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21 de marzo de 2011

"La lírica joven busca poemas imaginativos, rompedores, vuelve la libertad expresiva"

ANTONIO COLINAS Poeta. Presentó en Oviedo «Obra poética completa»

Oviedo, M. S. MARQUÉS 

Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) acaba de cumplir 65 años y celebra su jubilación con un nuevo libro: «Obra poética completa», editado por Siruela, donde reúne dieciséis poemarios y con ellos 45 años de poesía. Instalado desde hace algunos años en Salamanca, el autor de «Sepulcro en Tarquinia» vivió en Ibiza más de veinte años, donde encontró un paisaje que le fue atrayendo por contraposición a la aridez de la tierra leonesa. «Obra poética completa» se presentó la pasada semana en la librería Cervantes de Oviedo. 

-¿Qué novedades incluye el libro? 

-Son 16 poemarios, y entre ellos hay dos nuevos que no estaban publicados. Uno lo estaba parcialmente, que es «La viña salvaje», y el otro, «Laberinto invisible», es totalmente inédito y es un libro que está todavía abierto. El título «Obra poética completa» es orientativo porque es completa hasta ahora, pero puede crecer. Es una edición que he cuidado mucho, la he preparado sobre los manuscritos y los cuadernos originales y eso también me permitió rescatar algunos poemas que no había recogido antes. 

-¿Incluye todo lo escrito? 

-Escribo poesía desde los 16 años y tengo en mi archivo cuadernos que siempre estoy pensando si es mejor romperlos o mantenerlos. Es algo muy vivo, son poemas muy machadianos o muy a lo Blas de Otero, con las influencias propias de aquellos días, muy neoclásicos. La duda siempre está presente. 

-¿Cómo ha sido el cambio experimentado por su lírica? 

-Soy un poeta que tiene ya una cierta voz, pero una de las cosas que me ha sorprendido de esta recopilación es que hay varias voces y que cada libro tiene su personalidad, su entidad, empieza con ese tono mío muy apegado a la emoción, a la intensidad. Luego hay una etapa irracionalista, la de «Sepulcro en Tarquinia» y «Truenos y flautas en un templo», para evolucionar hacia el pensamiento, la meditación. Después viene un libro clave que es «Astrolabio» y «Noche más allá de la noche», muy medido, muy rítmico. La última etapa se podría reconocer como humanista, de regreso a la realidad, de abordar los grandes temas de nuestro tiempo. 

-¿Qué tal envejece su poesía? 

-Creo que bien. Puede que haya sido más llamativa o más chocante en los años sesenta, cuando la crítica señalaba que yo seguía una vía neorromántica en la línea de los románticos europeos; entonces costó entender esa que iba a ser mi voz y que he procurado mantener. A estas alturas creo que se entiende mejor mi evolución. 

-¿Qué caracteriza esa evolución, amén de un acercamiento a la emoción y a la ética? 

-Hay un momento primero en que me pongo a tono con la poesía de entonces porque era muy necesario ese cambio de lenguaje, esa búsqueda de una palabra poética más libre, más imaginativa, con una presencia de la cultura a veces desbordada, pero que era necesaria después de las dos grandes corrientes imperativas que se habían dado después de la posguerra: el neoclasicismo y la poesía social. Había un grupo intermedio que fue el grupo «Cántico» con el que sintonizó esta poesía que nacía y que era más lírica, más esteticista. 

-¿Sigue los pasos de la poesía que hacen los más jóvenes? 

-Observo, desde hace cinco o seis años, una disparidad en las estéticas como si se estuvieran buscando caminos nuevos. Se busca un poema más imaginativo, vuelve otra vez la cultura, lo metafísico, lo que entendemos por poemas rompedores muy apegados al mundo de la imagen, es decir, vuelve la libertad expresiva y no sabemos en qué se van a decantar las corrientes que se observan. 

-Usted, como jurado de los premios, siempre ha apostado por el coreano Koun. ¿Por qué le gusta? 

-Es un gran poeta, de obra muy amplia, y ha tenido una vida muy unida a lo que fue el pasado siglo. Fue monje budista diez años, pero también fue un luchador político contra la dictadura de su país, estuvo preso y condenado a muerte y ahora se le reconoce como el poeta nacional de Corea. Estos últimos años siempre ha sido finalista en el premio Nobel. 

-Lleva 17 años participando en los premios, ¿introduciría algún cambio? 

-Los premios han sido una gran obra de Graciano García. Ahora hay una nueva dirección que sabrá encontrar el mejor camino, quizá se puedan abrir todavía un poco más las candidaturas. Creo que son unos premios con un listón muy elevado. 

-El libro incluye un poema dedicado a Graciano García. 

-Sí, es un poema que nace de la amistad, está escrito aquí, en Oviedo, y lo escribí un poco para mí. Lo desencadena el hecho de que yo sabía que estaba pasando unos momentos difíciles familiarmente, fue en esa encrucijada cuando él se jubila, aunque no se ha jubilado. Preparando esta edición me parecía que había resistido el paso del tiempo y que debía de ir ahí por ser un poema cívico, más allá de la amistad. Es un homenaje a un ser humano en una etapa crucial de su vida. 

-¿Es la poesía el género literario por excelencia? 

-Pienso que sí por esencial y porque va unida al ser humano desde los orígenes, cuando se escribían los poemas babilónicos o griegos. Era una forma de conocimiento. El poeta tiene que decir en muy pocas palabras lo que el novelista dice en muchas, son dos ritmos distintos. La poesía tiene esa capacidad de síntesis, esa tensión, ese fulgor y de ahí viene la dificultad.


Fuente: La Nueva España

6 de marzo de 2011

"Acaso la poesía sea un poco de calor contra la dureza de la vida"

06.03.11 - 02:08 - PACHÉ MERAYO | GIJÓN.

«La poesía acaso sólo sea eso: un poco de tibieza o calor contra la dureza de la vida o de la muerte. Huellas de una luz que nos enseñó a ser y a conocer, a vivir en lucidez y en plenitud, a sanarnos y a salvarnos un poco». Habla así Antonio Colinas (León, 1946) después de tocar la piedra caliente en la que llevaba todo el día reposando el sol justo la tarde en que puso el punto final al prólogo con el que advierte al lector sobre lo que ha compendiado bajo el título de Obra Completa que acaba de ver la luz. 17 libros, escritos durante 45 fructíferos años de un viaje creativo que no cesa. Un buen número de poemas que no llegan solos. Al nuevo volumen han acudido varios inéditos y otros revisados para la causa que no es otra, como dice el propio poeta que enfrentarse globalmente al tema central de su poesía. Y este es, «al margen de haber sido un medio poderoso para desarrollar mi vocación y la búsqueda de la plenitud del ser», es en esencia, «el diálogo». Un diálogo que habla con el paisaje de su tierra y que conversa, además, con la naturaleza, la mujer, el amor, la realidad y el Mediterráneo.
Poeta, novelista, ensayista, traductor y periodista, que ha recibido, entre otros importantes galardones, el Premio Nacional de Poesía (1982), lleva años poniendo nombre propio al Príncipe de las Letras y de esta relación nació una amistad y de la amistad uno de los poemas que se suman a su 'Obra poética completa'.
Dedicado al creador y hoy director emérito de la Fundación Príncipe de Asturias, Graciano García, se titula 'Hay una luz que viene de los montes' y es más que un homenaje, una oda a su destinatario al que define como «un hombre libre», un hombre de esta tierra, que «dio a los sueños más altos realidad hermosa y honda».
Fiel a una voz poética que despertó temprano en las entrañas de 'Poemas de la tierra y de la sangre' Colinas defiende la historia del olvido y advierte de que «si un día la niebla regresara / con sus olvidos hasta esta ciudad / que él hizo suya y nuestra en los afectos; / si pensáis que la niebla o que los años / pudieran ocultar el bien, sus obras, / sabed que siempre manará muy viva / ardiente en la verdad de los silencios- / la fuente de su ejemplo, que dio frutos».
Se suman estos versos, que llevan nombre propio a la experiencia de vivir que mana toda la obra del poeta leonés, «fundamental para entender la lírica contemporánea en lengua española».
Publicado por Siruela, este compendio de vida y poesía llega al lector evuelto en un bello retrato de Simonetta de Vespucci, musa de Botticelli y del Renacimiento. Tras ella, además de los 17 libros, Colinas aporta el contenido de dos manuscritos rescatados, ampliados y pulidos. Se trata de 'La viña salvaje, que, está en los cajones de su vida desde 1972. Aquel año veía la luz el poemario 'Truenos y flautas en un templo', que acoge también este nuevo libro de viejos y nuevos versos ordenados cronológicamente y cerrados con 'El laberinto invisible'.
Bajo ese título Colinas abraza sus últimos poemas inéditos, escritos algunos en su último viaje a China y que dejan transparentar cierto sedimento oriental, fácil de observar en su última obra en la que ha ido despojándose «de la palabra hueca y tensa, en busca de un laberinto de quietud invisible», como él mismo reconoce. Y, entre medias, 'Noche más allá de la noche' (1980), el libro que, en más de una ocasión ha dicho que elegiría de entre todos ellos «por pertenecer a una etapa vital muy dura y extrema».
En 'Obra poética completa' también están el 'Libro de la mansedumbre' (1997), 'Los silencios de fuego' (1992) o 'Tiempo y abismo' (2002), entre otros. Uno y otros van dando forma a la cartografía poética por la que ha ido viajando «paso a paso», como decía María Zambrano al hablar de Colinas. Una cartografía en la que no sólo ponen monte y valle las palabras. También sus lugares reales, las calles de su ciudad, y las de Salamanca, Córdoba, Italia, las de Ibiza. Y del mismo modo están en sus versos las huellas de Hölderlin, Juan Ramón Jiménez, Rilke, María Zambrano, Machado, Vicente Aleixandre, Montaigne, Homero, Jung y hasta Cervantes.

Fuente: El Comercio