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Malecón, de Frank Castell


MALECÓN

A la orilla del mar sentado y ciego
El infinito azar los hilos mueve.
Raúl Hernández Novás

Los barcos son ciudades que se marchan.
Mirarlos es saborear
el sueño de partir
y abandonar por siempre este minuto.
Todos se han reunido como espectadores
de una película vacía.
Han llorado el aire,
el verde anclado en sus costumbres.
"No vayas hijo,
deja el azul para las aves".
Pero mamá ignoró las estampidas
y no era yo el muchacho
en busca de suerte,
esa medalla apenas distinguible.
Tampoco el pescador
o el poeta vencido por un batir de alas,
ni el jardinero con su voz ausente.
Los elegidos reían desde sus rones importados,
y las puertas simulaban
un país virtual
de refrescos amargos como la ley.
¿Y Dios?
Dios era el barco,
Dios se alejaba
llevándose la duda y la razón
para dejarnos huérfanos.
Los barcos ya no están y es una lástima
que el malecón enferme de tanta soledad.


(C) Frank Castell
Corazón de barco
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
2012
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