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11 de noviembre de 2012

Final del día, el nuevo libro de Frank Castell



El poeta cubano Frank Castell ha publicado un nuevo libro en la Editorial Sanlope de Las Tunas, Cuba.
A decir de Tony Borrego, se trata de un "libro revelador, de oficio valioso que aporta en acabado palpable, mesurado y escrito en décimas". En él homenajea a varias figuras de la poesía cubana y universal y como primicia, el poeta nos ofrece para estos espacios de la red su estremecedor Desde la calle fría, dedicado a Miguel Hernández, a partir del cual se siente a golpes certeros de belleza que la Eternidad acontece en la Poesía.


DESDE LA CALLE FRÍA

                                           Miguel Hernández
Vuelves, Miguel, a la vida
sin importarte que el miedo
es un animal tan ciego
como el dolor que respiras.
Nadie comprende la risa
del golpe, la tos y el hambre.
El mundo no pudo darte
una verdad menos triste.
Y fue tu canto imposible
en la voz del caminante.

España, Lorca, el vacío,
una mudez, un disparo,
la tierra y el desamparo,
sangre del eterno río.
España, espejo sombrío
que te arrancó la quimera,
la madre, el hijo, la espera,
muertes de un morir profundo,
la eternidad de un segundo
lanzada sobre la hoguera.

¿Quién responde la pregunta
mortal de un pájaro herido
cuando se pierde el camino
y la muerte se desnuda?
¿Quién apuesta, quién augura
otro país, otro acierto
otra verdad, otro cielo
sin importarle el naufragio,
o el signo de algún humano
corazón desde el silencio?

Nunca apagaste la voz,
niño yuntero sin tierra
para enfrentar a la guerra
que te hizo ausente y feroz.
Nunca olvidaste que Dios
estuvo bajo tu piel,
que la verdad siempre es fiel
y la vida incierta y corta.
Tú vives, ya nada importa.
Eres eterno, Miguel.

(C) Frank Castell
"Final del día".
Editorial Sanlope. Las Tunas, Cuba, 2012
Voz: María García Esperón
Música: Chris Spheeris
2012


26 de julio de 2012

El hambre, de Miguel Hernández, musicado por Rafa Lorenzo, en REPUBLICASTUR 2012


El poema El hambre, de Miguel Hernández, musicado por Rafa Lorenzo, que lo interpreta en el concierto republicano del 15 de julio 2012 en Llar de Corvera en Las Vegas, Avilés, Asturias y que reuniera también a Las Lavanderas y a Lucía Socam.


El hambre
Miguel Hernández

I

Tened presente el hambre: recordad su pasado
turbio de capataces que pagaban en plomo.
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
con yugos en el alma, con golpes en el lomo.

El hambre paseaba sus vacas exprimidas,
sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,
sus ávidas quijadas, sus miserables vidas
frente a los comedores y los cuerpos salubres.

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura,
eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura
del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

Años del hambre han sido para el pobre sus años.
Sumaban para el otro su cantidad los panes.
Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños
de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes.

Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas,
cicatrices y heridas, señales y recuerdos
del hambre, contra tantas barrigas satisfechas:
cerdos con un origen peor que el de los cerdos.

Por haber engordado tan baja y brutalmente,
más abajo de donde los cerdos se solazan,
seréis atravesados por esta gran corriente
de espigas que llamean, de puños que amenazan.

No habéis querido oír con orejas abiertas
el llanto de millones de niños jornaleros.
Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas
a pedir con la boca de los mismos luceros.

En cada casa, un odio como una higuera fosca,
como un tremante toro con los cuernos tremantes,
rompe por los tejados, os cerca y os embosca,
y os destruye a cornadas, perros agonizantes.

II

El hambre es el primero de los conocimientos:
tener hambre es la cosa primera que se aprende.
Y la ferocidad de nuestros sentimientos,
allá donde el estómago se origina, se enciende.

Uno no es tan humano que no estrangule un día
pájaros sin sentir herida en la conciencia:
que no sea capaz de ahogar en nieve fría
palomas que no saben si no es de la inocencia.

El animal influye sobre mí con extremo,
la fiera late en todas mis fuerzas, mis pasiones.
A veces, he de hacer un esfuerzo supremo
para acallar en mí la voz de los leones.

Me enorgullece el título de animal en mi vida,
pero en el animal humano persevero.
Y busco por mi cuerpo lo más puro que anida,
bajo tanta maleza, con su valor primero.

Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos
donde la vida habita siniestramente sola.
Reaparece la fiera, recobra sus instintos,
sus patas erizadas, sus rencores, su cola.

Arroja sus estudios y la sabiduría,
y se quita la máscara, la piel de la cultura,
los ojos de la ciencia, la corteza tardía
de los conocimientos que descubre y procura.

Entonces solo sabe del mal, del exterminio.
Inventa gases, lanza motivos destructores,
regresa a la pezuña, retrocede al dominio
del colmillo, y avanza sobre los comedores.

Se ejercita en la bestia, y empuña la cuchara
dispuesto a que ninguno se le acerque a la mesa.
Entonces sólo veo sobre el mundo una piara
de tigres, y en mis ojos la visión duele y pesa.

Yo no tengo en el alma tanto tigre admitido,
tanto chacal prohijado, que el vino que me toca,
el pan, el día, el hambre no tenga compartido
con otras hambres puestas noblemente en la boca.

Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera
hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente.
Yo, animal familiar, con esta sangre obrera
os doy la humanidad que mi canción presiente.

2 de octubre de 2011

Elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández. Recita Joaquín De la Buelga


(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien
tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.


Miguel Hernández
El rayo que no cesa
Recita: Joaquín De la Buelga
Realización video: MGE
LA CARAVANA DEL VERSO
MMXI

4 de febrero de 2011

Elegía Primera, de Miguel Hernández

La gran VOZ de José Sacristán, actor español, asiduo de recitales poéticos en España, siempre dispuesto a sumergirnos en otras voces.





Poema Elegía Primera
de Miguel Hernandez


Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas,
y en traje de cañón, las parameras
donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
y llueve sal, y esparce calaveras.



Verdura de las eras,
¿qué tiempo prevalece la alegría?
El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas
y hace brotar la sombra más sombría.

El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro.
Y una vez más al callejón del llanto
lluviosamente entro.

Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar revocada,
amasado con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.

Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.

Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.

Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.

Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.

¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.

Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.

Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.

Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.

Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.

¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.

Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.

Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.

Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.

Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.

No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.

Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.

Pero el silencio puede más que tanto instrumento.

Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.

Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.

Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.



2 de febrero de 2011

Me tiraste un limón y tan amargo, en la voz de Joaquín De la Buelga


Me tiraste un limón, y tan amargo
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.

Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.

Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,

se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.

Recital "Barro"
Homenaje a Miguel Hernández en su Centenario
Poema: Me tiraste un limón, y tan amargo"
Auditorio Casa Municipal de la Cultura de Avilés
Fecha: 27-X-2010
Recita: Joaquín de la Buelga
Cía: La Caravana del Verso

22 de enero de 2011

Hallados 170 bosquejos del trabajo poético de Miguel Hernández

El material, encontrado en Archivo Histórico de Elche, está relacionado con distintas etapas de la vida del poeta.


21/01/2011 21:46  Alicante
Un total de 170 apuntes o bosquejos del trabajo poético de Miguel Hernández, entre ellos octavas inacabadas o tachadas y metáforas y versos sueltos, han sido hallados en el Archivo Histórico de Elche por la profesora titular de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Alicante, Carmen Alemany.
El material ahora hallado está relacionado con distintas etapas de la vida de Miguel Hernández, mayoritariamente con su juventud, cuando publicóPerito en lunas, y con el periodo de la Guerra Civil, según han informado fuentes académicas.
Una de las principales novedades del hallazgo, cuyo contenido ya fue adelantado durante un reciente congreso hernandiano, es, según la profesora, "el insistente y voluntarioso trabajo de creación" de Miguel Hernández, con "páginas y páginas en las que traza imágenes y escribe metáforas y versos sueltos".
Los textos, que se hallaban en el Archivo Histórico de Elche, desvelan "la riqueza del proceso creativo del poeta"
En definitiva, se trata de "ejercicios literarios que le servían de aprendizaje poético y de referente para componer sus poemas", ha explicado Alemany, directora del Centro de Estudios Iberoamericanos Mario Benedetti de la Universidad de Alicante y autora de varias ediciones sobre la obra de Hernández.
Los textos, que se hallaban en el Archivo Histórico de Elche, desvelan, a juicio de Alemany, "la riqueza del proceso creativo del poeta", cuya obra, "al contrario de lo que sostenían los investigadores, es fruto de una profunda meditación y de un trabajo exhaustivo hasta llegar a la versión definitiva del poema".

Octavas tachadas

Aunque lo ahora descubierto no son textos esenciales de Miguel Hernández, "sí son fundamentales para el estudio de su obra, porque complementan lo que ya sabemos del autor y de su forma de hacer poesía", ha manifestado la profesora alicantina.
Entre los textos hallados, también destaca "una sucesión de ideas e imágenes separadas por guiones que permiten hacerse una idea de la temática y el enfoque del poema, así como textos casi acabados o terminados, como algunas octavas que el autor tachó completamente".
Como ejemplo de los primeros, Alemany ha destacado una reflexión que el poeta oriolano escribe sobre el valor de la imagen en la poesía: "No me deja estar la imagen hasta que no la escribo".
Su parecido con Lorca y Neruda, a uno físicamente y al otro como voz poética, es otro de los temas que aparecen en el material rescatado por Alemany, donde Hernández reivindica su "derecho a merecer".
"Es posible -escribe el poeta- que esta voz se parezca a otra cualquiera, presumo yo que sí, pero qué culpa tengo de que mi rostro sea como el de Federico, de que mi paso tenga que ver con el de Pablo. Aún estoy mas me merezco, mas me merezco más y más te pido, me merezco a la esponja, me merezco a la arena...".

21 de diciembre de 2010

Las abarcas desiertas, de Miguel Hernández


* Agradecimiento a Joaquín de la Buelga por habernos puesto en el camino este video. (VyM)

Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda la gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.


Banda Inaudita
Banda Inaudita con Julián Páez
Álbum: 'A la luna venidera'
Poema © Miguel Hernández.
Música © Juan Pablo Muñoz Zielinski

Cante: Julián Páez.
Guitarra Juan P.M.Zielinski.
Violín: Oti Fidalgo.
Clarinete: Laura Villa.
Clarinete Bajo: Santiago Puente.
Percusión: Faín Sánchez Dueñas

Vela Records04-2010