Por: Enrique Pérez Díaz
Fecha: 2012-01-05 Fuente: www.auroraboreal.net
Escritora Marié Rojas Tamayo
Marié Rojas Tamayo: medio centenar de premios internacionales, una decena de libros publicados, una obra sugerente, inquieta, llena de vericuetos imposibles que propician el deleite y crecimiento intelectual del lector. Una mujer, madre, profesional, amiga, llena de sueños y de memorias que se niega a borrar incluso por dolorosas que resulten. Su vida es aprendizaje y perfeccionamiento de un oficio que ama y que se le da de manera natural. Sus pies se asientan en la realidad de la que toma cuanto puede inspirarla para que su ánima viaje a Fantasía, a reinos por otros impensados que ella habita en varias dimensiones con esa soltura y gracia de los magos. Apenas conocida en Cuba —Gente Nueva publicará en breve su libro emblemático Adoptando a Mini— es, sin embargo, uno de los pocos autores de la Isla en quedar finalista del Premio Lazarillo de España, del cual fue Mención Especial por unanimidad del jurado. Abrimos al lector, el umbral del Mundomaire, un entorno de duendes, hadas, brujas, elfos, troles y la savia milenaria y milagrosa de que ellos viven: mucho amor por cuanto le rodea.
Marié, se suele decir que en cada libro escrito por nosotros va un gran porcentaje de la personalidad de su autor. ¿Te pareces a sus personajes?
Soy todos mis personajes, todos tienen algo de mí, partiendo de mi luz hasta mis facetas más oscuras. El escritor se desnuda al mundo a través de su obra, es su exorcismo, su emancipación. En mi novela Villa Beatriz, soy la Estrella, la Sota, el arpa, la casa misma. En otra soy el personaje de la Cuentacuentos, pero también soy cada habitante del pueblo, sus episodios son parte de mis recuerdos, desde el hechizo que los rodea hasta el aroma que ronda las calles.
¿Tienes algún modelo ideal de autor para niños?
Andersen, sin duda. Carroll, Tolkien, Ende, creadores de mundos…
¿Reconoces alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?
Los que he mencionado como modelos ideales: lo han sido para mí, los recomiendo a los que se inician en la literatura infantil y espero que sigan siendo inspiración y escuela para generaciones venideras.
¿Qué solías leer cuando pequeña?
Todo lo que me caía en la mano, lo que me prestaban otros niños, lo que me regalaban, lo que tomaba de los estantes de mis abuelos o de mi tía. Era poco selectiva, voraz, desde revistas “Selecciones” hasta novelas policiacas. En primer grado recuerdo haber leído El pequeño príncipe y acto seguido La expedición de la Kon Tikki. Lo mejor fue cuando me hice amiga de la hija de un ginecólogo que me prestaba los libros de su padre… cuando me fueron a explicar ciertas cosas, yo las había visto por fuera y por dentro. Me gustaban Poe y Quiroga, aunque sus cuentos me robaban el sueño, o tal vez por eso.
¿Qué atributos morales debe portar consigo un buen libro infantil?
Ser creíble, ser sincero. Mostrar respeto hacia el público a quien está dirigido. El escritor de libros infantiles debe amar a los niños.
¿Cuál es tu libro más entrañable y por qué?
Alicia en el país de las maravillas, tengo 4 ejemplares, son sagrados. Uno de ellos vive en mi buró, es un libro de consulta, matemáticamente perfecto, lo vengo leyendo desde los 9 años y siempre descubro algo en sus páginas. No podría decir por qué, tiene la magia de las cosas que amamos sin preguntarnos la razón, la sonrisa de un niño, los atardeceres, acariciar un gato, ver caer una estrella, un beso en los labios, una melodía que nos llega al alma.
¿De qué modo te acercas al inicio de una historia?
Surge en mi mente, como una imagen o la secuencia de una película. Escucho el diálogo, o la narración de fondo, y me siento a escribirla.
¿En qué género te sientes más cómoda?
El cuento breve de carácter fantástico, con final inesperado. Juegos entre fantasía y realidad, algo de ciencia y algo de ficción corriendo por la página.
En tu obra se ve una seria inclinación a dos tendencias fundamentales, primero, una recurrencia evidente al mundo de las criaturas de Fantasía, segundo una literatura que se centra más en los sentimientos y las emociones que en la misma acción. Si tuvieras que salvar solamente diez libros de un naufragio, ¿cuáles escogerías? ¿Cuál de los que has escrito?
Desearía no verme jamás en esta situación, porque si depende del peso de la balsa, me arrojaría al mar para dar cabida a más libros. Colocaría entre los primeros: Alicia en el país de las maravillas, los cuentos completos de Andersen, La historia interminable, Pinocho, La familia Mumín, toda la obra de Tolkien, El Mago de Oz, Corazón, la obra de los hermanos Grimm, El maravilloso viaje de Nils Holgersson… He mencionado diez, solo voy por la literatura infantil, y me faltan muchos por nombrar. Lo dicho, me hundo por salvarlos.
De mi obra salvaría ese libro misterioso que aún no he escrito. Y solo si pudiera salvarme yo, porque iría dentro de mí.
¿Qué prefieres más de la vida? ¿Qué quisieras borrar para siempre?
El amor, la sinceridad, la capacidad de soñar y de reír. No borraría nada, en especial de mi pasado porque de todo he aprendido y cada momento, por pequeño que haya sido, me ha traído a este instante. Si perder un segundo de tristeza me hiciera borrar un ápice de lo que soy, sería devastador. Borrar para siempre es algo que me atemoriza, no se puede borrar nada para siempre porque habría que borrar también su recuerdo del pasado —para eliminar el riesgo de que se repitiera—. En su lugar, intentaría hacer mejor, desde mi pequeña posición en el universo, aquello con lo cual no estoy de acuerdo; de hecho lo intento, y creo que lo intentan muchos, cada vez más… Tal vez un día logremos esa masa crítica de la que hablan los textos de física e iniciemos una reacción en cadena que, sin borrar, sea capaz de sobrescribir.
Una persona tan imaginativa como tú y con tanta carga de inspiración y fantasía en sus obras, ¿de qué modo consigue nutrirse para ellas de la realidad cotidiana?
La realidad, tal como la veo, no es “cotidiana”, en el sentido de “rutinaria, vulgar, ordinaria”. Es fuente inagotable de inspiración, la magia nos salta a cada paso, lo increíble nace de lo cotidiano que se renueva constantemente, del modo en que nuestra mente acomoda y rehace los recuerdos. Hay sucesos generadores de historias por doquier, hilarantes, tristes, misteriosos. A nuestro paso vemos casas encantadas, sueños hechos realidad, predicciones que se cumplen, conflictos familiares o sociales, romances que surgen y se deshacen, pasiones que se desatan, miedos, retos: es imposible abstraerse de la realidad al crear la ficción. Cada persona que conozco es un “personaje” a punto de formarse —he convertido a alguien en zarigüeya, a un amigo en dragón y a una amiga en arañita tejedora—, y me ha sucedido algo mejor: un día tocó a mi puerta un personaje de mis cuentos, lo reconocí al momento pero no se lo dije hasta que nos convertimos en amigos, le mostré historias escritas antes de conocerlo. Fue una experiencia fantástica, como que a la puerta de Spielberg tocara el E.T. pidiéndole el teléfono para llamar a su casa.
¿Podrías hacer un breve recorrido-cuento argumental por tus libros publicados, como si tú misma fueras adentrándote en ellos?
Más que por mis libros publicados, me gustaría viajar por mis libros escritos: Adoptando a Mini soy yo, abandonada a temprana edad en un mundo adverso, siendo adoptada por criaturas mágicas que me educan según su modo de ver la vida. Villa Beatriz es ese mundo, más detallado y lleno de recuerdos, tal como lo veía yo, y como lo sigo viendo en mis recuerdos, sumando experiencias actuales. Arpegios de una melodía solitaria es mi infancia, tal como la verían otros, desde una perspectiva más real, pero no menos extraordinaria. En busca de una historia es el hijo que busca a sus padres para encontrar en sus raíces su propia historia, un viaje interior que nos lleva a universos impensables donde rescribir la fantasía puede transformar la realidad. El libertador del confín es un homenaje a todos los libros que me ayudaron a crecer, lo que sería capaz de hacer por salvarlos. Laurel y orégano es un recorrido por el poder que habita en las mujeres de mi familia, tal como lo viví en mis vacaciones en el campo, el sortilegio de descubrir y reencontrar el amor a través de un ente que viaja conmigo a través de sucesivas existencias, mis dudas y temores, mi incesante búsqueda de una verdad más allá de la circunscrita… Y están mis libros de cuentos —cuentos de circo, libro inédito escrito contigo; cuentos de ángeles, cuentos de casas, cuentos de gatos, cuentos habaneros, cuentos infantiles…—, de los cuales prefiero Cinco minutos a solas con las musas, De príncipes y princesas y El mundo al revés, episodios de mi vida junto a mi hija Sarah, la princesa majadera; el diario de doce años, aprendiendo de esa pequeña sabia.
¿En otra vida serías escritora?
Sería hacedora de cuentos, siempre. Escribir es la tabla que me salva de los naufragios, es mi burbuja de silencio, mi sinfonía perfecta, mi sortilegio contra todo lo adverso y a favor de todo lo bello, mi modo de ver y comunicarme con el mundo… No sabría ni querría hacer otra cosa.
No sé en qué universo o tiempo podría renacer, o haber nacido antes. Si es un mundo anterior a la escritura sería narradora oral, cuentacuentos, hechicera que cura con historias… Si voy a un mundo más avanzado estaré a favor de la narrativa, sea como sea, creándola a partir de los medios disponibles. Tal vez en un mundo paralelo baste con soñarla y todos los que duerman o descansen, y quieran conectarse con mi mente, puedan hacerlo. Soñarán mi sueño —tal como ahora nos conectamos a internet o al correo electrónico—, verán las imágenes e historias que pueblan mi mente. Y puedan hasta participar en el proceso de creación, un inmenso e infinito libro interactivo sin soporte físico.