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El hábito no hace al monje

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Creía que ella era la importante porque sus hijos le habían regalado un crucero para celebrar sus bodas de plata y tal acontecimiento le daba una aureola especial porque nunca había sido protagonista de nada en su vida. Por eso se había comprado ropa, se había vestido de una manera que no solía. Por eso se había creado un papel, pero lo estaba interpretando mal y, en lugar de ser la mujer sencilla y especial de siempre, se había convertido en un esperpento. A su marido no le hacía ninguna gracia y estaba deseando que acabara el dichoso crucero y volver a casa. Además el traje de pingüino que le había hecho poner su mujer para la cena de gala no le gustaba y, encima, le sentaba fatal.

(de Cuentos de la tierra y el mar, Anabel Sáiz)
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