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Luz de silencio, de Eusebio Ruiz

Eusebio Ruiz nos ha llevado a un lugar donde están solos el hombre y el Universo, a un sitio estricto, monacal, ascético, a un paradigma de luz pura. A una ternura que nos anuda la garganta y a un manantial de los sentidos.

Luz de silencio... reposo, quietud, agua sobre la piedra, niebla bellísima, camino, origen...
Montaña, mar, madre, Asturias, madre de nuevo, muerte, origen, nacimiento, mundo... Palabras para empezar de nuevo, para de nuevo nacer, para ir en busca de los ojos que nos alumbraron y que nos recibirán de nuevo al final del camino. Los ojos del amor, que a Eusebio se le entrega en pacientes hilos de luz que devana en versos de transparencia sedosa, de agua amanecida en claridad de aurora. Mirada del silencio:

Silencio

Tu mirada es luz,
eco de un tiempo
en que todo me llegó
por el camino de tus ojos.
Era el primer día de mi vida
y no existía la palabra.

El mundo brota en la mirada de la palabra y nos preguntamos qué está ocurriendo con este libro, que hace brotar de la niebla una realidad de hechizo, unos perfiles encantados, un sueño de belleza lleno de dioses. Que Luz de silencio nos recupera el mundo para lo sagrado y a lo sagrado nos devuelve. Que nos hace escuchar lo inaudito y mirar lo invisible. Que religión nos religa a lo absoluto trascendente, que nos hace humildes de tierra porque fundamentalmente es un libro humilde, sincero, honrado, entrañable y fraterno, y filial y humano. Que nos reintegra a nuestra estirpe, que quizá sea para todos bendita y nazarena, como en ese poema que dedica a su padre y que, hijos del hombre, nos convierte al dolor y a la esperanza del alba:

Estirpe nazarena

A mi padre, que trabajó llevando
troncos sobre sus hombros
en una plaza de la madera
de las minas de Asturias

Heridas de los bosques
para abrazar la noche caída sobre el hombre
que arranca con dolor negra sangre pétrea
del corazón del miedo.
Oscuridad y lejanas estrellas
sobre los troncos de nuevas pirámides
cubiertas con resina y piel de grito
cuando el alba,
coronada de luz y nuevo día,
se inclina
sobre la plaza gris de la madera
y llega entre frío y madrugada
la altura de tu estirpe nazarena.

Qué está ocurriendo con este libro de Eusebio, con esta conciencia de hombre, qué están sintiendo la tierra y el mar y su madre en los jardines de la muerte y las estrellas. Qué están sintiendo, que hacen sentir a este ser humano que todo es esencial y todo ilumina, que el silencio es luz y la luz silencio y que hay que volver a nacer, a ser de nuevo, a retornar a ese origen, a esa infancia de la mirada donde el ser comienza.

Qué está ocurriendo con el mundo que no nos damos cuenta y que en este sartal de poemas, en esta arquitectura de libro que nos hace ascender en espíritu como la luz filtrada en una catedral del gótico, se entrega con la suavidad y tersura con que se desprende la hoja de un árbol cuando su tiempo llega:

Sólo sentir
el mar en una gota
que es la nube
en el azul lejano que la espera,
sin la palabra humilde
que busca lo inmortal en el silencio.

Tiene la mirada hechizada Eusebio, la tiene llena de dioses amables, sabios y jóvenes. Sus ojos no ven hechos ni crónicas, miran leyendas y mitos. En su juventud se entregó a la magia de los caminos y a leer el libro del mundo, a escribir quizá en el viento y en el sueño. Por eso su primer libro llega sabio y caminante, mundo libro mágico no mundano ni ficticio sino palabra sal de la tierra, ofrenda de sí y tributo a quienes le otorgaron toda la luz y todo el silencio. A su madre -con quien supo cerrar el círculo y llevarla de la mano y llevarse a la inocencia de la muerte- a su sangre, a sus amores y a sus amigos.

Luz de silencio tiene además dos pórticos extraordinarios, uno debido a Lola F. Lucio, una importantísima figura de la vida cultural asturiana y el otro a Ramón García Mateos que ha ofrendado en este libro una magistral postura ante los hechos de la lengua, de la vida y la poesía que nadie en ninguna de las orillas del castellano debe perderse.

Por mi parte y desde México, me manifiesto deslumbrada con esta luz, habitada con todo este silencio en el que vibran los ecos de poetas amados y la belleza infinita de la tierra asturiana. Luz de silencio es una estrella de la Navidad 2011, que se ha encendido desde Oviedo para siempre.

María García Esperón
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