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14 de marzo de 2016

Otra mirada a los clásicos: lluvia de esperanza en Bogotá


Juan Camilo Sierra fue nuestro invitado de honor

Alejandra Ramos Henao y yo nos citamos con José Luis Díaz Granados un día anterior al encuentro que sostendríamos en la Biblioteca delos Fundadores del Gimnasio Moderno de Bogotá. Un hombre extraordinario, cálido y afable, conversador exquisito, narrador, periodista, poeta de hondura, José Luis se gana de inmediato el afecto de quien lo conoce.
Con emoción grande llegamos a la Biblioteca, donde ya comenzaban a llegar los docentes convocados por Enlace Editorial y donde ya esperaba Matilda Braun, la niña que llegó desde México para hablar en nombre de los jóvenes de su colegio Motivaré, que habían tenido la experiencia de leer Dido para Eneas y El anillo de César, adentrándose en estos temas.
Acudió también nuestro invitado de honor, Juan Camilo Sierra, y saludarlo fue para mí un enorme gusto pues aprecio infinitamente su persona y la labor que realizó tantos años al frente del Fondo de Cultura Económica colombiano. Michelle López, la ilustradora de muchos de mis libros y con quien he hecho mancuerna creativa también arribó a una cita envuelta en la lluvia, bienvenida tras semanas de secano y que envolvía el Gimnasio Moderno en el velo de la magia.

José Luis Díaz Granados condujo una inolvidable charla en el Gimnasio Moderno
Alejandra Ramos Henao dio la bienvenida a los asistentes y la primera en hablar fue Matilda, quien con su sencillez y encanto hechizó a los presentes y marcó la tónica de un conversatorio signado por la sinceridad y tomado de la mano de la sorpresa. José Luis Díaz Granados habló de poesía, de narrativa, de música... las experiencias con los colegios que había tenido yo durante toda la semana en torno a mi libro El remo de Odiseo afloraban, dando concreción al encuentro, su sabor de realidad.

Los clásicos y los jóvenes: Matilda lo expresó como nadie
Gracias a Federico Díaz Granados, director de la Biblioteca de los Fundadores, a Alejandra Ramos y Alfonso Rubiano, directores de Enlace Editorial, a Angie Torres que quedó en México pero quien fue la impulsora de Matilda y quien la introdujo a la lectura de los clásicos, a todos los docentes colombianos que esa tarde en Bogotá hicieron que lloviera la esperanza.

Matilda Braun: simplemente inolvidable



17 de septiembre de 2015

Un árbol de poesía azteca en Colombia

Foto::FCE


La mañana del 13 de septiembre de 2015 nos sorprendió en Bogotá con sus azules intensos y sus nubes con prisa. Prisa por llegar a un recinto encantado, el Centro Cultural Gabriel García Márquez que también se abrió con un abrazo a la visita de los niños.

Juan Camilo Sierra y Ricardo Castro, asistidos por Adriana se ocuparon de que los niños invitados, que cursan la educación primaria en una escuela con el nombre de México, se sintieran los protagonistas de la librería. 

Nuestro objetivo: dejar plantado un árbol de poesía azteca al término de una siembra de palabras donde poco a poco convocamos esencias mexicanas, pájaros de Tenochtitlan, incienso del Templo Mayor, el perfil de los volcanes, Teotihuacan sagrada y la leyenda del ajolote, ese Xólotl tan lejos y tan cerca del espléndido Quetzalcóatl.

Así urdimos con palabras el mundo exquisito que rodeó a Copo de Algodón, la estrella de ese día, niña tan niña como los que estaban sentados en las primeras filas, como Néstor Alejandro, el poeta de 6 años que volvió a la librería con sus padres y que conoció, como todos los demás, la flor y el canto.

Estaba nuestro árbol descubierto y expectante, ansioso por cubrirse de poemas. Habló Copo de Algodón a través de su libro para presentarse ante los niños colombianos. Y se escuchó la música de David García mientras Alejandra Ramos Henao y yo hacíamos llover los versos escritos en papel de seda.

Los pequeños atraparon al vuelo la poesía, al fin liviana, alada y sagrada, platónica del Anáhuac y algunos muy pequeños, como una niñita de 5 años, que apenas comenzaban a leer, ensayaron con aplomo la lectura de los versos. Después se dirigían al árbol para llenarlo de hojas, con una fe poética que a todos se nos prendió en el alma.

Foto::FCE



¡Son verdaderos los corazones de nuestros amigos! Sonreía el poeta azteca desde los cielos al ver a Juan Camilo, a Ricardo, a Adriana, a Alejandra, Guillermo, Michelle, Patricia... sonrisas y voluntades que nos hemos cultivado a la distancia por internet o en esa misma librería hacía dos tardes. ¡No desfallezcas, corazón mío! Solo venimos a soñar... Yo amo el canto del cenzontle, pájaro de cuatrocientas voces... Pero amo más a mi hermano el hombre.

Si existen las mañanas perfectas, esa de seguro lo fue. Un círculo humano próximo y luminoso, muchos caminos cumplidos y el dibujo de la esperanza, intacto.

Una vez más, gracias Fondo de Cultura Económica, gracias Juan Camilo, gracias Colombia...

María García Esperón