Es mi alma de barro lo que en su bolsillo
guarda grata imagen desgastada, ¡única!
Calles empinadas, angostas, algunas torcidas
como vericuetos de bosques sin flores;
bancos de madera y también de piedra.
Dentro, en las iglesias, los santos cubiertos
con velos morados en Semana Santa.
El sol cae a plomo pintando quimeras,
lluvias torrenciales que no vuelven lodo,
el barro de mi alma.
Una mina antigua llamada Negrita
con secretos viejos y huesos de obreros
ahí sepultados: el silbato diario
a las seis en punto indica jornada.
Un mercado grande con venta de helados,
un vaso de celix como agua de obsequio.
El kiosco en la plaza donde los domingos
una banda toca con tuba y tambora.
Sentados disfrutan los ancianos
vueltas en contrario de célibes damas
y de caballeros mirando a los ojos.
Ya entrada la noche, a las diez en punto
de nuevo el silbato invitando al pueblo
cual toque de queda o como el flautista
del cuento guiando a los paseantes
a guardar reposo aúllan los perros.
Las calles desiertas, sucedía lo mismo
cuando el río llevaba sus grandes caudales.
Era un pito ronco el que se oía
Recuerdo la calle de cruel emboscada
y el museo que guarda recuerdos de Villa.
Escuelas primarias y dos secundarias
otras mal llamadas con pompa bancarias
desfilan mostrando sus ritmos marciales.
Altas las bocinas a todo volumen
entonan canciones revolucionarias.
Con rebozo y trenzan danzan
lindas jovencitas y al frente, orgullosas
las autoridades del municipio, y las educativas
dan el toque sobrio a las Fiestas Patrias.
Las banquetas llenas de gente que aplaude
a los muchachitos vestidos de caqui,
con sus cartucheras y sus paliacates.
A su lado marchan algunos maestros,
desfilan los soldados y también los charros.
Así la recuerdo, la llevo en mi alma
como billetera repleta de amor.
Mi ciudad de niña, mi ciudad de joven
mi ciudad amada por muchos
Capital del mundo, de nombre Parral.
(C) Margarita Etchechury
(C) Imágenes Luis Saénz
