1
La guerra es un áspero crepúsculo
sin espera o certezas, sin fulgor.
Sangre escrita en el mapa, oscura ola,
marejada de sombras, trueno insomne,
sonrisa entre las balas y el espanto,
zozobras incitadas por la furia,
silencios fugitivos de sí mismos,
paloma hecha de cólera y de pólvora.
Guerra sucia, impostora. Sorda y ciega
efusión de exterminios y de ruinas,
malogrado proyecto del rencor,
beso abortado, vientos de ceniza.
2
Pero llega la paz, palabra dócil
y concisa para expresar la luz
o el amor o todo lo que quieras
para una primavera popular.
Paz, nada más, para este cuerpo herido
---cuerpo cicatrizado, rosa ardiente---,
de la intrépida patria combativa.
3
¿Es la paz espejismo? ¿Fantasmagoría
para los despiadados guerreristas
que abominan y ofenden el fragor
de este goce que hoy cabalga en alas
de la blanca paloma de Picasso?
¡Por fin las aves, tantos años tácitas,
canturrean delante del cazador!
¡Por fin las armas fúnebres, siniestras,
se han ocultado y se han enmudecido!
Mi corazón es un violín o una manzana.
Alba en el mar de la bahía ferviente.
4
Si la guerra ha cesado, yo he cesado mi arenga
de rebelión. Hoy mi poema
es oda del amor, hoy mi palabra
es sinfonía coral de la alegría.
La misma mano que con puño cerrado
respaldó la guerra de liberación,
es la misma que con trazo rotundo
escribe hoy la palabra reconciliación.
José Luis Díaz Granados
Bogotá 2016