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"La lírica joven busca poemas imaginativos, rompedores, vuelve la libertad expresiva"

ANTONIO COLINAS Poeta. Presentó en Oviedo «Obra poética completa»

Oviedo, M. S. MARQUÉS 

Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) acaba de cumplir 65 años y celebra su jubilación con un nuevo libro: «Obra poética completa», editado por Siruela, donde reúne dieciséis poemarios y con ellos 45 años de poesía. Instalado desde hace algunos años en Salamanca, el autor de «Sepulcro en Tarquinia» vivió en Ibiza más de veinte años, donde encontró un paisaje que le fue atrayendo por contraposición a la aridez de la tierra leonesa. «Obra poética completa» se presentó la pasada semana en la librería Cervantes de Oviedo. 

-¿Qué novedades incluye el libro? 

-Son 16 poemarios, y entre ellos hay dos nuevos que no estaban publicados. Uno lo estaba parcialmente, que es «La viña salvaje», y el otro, «Laberinto invisible», es totalmente inédito y es un libro que está todavía abierto. El título «Obra poética completa» es orientativo porque es completa hasta ahora, pero puede crecer. Es una edición que he cuidado mucho, la he preparado sobre los manuscritos y los cuadernos originales y eso también me permitió rescatar algunos poemas que no había recogido antes. 

-¿Incluye todo lo escrito? 

-Escribo poesía desde los 16 años y tengo en mi archivo cuadernos que siempre estoy pensando si es mejor romperlos o mantenerlos. Es algo muy vivo, son poemas muy machadianos o muy a lo Blas de Otero, con las influencias propias de aquellos días, muy neoclásicos. La duda siempre está presente. 

-¿Cómo ha sido el cambio experimentado por su lírica? 

-Soy un poeta que tiene ya una cierta voz, pero una de las cosas que me ha sorprendido de esta recopilación es que hay varias voces y que cada libro tiene su personalidad, su entidad, empieza con ese tono mío muy apegado a la emoción, a la intensidad. Luego hay una etapa irracionalista, la de «Sepulcro en Tarquinia» y «Truenos y flautas en un templo», para evolucionar hacia el pensamiento, la meditación. Después viene un libro clave que es «Astrolabio» y «Noche más allá de la noche», muy medido, muy rítmico. La última etapa se podría reconocer como humanista, de regreso a la realidad, de abordar los grandes temas de nuestro tiempo. 

-¿Qué tal envejece su poesía? 

-Creo que bien. Puede que haya sido más llamativa o más chocante en los años sesenta, cuando la crítica señalaba que yo seguía una vía neorromántica en la línea de los románticos europeos; entonces costó entender esa que iba a ser mi voz y que he procurado mantener. A estas alturas creo que se entiende mejor mi evolución. 

-¿Qué caracteriza esa evolución, amén de un acercamiento a la emoción y a la ética? 

-Hay un momento primero en que me pongo a tono con la poesía de entonces porque era muy necesario ese cambio de lenguaje, esa búsqueda de una palabra poética más libre, más imaginativa, con una presencia de la cultura a veces desbordada, pero que era necesaria después de las dos grandes corrientes imperativas que se habían dado después de la posguerra: el neoclasicismo y la poesía social. Había un grupo intermedio que fue el grupo «Cántico» con el que sintonizó esta poesía que nacía y que era más lírica, más esteticista. 

-¿Sigue los pasos de la poesía que hacen los más jóvenes? 

-Observo, desde hace cinco o seis años, una disparidad en las estéticas como si se estuvieran buscando caminos nuevos. Se busca un poema más imaginativo, vuelve otra vez la cultura, lo metafísico, lo que entendemos por poemas rompedores muy apegados al mundo de la imagen, es decir, vuelve la libertad expresiva y no sabemos en qué se van a decantar las corrientes que se observan. 

-Usted, como jurado de los premios, siempre ha apostado por el coreano Koun. ¿Por qué le gusta? 

-Es un gran poeta, de obra muy amplia, y ha tenido una vida muy unida a lo que fue el pasado siglo. Fue monje budista diez años, pero también fue un luchador político contra la dictadura de su país, estuvo preso y condenado a muerte y ahora se le reconoce como el poeta nacional de Corea. Estos últimos años siempre ha sido finalista en el premio Nobel. 

-Lleva 17 años participando en los premios, ¿introduciría algún cambio? 

-Los premios han sido una gran obra de Graciano García. Ahora hay una nueva dirección que sabrá encontrar el mejor camino, quizá se puedan abrir todavía un poco más las candidaturas. Creo que son unos premios con un listón muy elevado. 

-El libro incluye un poema dedicado a Graciano García. 

-Sí, es un poema que nace de la amistad, está escrito aquí, en Oviedo, y lo escribí un poco para mí. Lo desencadena el hecho de que yo sabía que estaba pasando unos momentos difíciles familiarmente, fue en esa encrucijada cuando él se jubila, aunque no se ha jubilado. Preparando esta edición me parecía que había resistido el paso del tiempo y que debía de ir ahí por ser un poema cívico, más allá de la amistad. Es un homenaje a un ser humano en una etapa crucial de su vida. 

-¿Es la poesía el género literario por excelencia? 

-Pienso que sí por esencial y porque va unida al ser humano desde los orígenes, cuando se escribían los poemas babilónicos o griegos. Era una forma de conocimiento. El poeta tiene que decir en muy pocas palabras lo que el novelista dice en muchas, son dos ritmos distintos. La poesía tiene esa capacidad de síntesis, esa tensión, ese fulgor y de ahí viene la dificultad.


Fuente: La Nueva España
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