Poesía es necesidad
Por José Luis Estrada Betancourt
—Usted ha contado que la suya fue una infancia sombría. ¿Fue eso lo que lo impulsó a escribir para niños y jóvenes?
R.- La mía fue una infancia sombría porque vivíamos en un país en el que dominaba la miseria, tanto económica como humana y, por supuesto, cultural. Se leía poco, la censura empobrecía la creación y yo viví de espaldas a la literatura, como la mayoría de los niños que no tenían referencias literarias en casa. Mi encuentro con el hecho poético, a partir de los textos musicados de Paco Ibáñez y, en menor medida, de Joan Manuel Serrat, me hicieron comprender que había un mundo que me estaban ocultando desde muchos puntos de vista. La poesía me salvó, me sacudió con fuerza, penetré en sus misterios y aprendí a conocerme mejor y a rebelarme contra lo que me oprimía que, en silencio y casi ahogadamente, sentía dentro pero no salía al exterior.
La carencia literaria y humana que yo viví no quise que afectase a aquellos niños y jóvenes a los que les doy clase desde hace tantos años. Por eso, escribo para ellos y les acerco a otros poetas que considero fundamental que conozcan.
El río va recitando. Presentación en La Habana |
R.- La rebelión necesaria para ser yo mismo. Enseguida me di cuenta de que defendían cosas que yo sentía: la belleza, el amor, el compromiso, la libertad, el ser humano, etc. La poesía me permitió comprender al otro yo que vivía en silencio y en un exilio interior enfermizo y comenzar a conocerme y asumir ciertos papeles en una sociedad que necesitaba cambios radicales.
—Ha dicho que la poesía es para usted una necesidad, al igual la música. ¿Es por eso que sus poemas son tan musicales?
R.- Soy un melómano, al que le gusta toda la buena música, sin distinción de estilos. La música clásica es una referencia cotidiana, el jazz me envuelve, el rock me hace vibrar, los cantautores me permiten reflexionar sobre el espíritu de las cosas y su realidad. Los Beatles me ayudaron a cambiar mi vida y Bob Dylan me permitió entender la música desde el punto de vista literario, desde el surrealismo, las lecturas diversas y el compromiso. Aute hizo que conociese otras dimensiones del amor. Sería una lista interminable de referencias. Por ejemplo, Silvio Rodríguez me permitió entender que la poesía entre notas puede ser un hecho literario incuestionable. Sí, creo que inconscientemente la música ha marcado desde siempre mi poesía desde el punto de vista rítmico.
—¿Están los niños preparados, en verdad, para «descifrar» y gustar de la poesía? Y si no, ¿habría manera de lograrlo?
Un libro para los niños cubanos |
R.- No es nueva mi afirmación de que a los niños les encanta la poesía cuando el mediador es capaz de contagiar su entusiasmo. No podemos disimular. Si no somos capaces de acercarles los poemas desde la autenticidad y el entusiasmo, ellos lo percibirán y no conseguiremos nada.
Contagio es una palabra clave en este aspecto. Los niños imitan y se ilusionan con las actitudes positivas de sus referentes adultos. No se enseña poesía. Lo importante es ponérsela cerca para que se dejen llevar por la magia del verso. Mantengo, desde hace tiempo, que son los adultos los que le tienen miedo a la poesía y, sin querer, levantan muros entre ellos y los niños.
—¿Cómo se las arregla para escribir para un público infanto-juvenil y llegar a todas las edades?
R.- Yo creo que hay demasiadas etiquetas con relación a la literatura. Un buen libro literario, poesía o no, ha de gustar tanto a niños como a adultos, por supuesto dejando al margen capacidades de edad y densidad literaria. Un libro bien hecho de la llamada literatura infanto-juvenil ha de interesar al público adulto. La belleza, la construcción inteligente de las obras, los temas y todo lo relacionado con la literatura no tiene edad. Yo escribo desde la influencia de mis lecturas, mi experiencia del día a día con absoluta honestidad sin importarme la comercialidad de lo que hago. Intento hacer literatura. Ese es mi mayor y único objetivo.
—¿Por qué su poesía para adultos es más pesimista?
R.- Yo soy un escéptico y a veces ese escepticismo se puede confundir con el pesimismo. Pero si hacemos una lectura más profunda de mis poemas, pienso que en el fondo existe un halo de esperanza que me permite seguir viviendo. Soy una persona vitalista que intenta saber el terreno que pisa. A los adultos me gusta hacerlos reflexionar sobre mi discurso poético. Pueden compartir conmigo (como hago yo con lo que me rodea) las situaciones que reflejan mis versos. Pero ¡ojo!, cuando escribo para niños también me gusta que sean conscientes de que no todo es bello y sencillo. Suelo incluir en mis poemarios para ellos poemas que tengan más de una lectura. Eso sí, que reflexionen y se sientan ilusionados para luchar por un mundo mejor. Esto es algo común a mis poemas para adultos y para críos.
—Durante ocho años dirigió una prestigiosa colección literaria para jóvenes. ¿Qué tenía en cuenta a la hora de seleccionar los libros que engrosarían el catálogo?
R.- Sobre todo, la calidad literaria. Textos que no fuesen ñoños y no considerasen a los niños y jóvenes seres de segunda categoría. Los niños no son tontos, son niños. No vale cualquier cosa para ellos. Me interesan los textos inteligentes, innovadores, que provoquen reflexión, que diviertan, teniendo en cuenta que hay muchas maneras de divertirse. Sigo pensando lo mismo que cuando codirigía la colección “Árbore” de la editorial Galaxia. La literatura ha de servir (si en realidad sirve para algo) para que el lector crezca interiormente, conozca otras realidades, se conozca mejor a sí mismo y le permita ser más libre y autónomo.
—Desde su experiencia, ¿qué no debe faltar en un programa para la promoción de la lectura?
R.- Hay tres conceptos que yo considero necesarios cuando hablamos de planes de lectura: El fomento de las bibliotecas (públicas, escolares y personales), la necesidad de que el libro entre en los hogares desde las primeras edades y una utilización inteligente y entusiasta en las escuelas. En España aún nos falta mucho por recorrer, a pesar de que se va avanzando con cierta lentitud. El libro carece en estos momentos de un valor social que le pertenece por todo lo que lleva aportado al desarrollo del ser humano desde siempre.
—Como hijo del franquismo no le fue fácil descubrir la verdadera identidad de Galicia. ¿Cómo lo logró? ¿Por qué escribe principalmente en lengua gallega?
Viene el río recitando fue ilustrado por Javier Dueñas |
R.- Galicia era una entidad casi folklórica cuando yo era pequeño. Se escondía toda la enorme tradición de mi tierra, no se sabía su historia, se desprestigiaba a la gente que hablaba gallego, no se conocían autores, artistas, etc. que habían luchado por una tierra en la que el caciquismo y la pobreza marcaron el destino de sus habitantes: exilio, emigración… Yo fui educado contra el gallego. Tuve que luchar mucho para descubrir a tantas personas comprometidas que existían pero que eran desconocidas para mí. Llegó un momento en el que me di cuenta de que me estaban engañando y hurtando una parte fundamental de mi manera de vivir. Cuando fui consciente de todo lo que me habían escondido, de sus mentiras y de sus maléficos propósitos, me rebelé (siempre a partir de la poesía: Castelao, Celso Emilio Ferreiro, Rosalía de Castro, Pimentel, Méndez Ferrín, etc.) y asumí un compromiso con la cultura, la sociedad y la lengua para toda mi vida.
Tengo que reconocer que descubrir a Cunqueiro fue un punto de inflexión para mí con la literatura en gallego que se convirtió en un camino sin retorno. Al margen de sus ideas políticas, don Álvaro es, para mí, junto a Rosalía, la referencia más importante de la literatura escrita en mi lengua.
—¿Sigue pensando que «la poesía es esa pequeña arma que tenemos para intentar un cambio»?
R.- Ya lo dijo Celaya por mí y por todos, que “la poesía es un arma cargada de futuro”. Y es cierto. Cuando leo poesía (y lo hago a diario) soy consciente de que estoy mirando hacia un horizonte que me permite ser más yo mismo y más libre. Sin ella, para mí la forma más esencial de la literatura, mi vida, como ya he dicho antes, sería más pobre y estaría más llena de carencias.
—¿Qué es lo que realmente importa cuando se habla de literatura?
R.- Me interesa la innovación, la capacidad de contar historias que me conmuevan, el hecho de que contengan ideas (que no panfletos) que te permitan reflexionar y entender las reacciones de los protagonistas, la inteligencia de las propuestas y su posible valor en el tiempo. No me interesa demasiado la literatura de circunstancias. Me gusta una literatura profunda que me envuelva en una espiral en la que los sentimientos estén presentes. Hablar de literatura es hablar de la capacidad que la palabra tiene para crear historias, poemas, obras de teatro que conmuevan, a partir de personajes y situaciones que sacudan la capacidad que el ser humano tiene de pensar y de emocionarse.
—¿Cuál es su palabra favorita?
R.- Hay muchas palabras que tienen unas connotaciones que me emocionan: paz, libertad, amor, humanismo… pero todas son palabras. Mi palabra favorita es la palabra PALABRA. Con ella creamos, amamos, besamos; por ella se puede morir, sufrir, ser encarcelado o silenciado. Creo que la fuerza de esta palabra lleva sosteniendo al ser humano desde siempre.
—¿Qué es la poesía para Antonio García Teijeiro?
R.- Creo que a lo largo del cuestionario ha quedado clara la función de la poesía en mi vida. Resumiendo, poesía para mí es necesidad. Y lo que digo tantas veces, la poesía se ha convertido desde que se apoderó de mis inquietudes en una forma de vida.
—Normalmente, cuando se invita un escritor extranjero a la Feria del Libro de La Habana, se publica algún libro conocido. ¿Por qué decidió esta vez escribir uno especialmente para los niños cubanos?
R.- Cuba fue para mí siempre un modelo a seguir. La Revolución cubana ayudó a que yo pudiese ver las cosas de otra manera. Soy consciente de que todo sistema tiene sus imperfecciones y no seré yo quien señale qué es lo que Cuba necesita. Sólo sé que admiro las razones que llevaron a unas personas a acabar con un régimen injusto hace varias décadas. Siempre me sentí cerca de los movimientos que provocó una revolución necesaria. Amo a Cuba profundamente. Amo al pueblo cubano. Siempre he querido demostrar mi afecto y en cuanto se presentó la ocasión decidí escribir un libro dedicado a unos niños y niñas que, estoy seguro, aman la poesía y son capaces de emocionarse ante la palabra literaria. Por ello estoy muy feliz de que sea un libro escrito a propósito y no una traducción de alguno de mis múltiples poemarios. Enrique Pérez Díaz, amigo y hermano en la distancia, tuvo “la culpa” de que por fin hiciese realidad uno de mis deseos más profundos.
—¿Cuáles de sus libros le gustaría que fueran publicados en Cuba? ¿Por qué?
R.- Tres libros de narrativa que quiero especialmente: “Trala liña do horizonte”, “A teima de Xan” y “Honorato, o rato namorado”. En poesía, “Na fogueira dos versos”, “Paseniño, paseniño” o “Chove nos versos”. El primero y el tercero de estos poemarios han sido ilustrados, curiosamente, por sendos ilustradores cubanos, Luis Castro Enjamio y Lázaro Enríquez que, desgraciadamente, ya no está entre nosotros.
—¿Por qué abandonó el balonmano, si llegó a practicarlo hasta el máximo nivel?
R.- El deporte es para mí una forma de cultura, de socialización, de disfrute, pero también de aceptación y respeto de unos códigos éticos necesarios para la formación de las personas. Practiqué balonmano convencido de que deporte y cultura deben ir de la mano. Me encantan los deportistas comprometidos con el arte y la cultura y los intelectuales que no desprecian alegremente el deporte. Hay que ser críticos con las estructuras deportivas por todo lo que, a veces, tienen de oscuras e inmorales. Pero no debemos confundir eso con el ejercicio meramente físico y deportivo. Es más rico de los que muchos creen.
¿Por qué lo dejé? En la vida hay que cubrir ciclos. Cuando consideré que mi ciclo de dedicación exhaustiva al balonmano había llegado a su fin, decidí dejarlo y así poder dedicarme de lleno a lo que se venía fraguando en mi interior desde hacía tiempo: la escritura.