Voz y Mirada:
Un encuentro en la oralidad con los ojos bien abiertos*
Por María García Esperón
Las palabras vuelan, los escritos quedan. Así de lapidario. Pero también alado, liviano, sagrado. Son palabras aladas las de Ulises y Aquiles, las de Atenea y las del padre Zeus. Epea pteroenta del poeta ciego que veía la verdad de las cosas con los ojos del alma, bien abiertos.
Palabras aladas, ojos de la memoria, fórmulas mágicas de la voz, que se repiten en los poemas que nos fundaron la literatura: ligeros pies, rosados dedos, semejante a un dios, de lanzas de bronce.
La Iliada y la Odisea nos fundaron la literatura.
O lo que es lo mismo: La literatura, la letra, se erigió desde la voz.
La voz y sus resonancias. Por ella se expresa la persona: per-sonum, por el sonido. Y otra de las etimologías de persona, el etrusco phersu, que significa máscara. Una máscara resonante, empleada en la tragedia y en la comedia, esa sonora literatura que erigió a su vez el espíritu de la polis griega. La que también nos funda.
Lo saben el cantor, el cantaor, el chamán, el hechicero, el encantador y el ensalmista. Lo supo el salmista: los sonidos suscitan realidades, el canto encanta, hechiza y enamora. Por eso nos atraen las elusivas sirenas. (¿y qué cantaban las sirenas?) Por eso Orfeo encantaba con los sonidos de su lira a las bestias.
La estructura del sonido es misteriosa como es misteriosa la estructura de la imagen, porque sonido e imagen necesitan a su oído y a su ojo, polos atractivos y atrayentes en los que puede acontecer la música del silencio y la oscuridad iluminada.
¿Qué hay en el silencio? ¿Qué hay en la oscuridad? ¿Qué hay en la silenciosa y murmurante, en la iluminada noche de nuestros sueños? ¿De nuestros más soñados sueños?
Dejemos que el oído y el ojo se sumerjan en las profundidades del sueño.
Dejemos que nos traigan la música y la luz, la palabra y la imagen.
¿Para qué?
-¡Vamos a acordarnos! -es el grito murmurado que se escucha en el cerco de luna de los cantaores gitanos.
Vamos a acordarnos.
¿Para qué?
Para acordarnos, para encordarnos, para ponernos en el mismo corazón.
Para poner a los oyentes en el mismo corazón heroico cantaba el rapsoda en la Grecia de Homero. Escribía en los oídos, suscitaba las genealogías, resucitaba las presencias, interesaba a los oyentes con el recuento de los hechos de los antepasados, hacía que buscaran a Aquiles y a Áyax, a Héctor y a Príamo en la memoria de su propio corazón.
En la memoria. La aprendida con el corazón, par coeur, by heart, de memoria... que decimos en español. La Memoria, una deidad griega, Mnemosyne, hoy reducida a nemotecnia -una técnica- pero que en los tiempos de la fundación de nuestra literatura, entre los siglos XII y el VIII antes de Cristo era la diosa que presidía la tradición oral, la viva, heroica cultura de la oralidad, desde la que se cantaron, para después, mucho después, escribirse, los poemas homéricos.
¡Y Mnemosyne, la Memoria, es la madre de las musas! Las musas que son el canto, la historia, la épica, la poesía, la tragedia, la comedia, el teatro, la danza, la Astronomía. Que todas esas musas, todas esas artes requiere Memoria para acordarse, para ayudarnos a escuchar, a mirar, a recordar... Porque ella canta todo lo que ha sido, todo lo que es... todo lo que será.
Memoria canta con los ojos bien abiertos. Hacia el pasado y hacia el futuro. Retrospectiva, pensativa y prospectiva, amorosa y esperanzada, viva, extrañamente vida en el mundo de sus sonidos y de sus imágenes, a las que ama. Quien no recuerda es como quien no sabe, decían los profesores a la vieja usanza. Quien no recuerda pasa por la vida y sus paisajes con los ojos vendados, juega a la gallina ciega co la vida, quien no recuerda poco puede soñar, poco puede proyectar, poco puede cantar.
Los libros que nos fundan son los libros orales. La Iliada, la Odisea, el Corán, la Biblia, Las Mil y una Noches... Los libros que han sido aprendidos de memoria, los que han convertido a sus portadores memoriosos en libros vivos. Curiosamente, son los libros que se han dicho en voz alta, los libros escuchados, porque el sonido tiene la particularidad de convertir en inolvidable su mensaje y de otorgar una visión personal directa del mundo que se describe en el libro.
La voz nos traslada. En el tiempo y en el espacio. Proust descubrió el tiempo perdido persiguiendo el sabor de una magdalena. La voz puede vencer al tiempo. La voz y su recuerdo o su registro saben a inmortalidad. La invención del gramófono resultó quizás más impresionante que la fotografía. El gramófono y sus sucedáneos, hasta llegar a nuestro tiempo, cuyo avance tecnológico nos sorpende cada día con un.... artilugio nuevo.
Artilugio.
Así se llaman los recursos de internet.
Las herramientas que ponen los anónimos Blogger, Google, Youtube, Facebook a disposición de los usuarios.
Artilugio.
Qué despectivo. Qué... artilugio... que término tan pobre para lo que se puede lograr, para las posibilidades de transmitir la poesía, la imaginación, los sueños, la amistad, el afecto, el amor, la esperanza.
La poesía. La voz. La mirada.
La oralidad en el siglo XXI.
Olvidemos la palabra artilugio y abramos bien los ojos. La oralidad en el siglo XXI pasa por las herramientas del siglo XXI, por los medios de comunicación, trasciende el esquema unidireccional de la televisión y el cine y viene a aterrizarnos -y aterrorizarnos- ave magnífica, en el teclado de nuestros ordenadores.
La oralidad en el siglo XXI puede manifestarse, proyectarse, redimensionarse y des-limitarse o ilimitarse a través de Internet, siempre y cuando contemplemos la técnica con los ojos bien abiertos de la cultura, con los ojos bien abiertos de la memoria... que recordemos, que conozcamos y estemos muy conscientes de lo que significa comunicar un mensaje a través de la voz.
Que pensemos que el efecto del narrador oral en las moradas de los señores micénicos, bajo la noche del desierto, en las azoteas de Bagdad de Haroun Al Raschid, en el círculo de fuego de la tribu, a la vera de la estufa en el hogar labriego sobre las rodillas del abuelo español, junto al comal en torno de la abuela indígena, en la recámara infantil al entrar en el sueño por la puerta del cuento de siempre... que eso que demandó la cercanía espacial puede reproducir su mismo sentido en un mensaje grabado con una cámara de video y transmitido en un canal de youtube.
Un mensaje. ¿De qué mensajes estamos hablando? De un mensaje importante, un evangelio en el sentido original: una buena noticia, una buena nueva: la construcción de una sociedad de la comunicación y de la cercanía, la negación de la indiferencia y la frialdad, la abolición de la incomunicación y de la tiranía unidireccional del mero discurso televisivo.
Se trata, a fin de cuentas, de dar sentido a la tecnología. Eso no lo puede hacer Blogger, ni Google, ni Youtube, ni Facebook, ni Microsoft. Ellos aportan no arte, sino artilugios. Son entes sin rostro, sin memoria, sin voz y sin mirada en el sentido profundo. Sus procesos automáticos recogen datos, pero no recuerdan ni nos ayudan a recordar, no nos ponen en el mismo corazón. La voz y la mirada y el recuerdo y la esperanza son nuestros.
En un mes nos hemos transformado unos a otros, hemos cambiado nuestra manera de mirar el entorno, de caminar por los caminos de todos los días, hemos redescubierto que la poesía es eso que anda por la calle, como decía Federico García Lorca. Hemos logrado que las imágenes nos vuelvan a soprender, la poesía nos ha dado ojos recién nacidos.
Tenemos nostalgia unos de los otros y queremos fundir nuestras poesías, encontrar el manantial y el destino de nuestras músicas interiores, de nuestra voz, de nuestra mirada.
Tenemos nombres, también: Anabel Sáiz Ripoll, Andrés Acosta, Asunción Carracedo, Carlos Marianidis, Jaime Alfonso Sandovl, Marcelo Suárez De Luna, Orlando Granda, Rosa Serdio...
Nombres en espera de más nombres, de más voces y de más miradas en este encuentro necesario, que no procede por decreto de celebración de ningún bicentenario, sino que celebra el bendito instante en que nos dimos cuenta que la voz y la mirada de Buenos Aires, Bogotá, México, Lima, Querétaro, León, Morada de Barranco, La Habana, podía llegar a España y ser recibida y admirada en León, en Villena, en Gijón, en Pola de Laviana y en Huelva, que podíamos escucharnos y constatar que la poesía es eso que anda por las calles o que brota al abrir un cajón olvidado en tu propia casa y cuyo descubrimiento puede ser compartido en segundos, con todo su pleno sentido, a través de los segundos de un video "casero" que se sube a un canal de youtube y a un blog.
Pero señoras y señores, Voz y Mirada no es un canal de youtube más, junto al de la Casa Blanca y al de la Reina Isabel. Voz y Mirada no es un blog más. Nuestros videos no son el millonésimo video de youtube. Son portadores de memoria, de sentido, de nosotros.
Voz y Mirada es un encuentro con memoria -mucha memoria-, con esperanza -mucha esperanza. Y ha hecho de los artilugios de internet Arte con mayúscula al convertirlos en las herramientas, los medios, para sobre el Atlántico y a través de los Andes ponernos en el mismo corazón.
Voz y Mirada es un encuentro en la oralidad del siglo XXI... con los ojos bien abiertos.
*Conferencia pronunciada el 13 de noviembre de 2009 a las 13 hrs. en el Primer Congreso de la Palabra en León, Guanajuato.
Fotografías: Instituto Cultural de León, Biblioteca Central, Museo de Arte e Historia de Guanajuato