Llevo un calcetín
con un agujero
y no sabes cuánto,
cuánto lo agradezco,
pues tengo algún dedo
que es un protestón
y me dice a diario
que quiere un balcón.
- Pues ahora asómate,
cada vez que quieras,
que le pedí a mami
que no lo cosiera.
(Menos mal que sólo
usamos dos pies...
¡Cuántos caprichosos
habrá en un ciempiés...!)