Iglesia de Santa María...
Monasterio de Valdediós...
Llueve y el lienzo del viento se extiende húmedo sobre el parpadeo prerrománico del Conventín.
Joaquín y Felipe dejan la huella en el césped.
A muchos kilómetros Laína Cores acompaña en el último viaje a su hermano, con una canción silenciosa. Pero se siente su presencia en Santa María. Ella es la cuerda de esta guitarra, la suavidad, la ternura...
La Caravana se ha traído el alma en los versos de San Juan de la Cruz, de Fray Luis, de León Felipe... Ellos, los versos, llegan antes de decirse, como buscando su crucifijo, su muro blanco infinito. Los frailes mexicanos sonríen, ya conocen a Joaquín, a Felipe, ya confabularon el silencio de su convento con los silencios que conservan siempre vivos a los poemas.
Amado Nervo...
Santa Teresa...
Desde el coro, Patricia Martínez, artista invitada, interpreta Ombra mai fui y Lascia ch'io pianga, de Haendel y el Ave María de Gounod. Rubén Díaz la acompaña, en diálogo asombrado de pianista con el muy antiguo órgano de la iglesia, con su voz de gigante sabio e inocente.
La espiritualidad de la Semana atraviesa los muros de la iglesia. Se enzarza en los versos que dice Góngora por los labios de Felipe. Pequé, Señor... Ya Joaquín había apasionado los espacios con el Via Crucis de Gerardo Diego y tal vez nunca la Vida retirada resonó así, tan profunda, como en esa especie de teatro sagrado de la palabra que en su iglesia admitió la Congregación de San Juan y su Superior, el Padre Tarsicio.
Desde el público, el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, Ignacio Vidau, se sumó a la ovación tributada a la Caravana del Verso y a sus artistas invitados, que supieron dejar huellas de voz en Santa María, versos del alma en Valdediós.
Joaquín de la Buelga con el Conventín al fondo. |
Felipe camina en la tarde lluviosa de Valdediós |
La atmósfera de Santa María preludiaba los Versos del Alma |
Joaquín en los momentos previos al recital. |