Yo me abandono en ti como los náufragos
como el que tiene una astilla y sobrevive
en las inquietas aguas que es su mundo.
Yo me abandono en ti, Dios de los pobres
cuando el futuro es un pan adormecido
que tú despiertas con el sol o con la nieve.
Tú que caminas anónimo y discreto
de la luz a la inmundicia de nosotros.
Acaso lanzas al camino mil preguntas
y nosotros, eternos caminantes
hemos pedido urgente que te alejes
que te disuelvas en templos u oraciones.
Mas tú no puedes Señor y continúas
trabado a nuestros cuerpos casi estériles.
Yo me abandono en ti porque las piernas
han gritado una fatiga tan humana
y me he tendido sin templos ni liturgias
a dialogar contigo sobre el polvo.
Así desnudo estas preguntas que a mí vienen
caídas de quien sabe cual abismo.
Y me respondes tú como quien pasa,
como quien cruza los caminos de mi tiempo.
Tú me regalas más que sombra y lejanía.
Por ti me queda un sabor a lluvia y trigo,
un sabor a crepúsculo y sembrado.
Tú me invitas: desciende con los míos,
no vaya a ser que te vicies a estar solo.
Yo me abandono en ti por la miseria,
por los harapos que arrastran tanto Gólgota.
Y en borde del camino en que me he puesto
he cosechado las espigas que quisiste
y me abandono en ti para que sobren.
(C) Jorge Luis Peña Reyes
Voz: María García Esperón
Música: Chris Spheeris
MMXI