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14 de enero de 2010

Veo luces amarillas... pero huelo a libros (Borges)






Alicia Reyes narra la satisfacción que representó para ella que el Primer Premio Internacional Alfonso Reyes, instituido para honrar la memoria de este mexicano universal, fuera concedido en 1973 a Jorge Luis Borges.

-Casi me cuesta la vida -dice. -Recibía llamadas que me decían que si invitaba a Borges habría fuerzas de choque.

Y Borges bajó del avión, apoyado en su bastón, directamente a los brazos de Alicia, Tikis, como le decía de cariño su abuelo y le siguen diciendo en casa.

Al llegar a la Capilla Alfonsina, Alicia le preguntó a Borges, usando el diminutivo afectuoso inglés que daban amigos y familiares al gran escritor argentino:
-Georgie, ¿qué ves?
Y Borges contestó:
-Veo luces amarillas, pero huelo a libros.

5 de enero de 2010

Alfonso Reyes en Madrid



Eran los años de la Primera Guerra Mundial y un jovencísimo Alfonso Reyes, con su también joven esposa Manuela se encontraban en Madrid. Alicia Reyes nos cuenta una entrañable anécdota de su abuelo, que padece el gracejo madrileño a costa de la belleza de su esposa y su baja estatura.

Sol de Monterrey: Un espléndido regalo de Reyes


Alicia Reyes, la nieta preferida de Don Alfonso Reyes, el gran escritor mexicano, lee en la mágica Capilla Alfonsina el poema Sol de Monterrey como el más espléndido regalo de ¡Reyes! para todos los que nos hemos encontrado en la Voz y la Mirada.

Sol de Monterrey

No cabe duda: de niño,
a mí me seguía el sol.
Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

Saltaba de patio en patio,
se revolcaba en mi alcoba.
Aun creo que algunas veces
lo espantaban con la escoba.
Y a la mañana siguiente,
ya estaba otra vez conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

(El fuego de mayo
me armó caballero:
yo era el Niño Andante,
y el sol, mi escudero.)

Todo el cielo era de añil;
toda la casa de oro.
¡Cuánto sol se me metía
por los ojos!
Mar adentro de la frente,
a donde quiera que voy,
aunque haya nubes cerradas,
¡oh cuánto me pesa el sol!
¡Oh cuánto me duele, adentro,
esa cisterna de sol
que viaja conmigo!

Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.--
Cada ventana era sol,
cada cuarto era ventanas.
Los corredores tendían
arcos de luz por la casa.
En los árboles ardían
las ascuas de las naranjas,
y la huerta en lumbre viva
se doraba.
Los pavos reales eran
parientes del sol. La garza
empezaba a llamear
a cada paso que daba.

Y a mí el sol me desvestía
para pegarse conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

Cuando salí de mi casa
con mi bastón y mi hato,
le dije a mi corazón:
--¡Ya llevas sol para rato!--
Es tesoro --y no se acaba--
no se me acaba --y lo gasto.
Traigo tanto sol adentro
que ya tanto sol me cansa.--
Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.

(Alicia Reyes en la Capilla Alfonsina, el santuario de sueños y libros donde el gran escritor mexicano vive para siempre, en la magia del 5 de enero de 2010).

Video sin música de fondo, para escuchar la melodía silenciosa de la Capilla Alfonsina, envolviendo las palabras de Alicia: