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Adiós al relámpago poético de Chile

La obra de Gonzalo Rojas, coronada por premios como el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Octavio Paz de Poesía y Ensayo o el Cervantes había nacido con un aguacero. Gonzalo Rojas solía contar que uno de sus hermanos pronunció la palabra relámpago en medio de una tormenta y que aquellas cuatro sílabas produjeron en él la revelación del lenguaje. También contaba que, como niño tartamudo, inventaba palabras con fonemas "suaves" para no tropezar. Aquella búsqueda de la suavidad fue el primer taller de poesía de un escritor que publicaría su primer libro, La miseria del hombre, en 1948. Luego vendrían títulos como Contra la muerte, Transtierro, Materia de testamento o No haya corrupción.
El poeta, el 13 de abril de 2007, en Santiago. efe"¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida / o la luz de la muerte?", decían sus versos más famosos. Otros menos conocidos avisaban con ironía: "No confundir las moscas con las estrellas; / oh la vieja victrola de los sofistas. / Maten, maten poetas para estudiarlos. / Coman, sigan comiendo bibliografía". Profesor de literatura durante años, Rojas ejerció como diplomático en China y Cuba con Allende hasta que el golpe militar de 1973 lo puso de nuevo en el camino. Al exilio esta vez. De él volvería para instalarse en su casa verde y azul de Chillán, desde donde no paró de viajar mientras se lo permitió la salud.
Gonzalo Rojas consiguió administrar con voz personal la erótica y telúrica herencia poética -y la alargadísima sombra- de Pablo Neruda. Se convirtió así en uno de los dos grandes polos de la poesía chilena. 
En Chile se reconoce a los poetas porque se considera a sí mismo como "país de poetas", debido a que cuenta con dos premios Nobel de Literatura, Gabriela Mistral y Pablo Neruda y varios otros de reconocimiento internacional. Hasta ahora Rojas ha sido considerado uno de los de mayor relevancia de este tiempo, junto con Nicanor Parra, de 96 años.
Sus versos, nacidos de una doble parentela -"la sanguínea y la imaginaria"-, quedaron reunidos en 2000 en el volumen Metamorfosis de lo mismo (Visor), un título que explica bien la forma de trabajar de un autor cuya poesía ha sido calificada de "larvaria". Así, muchos de sus libros son una reescritura ampliada de poemarios anteriores. "Soy un inconcluso", decía. Y "lentiforme".
Siempre el adiós
Tú llorarás a mares
tres negros días, ya pulverizada
por mi recuerdo, por mis ojos fijos
que te verán llorar detrás de las cortinas de tu alcoba,
sin inmutarse, como dos espinas,
porque la espina es la flor de la nada.
Y me estarás llorando sin saber por qué lloras,
sin saber quién se ha ido:
si eres tú, si soy yo, si el abismo es un beso.
Todo será de golpe
como tu llanto encima de mi cara vacía.
Correrás por las calles. Me mirarás sin verme
en la espalda de todos los varones que marchan al trabajo.
Entrarás en los cines para oírme en la sombra del murmullo. Abrirás
la mampara estridente: allí estarán las mesas esperando mi risa
tan ronca como el vaso de cerveza, servido y desolado.
De Contra la muerte, 1964.
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