JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS 21/01/201
María Kodama entra en la rotonda del Palace y saluda con un beso al jefe de sala y a media docena de camareras. Unas celebran que esté de vuelta; otras, que siga teniendo ese "pelo maravilloso". La viuda de Borges ha dormido poco. La noche anterior acudió al estreno de una cantata inspirada en textos de José Saramago.
María Kodama entra en la rotonda del Palace y saluda con un beso al jefe de sala y a media docena de camareras. Unas celebran que esté de vuelta; otras, que siga teniendo ese "pelo maravilloso". La viuda de Borges ha dormido poco. La noche anterior acudió al estreno de una cantata inspirada en textos de José Saramago. Se acostó a las cinco de la mañana, pero a las nueve estaba dispuesta a hablar de la vida y la obra de su marido.
En junio se cumplen 25 años de su muerte y está en Madrid para inaugurar el Año Borges que celebra el Centro de Arte Moderno. Pronto, además, Lumen y Debolsillo reeditarán las obras completas del escritor argentino.
"No me gusta comer", dice María Kodama con una sonrisa. "Para mí la comida es un pretexto para estar con los amigos. Tiendo a comer cosas malsanas". Elpretexto de la mañana lo liquida con un café solo que se enfría al tiempo que se calienta la conversación y dos huevos pasados por agua durante, especifica, "tres minutos". Y a Borges, ¿le gustaba comer? "Lo normal. No era un gourmet". Hablando con Kodama, todos los caminos llevan a su marido -al que llama Borges-, aunque partan de su padre -al que llama Kodama: "Es una costumbre del colegio"-. Ese padre era un arquitecto japonés asentado en Argentina. Dice alguna enciclopedia borgiana que ella nació en 1945, pero cuando se le pregunta, para variar, por su vida antes de conocer al autor de El aleph y por la incomodidad de los japoneses tras la II Guerra Mundial, cierra con humor esa vía: "Ah, la fecha en que nací... Nadie la sabe. Ni yo la voy a decir. ¿Dicen? Dicen tantas cosas. Demasiadas. Hasta que yo comience a decirlas".
Ese momento, afirma, no está lejos. "Los editores insisten: 'Escribe, escribe, que se va a vender más que El Código da Vinci". Y bromea con un título -La historia negra: novela gótica- para un volumen con tres partes: vida junto a Borges, "los monstruos" y la ley (las sentencias que le dieron la razón frente a los anteriores).
Los "monstruos" son, por un lado, los escritores que, dice, han "tergiversado" la memoria de su marido o falsificado su obra; por otra, los que la "atacan" a ella por desautorizar "falsas atribuciones de textos". O por insistir en que su boda con el escritor poco antes de que él muriera fue una maniobra para administrar su legado: "Borges sabía que yo no creo en el matrimonio porque mis padres se separaron. Me dijo: 'Si el problema es el divorcio, casémonos antes de que yo muera".
El "monstruo" más ilustre es Adolfo Bioy Casares, muy crítico con Kodama. "Su libro sobre Borges tenía una parte interesante, la literaria", afirma ella. "La personal demuestra que nunca fue su verdadero amigo. Borges era ciego y Bioy cuenta que comía con las manos. ¿Quién tiene la culpa? Yo he comido con Borges en todas partes -desde comedores universitarios hasta con el marido de Isabel II cuando le dieron el doctorado en Cambridge-. Nunca nadie lo vio comer con las manos".
Guante de seda en mano de hierro, María Kodama es rotundamente dulce. Dedica media hora a cada huevo, sonríe como una niña, no levanta la voz y, aunque tiende a poner la venda antes de la herida, no elude la polémica. "Solo soy la mala de la película para los sinvergüenzas. Cumplo con mi deber porque sobre todas las cosas es mi amor. Algunos no me perdonan que quisiera a Borges".
Fuente: El País