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31 de marzo de 2011

Memoria de barcos, de Francisco Álvarez Velasco

Memoria de barcos
*Texto para el catálogo de la exposición pictórica de Mabel Lavandera

Los dioses no tienen necesidad de recurrir al arte –a la techné- y fabricar barcos, por ejemplo, para zarpar a otras tierras. Muy distinta es la condición humana: «Muchas cosas hay portentosas, pero ninguna tan portentosa como el hombre; él, que ayudado por el viento tempestuoso llega hasta el otro extremo de la espumosa mar, atravesándola a pesar de las olas que rugen, descomunales” –canta el coro en Antígona. Y pocas tan prodigiosas – añadimos- como la posibilidad de parar las aguas del olvido de los barcos que fueron y aquí nacieron y ya no son ni volverán a ser, dándoles la vida prolongada del arte en los lienzos de los pintores. Esta memoria de barcos empieza en la melancolía y en el corazón de la artista Mabel Lavandera. Para su relato acude a una paleta bien cargada de nostalgias y allí moja y mueve brochas y pinceles.

Con luz de cobre, de óxido, de amarillos, de oros viejos, de grises cantábricos –que son los colores de la nostalgia-; con azules ultramar, con luz de noche iluminada...

En este rincón de la orilla cantábrica hay abundantes bosques y carbón y hierro y una mar que despliega su horizonte al norte, al noroeste y al poniente. También hombres que ganaron el pan con su esfuerzo y sudor aquí mismo a la orilla de la mar o vieron que en ella había un camino que llevaba a otras tierras donde podía también ganarse. Por todo ello en este rincón de la orilla cantábrica se hicieron barcos y desde aquí y hasta aquí llegaron barcos.

Desde la nostalgia de lo perdido, que es el mejor alimento para la memoria, Mabel Lavandera ha rebuscado en su memoria personal y en la memoria colectiva de esta ciudad hasta dar con las imágenes dormidas que eran pecios en los naufragios del tiempo y ahora son fragmentos vivos para una historia, colgados en las paredes de la Sala Cornión: el Tongan Hamburg –apenas recién salido del magma artístico en el primer momento del proceso de creación-, el Antonio López, otros barcos sin nombre; también la intrahistoria de los que se pusieron manos a la obra para trabajar la madera, para domar el hierro, para levantar las geometrías de la arquitectura naval; también la de quienes zarparon aquí con la esperanza de ganar el pan allende la mar y de los que volvieron triunfantes o derrotados, y esa madre y su hijo sentados en la arena tal vez contemplándolos en su partida o en su vuelta; también el tierno y oloroso simbolismo de esos panes tan vivos como si ahora mismo los hubieran sacado del horno.

Eugènio de Andrade se preguntaba si puede haber un lugar más triste que un país sin memoria. De ese peligro nos ayuda a salvarnos esta memoria de Mabel recordándonos de dónde, en gran medida, viene este pueblo. Del mismo modo que se canta lo que se pierde, aquí se cuenta en imágenes lo que se ha perdido. ¿Qué mejor empeño puede haber para artista? Con luz de cobre, de óxido, de amarillos, de oros viejos, de grises cantábricos –que son los colores de la nostalgia-; con azules ultramar, con luz de noche iluminada: toda la vida que la pintura puede dar a aquellos barcos que aquí se construyeron o arribaron o partieron, para que ellos y aquellos hombres no se disuelvan para siempre en la bruma del olvido.

Gijón, abril de 2011
Francisco Álvarez Velasco

30 de marzo de 2011

El pasado pintado sobre el mar: Mabel Lavandera

Foto: El Comercio Digital

Fuente: El Comercio Digital

Una nostalgia que para el autor del texto del catálogo, el poeta Francisco Álvarez Velasco, también colaborador de este periódico, es absolutamente evidente, pues, según él, Lavandera habla con sus pinturas desde la melancolía de lo perdido y lo hace a sabiendas de que es «el mejor alimento para la memoria».


Mabel Lavandera abre una nueva ventana a su pintura por la que en lugar de presentes entran los recuerdos que un día ocuparon su mirada y la de toda una ciudad. Ofrece la creadora, colaboradora de EL COMERCIO, una vista a los viejos astilleros de Gijón, remontando sus pinceles a los tiempos en que el trabajo no cesaba y, como ella dice, «eran el pan de tantas familias». Su colección de recuerdos, titulada 'Memoria de barcos', será inaugurada mañana, en la sala de arte Cornión, de Gijón, pero ya está colgada en sus paredes. Ayer mismo, a primera hora de la tarde, quedaba listo el montaje para quien quisiera contemplar sus intensos colores, que son para el galerista, Amador Fernández, un espejo nítido de «arqueología industrial».
No está muy conforme Mabel con esa descripción. Para ella estos cuadros, creados sobre dibujos de aquellos años en que los ahora recuerdos eran estampas vivas, no buscan ni admiten definiciones concretas. Tampoco acepta la nostalgia que otros ven en la colección de óleos sobre lino.
Una nostalgia que para el autor del texto del catálogo, el poeta Francisco Álvarez Velasco, también colaborador de este periódico, es absolutamente evidente, pues, según él, Lavandera habla con sus pinturas desde la melancolía de lo perdido y lo hace a sabiendas de que es «el mejor alimento para la memoria». Esa memoria «personal y colectiva» en la que la pintora «ha rebuscado» hasta dar con «las imágenes dormidas que eran pecios en los naufragios del tiempo y ahora son fragmentos vivos para una historia, colgados en las paredes de la Sala Cornión».
Una historia que se inicia con «el primer barco de Juliana, el 'Antonio López'», como explica la propia Mabel, y termina con el paisaje sin barcos, o mejor dicho con un barco asomando, cual fantasma, la proa a los lejos del cuadro.
Está también en esta serie, el 'Tongan Hamburg', en pleno proceso de construcción, y otras muchas estructuras sin nombre, pero con historia. Hay asimismo en la exposición de Cornión, que permanecerá abierta al público hasta el último día de abril, un homenaje a «los artífices de aquellos barcos, a los hombres que les dieron forma». Lo que Velasco llama «la intrahistoria de los que se pusieron manos a la obra para trabajar la madera, para domar el hierro, para levantar las geometrías de la arquitectura naval». La memoria de aquellos trabajadores de los astilleros que buscaban el pan (también retratado en la exposición), donde ahora se buscan buenas vistas.

El tema del mar ha sido recurrente en la pintura de Mabel Lavandera

Y en medio de todo ese arsenal marino, de barcos que nacen y que parten llenando el horizonte, ya sin grúas, Mabel Lavandera pinta un pequeño barco de papel, que «habla de esperanza». También ocupa las paredes de la sala una pareja de mujeres, que titula 'Playa' y que en la mirada del poeta son una madre y su hijo sentados en la arena limpia. Una pareja que «tal vez», dice Velasco, contempla «en su partida o en su vuelta» alguno de los barcos que saltaron en este año y el pasado a los lienzos de la pintora. Los barcos que están en su memoria y que ahora se pueden observar en la exposición gijonesa para demostrar una verdad: «Que este mundo si está en nuestra mente no ha desaparecido».