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24 de julio de 2015

El Astrófilo X, de Wilson Pérez Uribe




En la verde alameda del templo, el poniente
se hunde en un azul que se dispersa en lo profundo.
Ya el hábito del perlado planeta de hendir su luz
en la piel vegetal del rosado loto, ya surge
la primigenia estrella tejiendo un héroe en la proa
de sus milenios, ya el mar cósmico surca la noche
con olas de roja luna, ese resplandor, que en su música,
sangra un hilo de lluvia que se vierte en las arenas.
Ahora yo, deudor del cielo y de su astronomía,
repito en la memoria un acertijo de maestros orientales:
La corriente rápida no arrastra la luna.
En la noche cósmica mis ojos son un espejo,
reflejan el curso inmóvil del firmamento; multiplican,
perplejos, el universo en una gota de agua.

(C) Wilson Pérez Uribe


23 de julio de 2015

El Astrófilo IX, de Wilson Pérez Uribe




Yo no sé, amigo astrónomo, dónde deslía
su enigma de sombra la luz, ni cuándo, invisible,
la Tierra flota en la órbita corva del espacio.
A mi soledad la asaltan otras más frágiles,
extrañas y dispersas preguntas:
por qué en la brumosa Vía Láctea arde,
intemporal, una rosa pulsátil de mis pétalos.
Dónde yacerá el llanto rojo, azul, violeta
del antiguo astro que ha colapsado en sereno terror.
Dónde ve su aurora la cuerda, el átomo, la onda,
acaso el cosmos advierte su origen en una historia
de moléculas. Yo sólo soy una mirada, un instante,
un cuerpo que implora a las estrellas un poco de amor,
un poco de asombro. Yo no sé, las palabras urden mi noche.

(C) Wilson Pérez Uribe


22 de julio de 2015

El Astrófilo VIII, de Wilson Pérez Uribe

Wilson Pérez Uribe





Noche sin estrellas: soy el guijarro
que rueda en el confín de las tinieblas,
la leve presencia que labra en palabras
el faro que advierte la densidad de tu piel.
He caminado la larga ausencia de tus ojos,
vanamente entretejo un ardid geométrico
que descifre la oculta luz de astros peregrinos.
Noche, eres insomnio, el cuervo que devora
mis pasos. Estás hecha de olvido, de espanto;
dónde queda la blanca luna y el infinito de estrellas,
dónde el aire tatuado de signos y de pupilas.
Me salvan la memoria, un antiguo mapa
y los dones de la tristeza: pulir en tu negro ámbito
un cristal donde fulgirá la efigie de mi poema.

(C) Wilson Pérez Uribe

12 de abril de 2015

El Astrófilo VII, de Wilson Pérez Uribe



Quién soy yo, antiguo viajero de las noches,
efímera sombra que los astros prolongan.
Fatalmente he agotado en el verso al ocaso,
en mí no quedan más que las cenizas de un amor tardío
que retorna, incesante y terrible, en la hora
donde la Tierra cede a la ecuación de las tinieblas.
Quién soy yo, que cargo las pesadas, negras piedras
que arroja una luna de otoño. Quien contempla
el universo ya ha descifrado su rostro en la cartógrafa
sabana de estrellas. Mis pupilas se hunden
en la oscuridad: mar de leyes, incesante fuego,
Cruz del Sur; toda noche es una historia que los átomos
esparcen en pálidas, temblorosas lámparas de luz;
toda noche es la estela de una larga ausencia.

(C) Wilson Pérez Uribe

30 de marzo de 2015

El Astrófilo IV, de Wilson Pérez Uribe




Memorable la noche de lustrado brillo,
en que, luego del cantar de la lluvia,
abandoné la secreta escuela cuyas
artes declinan en el libro y en el verso,
para andar bajo la niebla silenciosa
hasta la alta colina donde el estanque quieto
hilvana en su húmedo sueño la onda
y el deseo de perderse en el Amazonas.
Arrebatado por el ilusorio reflejo
cedí al hechizado palpitar de los astros,
y allí, en las amplias fuentes de enigma y de luz,
entreví al hombre que se descubre
inmortal bifurcación, extraña melodía
de una estrella que fulge desde el pasado.

(C) Wilson Pérez Uribe



30 de diciembre de 2014

El Astrófilo I, de Wilson Pérez Uribe



En la alta búsqueda de los astros destiné la noche, la aurora y el poniente; leí en la vaga penumbra una página donde las leyes, símbolos y cartografías convergen. He escuchado el clamor de mi destino en la lejana música de Júpiter y Venus; he ordenado en el cielo como hojas en la estación seca, el rostro siempre amado y meditado, que nunca sabrá de mi remoto olvido ni el por qué de mi llanto, fruto de su efímera memoria.
No soy más que un arquetipo, una larga espera, un descifrar de esplendores por ocio y azar. Soy un constante ahora de luz y sombra en la desnuda y trágica armonía del tiempo.




13 de septiembre de 2014

El Astrófilo II, de Wilson Pérez Uribe



Algo buscan mis ojos
en la honda noche de anatomía estelar.
Algo entreteje con dificultad mi mirada
en el oro esparcido de un meteoro.
Indiferente de mi asombro
se precipita sobre mi helada pupila
el universo con su fabulosa tiniebla,
aunque por un sortilegio delicada y distante.
¿Quién me salvará de contemplar
ese lenguaje de perfección y abandono,
esa ligera tersura que la vista abarcar no puede?
¿En qué lugar, mil veces secreto,
por última vez iniciaré el rito de admirar
las estrellas que hasta en mi piel en fulgor duermen?

(C) Wilson Pérez Uribe


8 de septiembre de 2014

El Astrófilo VI, de Wilson Pérez Uribe



Contempla en silencio la danza de los astros,
que se eleven tus ojos al púrpura, azul, ámbar celeste
cuyos ardores viven turbulentos en tu sangre.
Cierta música va entretejiendo en tus sentidos
la alta y antigua cosmogonía de estrellas.
En ellas no verás la cadencia del número
que el árabe soñó en la quemante arena
ni la medida sombra ni el plano ni la línea
que adustas forman el rostro de un hombre griego.
Tras los pasos lentamente caminados,
ante el asombro de la materia que se yergue
y que no olvida destellar luz ante el cristal nocturno,
hallarás el mapa de tus manos y el fósil de tu memoria
en el continuo rumor, pródigo y lejano, del confín sideral.

(C) Wilson Pérez Uribe


30 de agosto de 2014

El Astrófilo V, de Wilson Pérez Uribe




Qué alarmante es la noche, qué seductora
cuando de los últimos ecos del atardecer
ha hecho del tiempo una fúlgida tiniebla.
No es el mar un idílico azul de rara profundidad,
no es el verdor de las islas que antaño
cedieron a la música griega, de oro y de vino.
No es mi corazón el rojo sueño de mil venas,
no son tus manos, invisible mujer que acaso espero
el mármol donde declinan, silenciosos, los libros.
Es la noche astronómica de palpitante fuga
donde en constelada filigrana reposan
las aguas de olvidadas costas; es la noche
en que palabras de humo se elevan
a la sabana celeste donde me contemplo y donde muero.