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Enrique Pérez Díaz en CUBARTE a propósito del Jurado de los Premios Andersen


Enrique con el escritor alemán James Krüss. Premio Andersen 1968. 

Fuente: CUBARTE

¡Arriba, que se nos acaba el tiempo!

Por: Esther Suárez Durán
Fecha: 2013-04-19

Con esta frase comienza el periodista, escritor, crítico y editor Enrique Pérez Díaz cada una de sus mañanas. Enrique, quien también es el Director de la Casa Editorial Gente Nueva, especializada en la literatura para los niños y los jóvenes, ha sido seleccionado miembro del Jurado Internacional del prestigioso Premio Hans Christian Andersen, por el Comité Ejecutivo Internacional del International Board on Book for Young People (IBBY). Es el primer cubano que integra este Jurado y su ingente labor explica tal suceso, pues cuenta en su haber con más de treinta libros para los públicos más jóvenes, entre los que figuran, por citar tan solo algunos títulos, Inventarse un amigo, Minicuentos de hadas, El último deseo, El niño que conversaba con la mar, La gran fiesta de los bichos, País de unicornios, ¿Se jubilan las hadas?, Las Cartas de Alain, Las golondrinas son como el mar, publicados por editoriales cubanas y de otros países. También es autor de numerosas selecciones y antologías sobre literatura cubana y extranjera. Su obra se estudia en programas escolares de Estados Unidos, España, Argentina, México, Martinica y República Dominicana y está traducida al inglés, portugués, japonés, alemán, euskera e italiano. Sus artículos y ensayos sobre literatura para niños han aparecido en diversos diarios y revistas cubanas, así como también en publicaciones de Colombia, México, Argentina y España. Desde 1993 y hasta el 2008 presidió la Sección de Literatura Infantil de la UNEAC y es miembro del Comité Cubano del IBBY. En 1998 su proyecto de investigación sobre los Premios Hans Christian Andersen le mereció una beca en la Internationale Jugendbibliothek de Munich, Alemania.

A propósito de su participación en esta nueva edición de los Premios Andersen sostuvimos esta conversación que ahora presentamos a los lectores.

El Premio Hans Christian Andersen se conoce también como el Nobel de la Literatura Infantil y se concede con una frecuencia bienal, como reconocimiento a una “contribución duradera a la literatura infantil y juvenil” en dos categorías: autores/as e ilustradores/as. ¿Qué lugar ocupa el Premio Andersen entre los reconocimientos establecidos en el ámbito internacional de las letras en el mundo actual? Por cierto, no está dotado con un estímulo monetario exactamente…

Por eso último que apuntas creo que es uno de los reconocimientos más importantes que existen; es un premio honorífico que no implica dividendo alguno, aunque sí un notable reconocimiento de una obra de vida por destacados investigadores, críticos, autores y editores. En realidad, se le ha llamado el Nobel porque premia el conjunto de una obra. A través de su historia ha galardonado a autores muy significativos, que marcaron época tanto en su contexto más cercano como en el internacional. Estudiando la obra de cada uno se ve la evolución del premio en más de medio siglo, que es muy interesante y diversa.

Entre los 31 autores ganadores del Premio desde 1956, año en el cual se concedió por vez primera, solamente hallamos los nombres de tres autoras (porque todas son mujeres) de América Latina: Lygia Bojunga Nunes y Ana Maria Machado, ambas de Brasil, en 1982 y en el 2000, respectivamente; y en 2012 María Teresa Andruetto, de Argentina. ¿Puede decirse lo mismo en relación con la integración de los Jurados del Premio desde su fundación hasta hoy? ¿Cuántas figuras latinoamericanas y cuántas de El Caribe han formado parte de este Jurado a través de su historia, dispones del dato?

Ha habido jurados de Latinoamérica en mayor cantidad que premiados: la peruana Carlota Carvallo de Núñez (1968 y 1970), los brasileños Leonardo Arroyo y Ruth Villela Alves de Souza (1972 y 1976, respectivamente), la también brasileña Ana Maria Machado (1978 y 1980, quien, además, lo presidió en 1988 y 1990; la alemana radicada en Venezuela Mónica Doppert (1982), el brasileño Rico Lins (1984 y 1986), la brasileña María Antonieta Cunha y la argentina Ruth Mehl (ambas en 1996), la venezolana Carmen Diana Dearden (1996 y 1998), la chilena Verónica Uribe (1998 y 2000), la brasileña Laura Sandroni (2002). En la categoría de Ilustración la colombiana Silvia Castrillón (2002); la argentina Nora Lia Sormani (2012)… como puedes ver, hemos estado bastante representados en nuestro continente.

¿Qué significado tiene la elección de un cubano como miembro del Jurado?

Para Cuba es el reconocimiento al trabajo del Comité Cubano del IBBY y una prueba de confianza de que nuestro país tiene nivel de juicio para integrar un jurado semejante y evaluar la obra de figuras procedentes de 34 países: 29 autores y 31 ilustradores, por lo cual los diez miembros del jurado del 2014 valoraremos la obra de 60 creadores de todo el orbe.

¿Cómo te sientes tú al respecto, qué ha significado esta elección para ti?

Mi vida está llena de azares y sorpresas. Esta elección fue algo inesperado. Incluso entregué al Comité Cubano del IBBY la documentación solicitada algo tarde, en un estilo muy personal y sin estar muy seguro.

En el plano personal es un estímulo importante para quien ha dedicado parte de su vida a estudiar este premio y difundirlo en artículos, antologías, gestiones de derecho de autor, etc. no solo en Cuba, sino en el extranjero.

En el plano íntimo significará organizar mejor mi tiempo, volver a leer viejos conocidos y descubrir lo que escriben otros y tratar de decirme, como siempre que estoy en algún certamen o jurado, como competidor o evaluador: ¡Que gane el mejor!

¿Cómo es que funciona el Premio, el Jurado? ¿Cómo sucede el proceso de nominación de los candidatos? ¿Cómo trabaja el Jurado luego?

Es un poco anticipado para hablar de eso. Solo sé que hasta junio las secciones nacionales tienen plazo para enviarnos el dossier de cada autor y sus libros más significativos. Vendrá un proceso de intensa lectura, hasta que en marzo se reúna el jurado para establecer un veredicto, el cual se da a conocer en la Feria de Boloña, la cita más importante del libro infantil y juvenil en el mundo.

¿Con qué expectativas vas a participar en las labores de este Jurado y de este Premio?

Con la de conocer mejor la literatura infantil (o para niños) de la actualidad, estar como una esponja viendo las tendencias que se mueven y tratar de que se abran más las puertas de acceso hacia esos autores para que puedan ser leídos en Cuba.

¿Cuba ha presentado alguna vez aspirantes al Premio?

Nuestro país nunca ha presentado aspirantes a este Premio. Al menos, en el libro que abarca sus memorias desde 1956 no aparece recogida la nominación de escritor o ilustrador cubano alguno.

¿Podemos esperar a tener en los años próximos un cubano o cubana que se alce con el Andersen? ¿Cómo ves el panorama nacional en relación con el internacional?
Es una pregunta difícil de responder. Creo que hoy por hoy hay autores nacionales con una obra destacada, pero sus posibilidades de comercialización, promoción y traducciones en el exterior no son muy grandes por las más diversas razones. Este es un premio internacional en el que compiten personas que publican en el mundo entero en cientos de lenguas y con una divulgación enorme. Incluso, a veces, un mismo autor es postulado más de una vez y solo queda finalista, lo cual evidencia el alto nivel de competitividad existente en esta lid literaria. Desde luego, no queda descartado que alguna vez ganemos un Andersen, pues el IBBY se ha ido abriendo a las literaturas nacionales de otros contextos. El hecho de que este año, además de un cubano, estén un venezolano, una italiana, un coreano, un iraní y una turca como miembros del jurado ya te da una medida de esta tendencia por abrirse al mundo.

Gracias a tus perspectivas al respecto y a tus personales esfuerzos en tal sentido la casa editora que diriges está poniendo al alcance de los lectores, entre los que figuramos los autores, por supuesto, una parte de la literatura dirigida al joven lector que se produce en el mundo en la actualidad. ¿Qué importancia tiene esto, Enrique?

Es algo vital para que todos tengamos un nivel de referencia. La Colección Veintiuno surge con ese propósito de actualizar nuestro catálogo nacional de lecturas y es una colección que se piensa mucho y que ya se acerca al centenar de títulos. Su catálogo se prepara desde años antes, cuando se lee una obra y comienza el proceso de cesión de derechos, traducción o edición. Ha sido muy interesante ver su recepción en el exterior, pues muchos autores avisan o sensibilizan a otros y siempre nos vemos con muchas obras de donde escoger, e incluso varios títulos de un mismo autor que debemos ir turnando de año en año. Si todos los que hoy escriben para niños en Cuba, bebieran con igual fruición de esta colección, muy diferente sería su perspectiva de lo que ocurre en el mundo. A veces advierto con pasmo que muchos de nuestros autores no leen la creación de sus propios contemporáneos y coetáneos. Pero, especialmente, los jóvenes autores cubanos —sobre todo de provincias— veo que siguen a Veintiuno, varios con una fidelidad contagiosa, y algunos ya comienzan a aparecer en ella. Es una manera de visibilizarlos en una colección de literatura contemporánea que va trascendiendo nuestras fronteras.

Y es que en determinado momento nos desvinculamos de la literatura que se estaba escribiendo en otras zonas del planeta… ¿Cómo ves el asunto, puesto en perspectiva, en relación con etapas anteriores?
Nos desvinculamos por razones históricas, es decir, Cuba padece un bloqueo de toda índole desde hace medio siglo. Además, al existir solo una editorial de libros para niños y tener una orientación más hacia los clásicos, la tradición y no atreverse a divulgar obras que abordan temas difíciles desde la postguerra se perdió una continuidad en la lectura de lo que se publicaba en el mundo. También las bibliotecas se desabastecieron por el uso de los libros en existencia y por la ausencia de libros importados. Es un hecho que en los 90 un atinado editor de Gente Nueva, Juan Carlos Reloba, trató de actualizar el catálogo y, casi 45 años después de publicada, apareció en Cuba Pippa Mediaslargas, de Astrid Lindgren, o algunos libros de Lygia Bojunga, Christine Nöstlinger, Tormod Haugen, así como cuentos de algunos autores Premios Andersen en mi primera selección Cuentos sin edad, pero era difícil conseguir las cesiones de derecho de autor, incluso más que hoy. Me consta el esfuerzo personal, desde los años 80, de nuestra primera presidenta de IBBY, Alga Marina Elizagaray, para publicar en Cuba muchas obras significativas, pero no siempre fue posible.



En el caso de la Categoría de Ilustración del Premio Andersen sí que no hemos podido colocar a ningún artista iberoamericano, porque ni España se ha podido ubicar aquí entre artistas checos, polacos, daneses, alemanes, británicos… y aprovecho para conocer tu valoración acerca del estado de la ilustración y el diseño de libros para niños y jóvenes en Cuba.

Ha habido muchos españoles nominados, pero ninguno ha podido alzarse con el premio como bien dices. El único español premiado fue el autor de Marcelino Pan y vino, José María Sánchez Silva, en 1968, junto al alemán James Krüss.

Creo que en este campo de la ilustración y el diseño hemos avanzado un trecho. Por fortuna, se salió de la etapa primitiva y puramente pintoresquista hacia una más artística y hasta un poco críptica para el lector medio infantil “formado” por una deformada tradición de ilustración facilona, a lo Disney, y ahora se está produciendo una asimilación de estilos en muchos creadores de diversa edad para llegar mejor al público. Nosotros en la editorial tratamos de que la imagen sea ilustración, sin perder su valor artístico. Pero en los libros para niños, aunque se recorra otro camino expresivo, se debe ser fiel a lo que se narra y no negarlo. Si te dicen que el personaje es de ojos verdes, ¿por qué ponérselos marrones?

¿Estamos a la altura del estándar internacional? Hay quienes opinan que podemos competir en cuanto a calidad de contenidos, pero no así en el aspecto visual del Libro. ¿Piensas lo mismo?

En cuanto a contenidos habría que ver. Nosotros salimos de la década del 70 con algunas obras que son hitos en nuestra literatura, pero todavía nuestros libros distan bastante de moverse entre la amplia gama de problemáticas del mundo contemporáneo. Poco importa que traten realidades más difíciles si estas no inquietan en el resto del planeta o ya han sido más que abordadas. Hay, por demás, en todo el mundo —luego del revival de Tolkien y de la saga de Narnia de C. S. Lewis, tras el advenimiento del niño mago Harry Potter— una vuelta innegable a la fantasía y a las criaturas míticas, que en la isla, por ejemplo, apenas se ha explotado con nuestro rico folclore.

En un mundo donde cada vez la visualidad gana mayor espacio, ¿cambia el concepto propio del Libro?

Cambia en tanto se vuelve un poco alternativo frente a las multimedias, los E-books, Epu, etc.

¿De qué depende, en realidad, que nuestros libros puedan ser más atractivos y lleguen a competir en el mercado internacional? ¿Es asunto financiero, e incluyo tecnología, equipamiento, insumos…además de la subvención con que la política cultural sostiene la relación entre público y libro… o el tema comienza por un problema conceptual?

Todo eso un poco y más. Conceptualmente todavía se deben subir algunos peldaños en esa gigantesca escalera de gustar al lector, tener calidad, vibrar con lo nacional y lo universal, ser intertextual o inter-gráfico, no sé. El apoyo tecnológico también es muy importante, pues a veces en el extranjero se ven libros de dudosa moralidad artística (por así decirlo) pero llevan un ropaje tal que se ganan el interés del lector, y por ropaje entiendo cubiertas de cartoné, repujadas, con letras al relieve, texturas, matices y un papel incorruptible frente a la humedad y los insectos devoradores de libros, que suelen ser muy buenos catadores de lo que pueden comerse o no…

¿Cómo te imaginas el mundo del futuro mediato de aquí a unos 15 años en relación con el objeto que hoy denominamos Libro? ¿Dentro de unos 50 años existirá precisamente el proceso que hoy reconocemos como Lectura?

Soy de los soñadores que piensan que siempre se va a leer el soporte libro. Nada iguala la textura, el olor, el palpar unas páginas, una cubierta, ver unas ilustraciones. Existen los reader, los kindle que sirven de plataforma a los libros digitales, pero eso no deja de ser un manipulable aparato más con teclas que accionar como cualquier otro: MP3, IPhone, table, etc. A mi juicio nada iguala (ni igualará) a un buen libro.

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