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Enrique Pérez Díaz o la "Perestroika feérica caribeña" por Alga Marina Elizagaray



* Palabras leídas durante el homenaje a Enrique Pérez Díaz, "El autor y su obra", en la Biblioteca Rubén Martínez Villena el 16 de noviembre de 2011.

Enrique Pérez Díaz ha escrito infatigablemente a lo largo de su tiempo de ser y estar en la literatura cubana, y esto lo ha hecho desde su infancia, convirtiendo su vocación de lector en oficio de creador por obra y gracia de su esfuerzo y talento propios, por su gusto por la fabulación, la investigación, y el sondeo y promoción de cuanto en su sector se ha realizado en las últimas dos décadas. Es un ser que como colofón a su niñez ávida de lecturas de todo lo humano y lo divino, acabó rápidamente con los fondos bibliográficos de cuantas bibliotecas juveniles tuvo entonces a su alcance, no quedándole a fin de cuentas otra alternativa que hacer sus propios libros.

Esa pasión por inventar historias y por analizar las que otros ofrecen, que es su razón de ser, unida a su disciplina, perseverancia y capacidad de trabajo admirables le han llevado a retroalimentar tanto las más importantes vertientes narrativas contemporáneas del mundo de la infancia como sus fuentes de investigación a través de la fantasía, la crítica, el periodismo, la edición, la divulgación y promoción del libro cubano infanto-juvenil. Por todo este quehacer obvio que ha realizado se ha convertido en el autor cubano de su género más actualizado, multifacético y prolífico. Sobre todo esto imagino que muchos de los aquí presentes van a hablar, pero me parece conveniente también señalar cuánto Enrique ha contribuído al respecto con las corrientes de avanzada contemporáneas en la literatura para niños y jóvenes desde sus comienzos y últimamente mucho más aún desde su creación de la Colección Veintiuno de Gente Nueva, que ha logrado fundar después de muchos años rompiendo tabúes, intolerancias, condicionamientos seculares, prejuicios, etiquetas, en fin…luego de lograr toda una ruptura con lo que era necesario superar de la tradición, resguardando lo mejor entretanto con su obra como con la apertura editorial al conocimiento de las figuras más prestigiosas y atrevidas de la vanguardia internacional de diferentes contextos lingüísticos

Quiero ser breve en esta intervención testimonial sobre alguien tan querido y admirado por mí como Enrique, a quien conozco desde sus comienzos literarios y a quien me une una indestructible amistad basada en afinidades electivas no sólo del sector del libro. Justamente quiero referirme a algo que quizá aquí ahora no se toque y en caso contrario agregaría que lo que abunda no sobra especialmente si es algo relevante. Me estoy refiriendo a su revolucionaria irrupción en el mundo de las hadas casi desde sus comienzos como escritor con un enfoque transgresor, contemporáneo, local, y universal muy crítico y un estilo muy singular, muy evidentes durante los ochentas y noventas, período durante el cual estuve muy cercana a él en su formación e información. Fue entonces cuando decidimos armar un libro con sus textos más relevantes de ese corte, que titulamos De hadas, sombras y quimeras, que curiosamente ha permanecido inédito aunque algunos de sus cuentos han aparecido en otras obras posteriores. Hoy se me ocurrió que todavía está a tiempo de hacerse una selección del mismo y darlo a la luz por cuanto considero que estos cuentos representan un aporte valioso en su rol personal de relevo generacional que le pronostiqué en aquella época a alguien tan especial para mí como lo es el autor que hoy homenajeamos.

Como no creo en la casualidad sino en las coincidencias significativas me he dejado llevar por este recuerdo que hoy se me hizo evidente. Este material que en su momento fue tan novedoso y revelador, que constituyó entonces algo que se me ocurrió llamar “perestroika feérica” caribeña. Esos textos aún considero que valdría la pena revisarlos y seleccionar una muestra porque representan tres vertientes temáticas estrechamente interrelacionadas conformadas por narraciones cargadas de arquetipos, alegorías, intertextualidad, y referencias culturales ecuménicas, que rebasan una ubicación espacio temporal, y que manifiestan la asimilación de su contexto con un estilo a tono con el universo convulso y cambiante de fines del pasado siglo, que sigue tan campante todavía durante esta Nueva Era de comienzos del veintiuno, tan presentes en el imaginario del autor.

En suma que esa etapa del autor aporta considerables temas de ficción tratados con modernidad que hacen de su obra una protesta artística y social contra “las furias y las penas” de las ideas y los sentimientos, de la mente y el corazón, poniendo en entredicho la intolerancia, el mecanicismo, la burocracia y el desamor que tan afligido tienen ya a nuestro atribulado planeta pidiendo a gritos cambios radicales y amor incondicional, a través de una auscultación y transformación interna de cada uno de nosotros en cuanto a nuestra escala de valores espirituales e intelectuales, ¿por qué no también por estos textos y su siembra en el lector?

Enrique te felicito de todo corazón, doy gracias a la vida por tu amistad, por tu obra, y por la cercanía que mantenemos No podría recordar ahora mismo si viniera al caso cuántos libros has publicado, aunque me los das todos y suelo leerlos, por la impresionante cantidad de tu bibliografía activa y sin parar de títulos personales, además de tus antologías y compilaciones. No obstante, me siento hoy en el deber de reconocerla y celebrarla en este merecido evento a tu persona y a la calidad de tu trabajo, agradecerte ese quehacer inagotable comprometido con tu tiempo y tu profesión, esa bella labor de servicio en el mejor sentido de la palabra que hace que éste sea un escudo para enfrentar los retos cotidianos de la Vida.



Alga Marina Elizagaray
La Habana, 16 de noviembre del 2011
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