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Feliz día del libro


(Sant Jordi, de Pere Niçard. S. XV)


San Jorge y el dragón

Cuando el dragón se despistó, San Jorge aprovechó para clavarle la lanza; pero se apenó del pobre monstruo que lo único que pretendía era echar humo por las narices y fuego por la boca. Eso no estaba prohibido. Liberó a la princesa que no se había escapado antes porque era muy disciplinada y sus amigos le habían dicho que un caballero hermoso como el sol la rescataría. El dragón cumplió con su papel y, entre siesta y siesta, arrojaba alguna ráfaga de humo para espantar a los curiosos. Le encantaban los buñuelos y el arroz con leche que le preparaba la princesa. Y San Jorge pactó con él: en las pinturas y grabados, en las fotos y litografías, en las crónicas y en los cuentos, el dragón aparecería sometido y amedrentado y San Jorge, victorioso y vencedor; pero, después, podría vivir en paz y, de tanto en tanto, la princesa cocinaría para él sus platos favoritos con mucho picante. Y el dragón ha cumplido muy bien su papel y aparece feroz y maligno; aunque se relame de gusto pensando en los manjares que le esperan.
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