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Los tangos que hicieron "Sures", de Marcelo Suárez De Luna

Sures es un poema bellísimo de Marcelo Suárez De Luna, que tiene una musicalidad y misterio fascinantes. Cuenta su autor que para hacer  Sures se inspiró en dos tangos de Homero Manzi, uno de ellos, Manoblanca, es interpretado en este video de manera muy sentida por Ricardo Curcio en su canal de youtube, quien ya es amigo de Voz y Mirada. En esta tarde del Bicentenario Mexicano la autenticidad argentina de esta interpretación adquiere connotaciones especiales.


Manoblanca

Dónde vas, carrerito del Este,
castigando tu yunta de ruanos,
y mostrando en la chata celeste
las dos iniciales pintadas a mano...?
Reluciendo la estrella de bronce
claveteada en la suela del Once...
cruzando ligero las calles del Sur...?

¡Porteñito! ¡Manoblanca!
¡Vamos, fuerza, que viene barranca...!
¡Manoblanca! ¡Porteñito!
¡Fuerza, vamos, que falta un poquito...!
¡Bueno, bueno...! ¡Ya salimos"
Ahora sigan parejo otra vez,
que esta noche me esperan sus ojos
en la avenida Centenera y Tabaré.

¿Dónde vas, carrerito y porteño,
con tu chata flameante y coqueta,
con los ojos cerrados de sueño
y un gajo de ruda detrás de la oreja...?
El orgullo de ser bien querido
se adivina en tu estrella de bronce...
Carrerito del barrio del Once,
que vuelves trotando para el corralón...

¡Porteñito! ¡Manoblaca!
¡Vamos, fuerza, que viene barranca...!
¡Mano blanca! ¡Porteñito!
¡Fuerza, vamos, que falta poquito...!
¡Bueno, bueno...! ¡Ya salimos!
Ahora sigan parejo otra vez,
mientras sueño en los ojos aquellos
de la avenida Centenera y Tabaré.

De esta letra de Manzi y también de su "Sur", encontró Marcelo el suyo:

San Juan y Boedo antigua, y todo el cielo,
Pompeya y más allá la inundación.
Tu melena de novia en el recuerdo
y tu nombre florando en el adiós.
La esquina del herrero, barro y pampa,
tu casa, tu vereda y el zanjón,
y un perfume de yuyos y de alfalfa
que me llena de nuevo el corazón.

Sur

Sur,
paredón y después...
Sur,
una luz de almacén...
Ya nunca me verás como me vieras,
recostado en la vidriera
y esperándote.
Ya nunca alumbraré con las estrellas
nuestra marcha sin querellas
por las noches de Pompeya...
Las calles y las lunas suburbanas,
y mi amor y tu ventana
todo ha muerto, ya lo sé...

San Juan y Boedo antiguo, cielo perdido,
Pompeya y al llegar al terraplén,
tus veinte años temblando de cariño
bajo el beso que entonces te robé.
Nostalgias de las cosas que han pasado,
arena que la vida se llevó
pesadumbre de barrios que han cambiado
y amargura del sueño que murió.

Y Alejandra Moglia desde su tarde bonaerense envía la letra de su tango de Manzi favorito:

Discepolín (1951)
Letra de Homero Manzi
Musica de Anibal Troilo

Sobre el mármol helado, migas de medialuna
y una mujer absurda que come en un rincón;
tu musa está sangrando y ella se desayuna:
el alba no perdona, no tiene corazón.
Al fin, ¿quién es culpable de la vida grotesca
y del alma manchada con sangre de carmín?
Mejor es que salgamos antes de que amanezca,
antes de que lloremos, viejo Discepolín...

Conozco de tu largo aburrimiento
y comprendo lo que cuesta ser feliz,
y al son de cada tango te presiento
con tu talento enorme y tu nariz.
Con tu lágrima amarga y escondida,
con tu careta pálida de clown
y con esa sonrisa entristecida
que florece en verso y en canción.

La gente se te arrima con su montón de penas
y tú las acaricias casi con temblor;
te duele como propia la cicatriz ajena;
aquél no tuvo suerte, y ésta no tuvo amor.
La pista se ha poblado al ruido de la orquesta:
se abrazan bajo el foco muñecos de aserrín.
¿No ves que están bailando?... ¿No ves que están de fiesta?
Vamos, que todo duele, viejo Discepolín.



¡Un abrazo bicentenario para Alejandra, Antonito, Cristina, Marcelo, Ricardo y Susana!
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