que ahora parecen de individuos solitarios.
    A quienes critican las distintas iniciativas que, aún dispersas, surgen del dolor social, habría que recordarles que, al juzgar y condenar a quien hace algo, están absolviendo a quien nada hace.
    Porque acabar con la arbitrariedad, desorganizar la confusión, parar la guerra, son tareas colectivas.

    IV.- LO QUE VA A PASAR
    El mundo como ahora lo conocemos será destruido. Desconcertados y maltrechos, nada podrán responder a sus cercanos cuando les pregunten “¿Por qué?”
    Primero serán movilizaciones espontáneas, violentas y fugaces. Luego un reflujo que les permitirá respirar tranquilos (¡uf! ya pasó, mi buen). Pero después vendrán nuevos levantamientos, pero organizados porque participarán colectivos con identidad.
    Entonces verán que los puentes que destruyeron, creyendo que habían sido erigidos para ayudar a los bárbaros, no sólo serán imposibles de reconstruir, también se darán cuenta de que esos puentes eran para ser ayudados.
    Y dirán ell@s que vendrá una época de oscurantismo, pero no será sino simple rencor porque la luz que pretendían detentar y administrar no servirá absolutamente para nada a esos colectivos que se hicieron de su propia luz, y con ella y en ella andan y andarán.
    El mundo ya no será el mismo mundo. Ni siquiera será mejor. Pero se habrá dado una nueva oportunidad de ser el lugar donde la paz sea posible de construir con trabajo y dignidad, y no un continuo ir contra corriente en medio de una pesadilla sin fin.
    Entonces, puesto que poesía, en una pinta sobre un muro derruido se leerán estas palabras de Bertold Brecht:
    Vosotros, que surgiréis del marasmo en el que nosotros nos hemos hundido, cuando habléis de vuestras debilidades, pensad también en los tiempos sombríos de los que os habéis escapado. Cambiábamos de país como de zapatos a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella. Y sin embargo, sabíamos que también el odio contra la bajeza desfigura la cara. También la ira contra la injusticia pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros, que queríamos preparar el camino para la amabilidad no pudimos ser amables. Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos en que el hombre sea amigo del hombre, pensad en nosotros con indulgencia.
    Vale Don Luis. Salud y que la inmovilidad no triunfe de nuevo.
    Desde las montañas del Sureste Mexicano.
    Subcomandante Insurgente Marcos. México, Abril del 2011.
    P.D.- Ya para terminar esta misiva, otra vez la muerte llegó con su imprevisto paso a un camino compañero. Felipe Toussaint Loera, un cristiano de esos que creen en la necesidad de la justicia terrenal, se fue una tarde de este caluroso abril. De Felipe y deotr@s como él son de quienes hablábamos en textos recientes. Él fue y es parte de esa generación de hombres y mujeres que han estado del lado de los indígenas cuando no estaban aún de moda y también cuando dejaron de estarlo. Lo recuerdo en una de las reuniones preparatorias de La Otra Campaña, en el 2005, ratificando su empeño en inscribir su historia individual en la historia de un colectivo renaciendo una y otra vez. Saludemos su vida, porque en ella, a las preguntas “¿dónde?, ¿con quién?, ¿contra qué?” Felipe se respondió: “abajo, con los indígenas que luchan, contra el sistema que los explota, los despoja, los reprime y los desprecia”. Todas las muertes de abajo duelen, pero hay unas que duelen más cerca. La de Felipe es como si algo muy nuestro nos faltara.