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Frank Castell y María Liliana Celorrio en la tertulia Aire de Luz en La Habana

Frank Castell con Basilia Papastamatíu en la Librería Fayad Jamís en La Habana
Foto: Cuba Literaria

Fuente: Cubaliteraria

Las Tunas, cerca del mundo y cerca de Aire de Luz

Yohamna Depestre Corcho, 13 de junio de 2012


Aire de Luz, tertulia que sesiona los primeros jueves de cada mes en la librería Fayad Jamís, se hizo eco de la mejor poesía tunera representada por María Liliana Celorrio y Frank Castell.

Antes de comenzar el recital, María Liliana obsequió la plaquette «Rayuela» a Basilia Papastamatíu; impreso que recoge el poema galardonado años atrás por la conductora del espacio, y que sirviera de motivo para ambas conocerse.

Basilia Papastamatíu valoró la lírica de esta joven creadora como:

«En la poesía de María Liliana Celorrio, que conocimos después de haber leído con entusiasmo su narrativa, encontramos al igual que en esta, una irrupción libre y desenfadada de la realidad. Y cuando digo realidad, en su caso, se trata primero ante todo, de la propia realidad de la autora, comenzando por su propio yo, su propia corporeidad, como materia y como sensibilidad […] Y su escritura se vale para ello, al mismo tiempo, tanto de formas versales clásicas como de las formas más coloquiales y duras del lenguaje oral. Porque la poesía todo lo legitima cuando es buena».

Para iniciar su lectura la poeta escogió: «Elogios de las palabras», «Musgo verde» y un texto dedicado a su hijo «Carrusel de la casa».

Al referirse a la poética del segundo invitado Basilia expresó:

«En los poemas de Frank Castell siempre me ha llamado la atención ese sentimiento de desarraigo existencial que denotan, como un sentimiento permanente de no pertenencia, o, mejor dicho, de no permanencia en un solo lugar; es decir de estar sin estar o poder estar, o deseando al mismo tiempo volar, navegar, traspasar, trascender espacios, incluso la atracción del salto al vacío, o sea el salto a la nada: se trata de una pasión por la lejanía, lo desconocido, […] pero, al mismo tiempo, se advierte el desgano del desarraigo, el amor por lo que se tiene y se deja; quedaría atrás lo más entrañable, surgiría el padecimiento de la necesidad del regreso, la angustia de la pérdida definitiva, que se parece tanto a la eternidad de la muerte, a la desaparición absoluta. Y todo esto lo comunica el autor, en un lenguaje pulcro, elegante, que no excluye citas de escritores afines, de historias reales o mitológicas que le son tan caras como su propia vida».

Castell eligió, para su lectura: «La nube en los bolsillos», «Heredia y yo», «Mirar al vacío», «Esperando a los bárbaros» y «La suerte y el olvido».

En la segunda parte del recital, la Celorrio dio lectura a un excelente poema: «Del amante». Los versos se destacaron mucho más por la apasionada declamación. Luego siguieron los textos «Patria» y «Tengan piedad de los poetas».

Por su parte, su coterráneo, no quedó mal parado por su modo de declamar; con soltura, e igual apasionamiento, recitó: «Final del día», «Lejos de Dios», «Tardes paralelas» y «La fe».

Además de hacer al público partícipe de sus composiciones, los dos poetas revelaron interioridades del mundo imaginario y real del que se nutren. María Liliana confesó cómo era gobernada por la poesía y su reacción cuando la musa le susurraba al oído. Ya al final, el también novelista y guionista de teatro dijo no perdornarle a un escritor el que no afrontara su tiempo, lo increpara, y no fuese identificado a través de sus libros con una voz propia.
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