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Insomnios, de Aurelio González Ovies y Marian Suárez, en su voz, gracias a Catamaram



Poema "Insomnios" de Aurelio González Ovies y Marian Suárez en la presentación en el Palacio de Valdecarzana (Avilés) de NO, Cuadernos FÍBULA de Poesía, Avilés, 2009.
Vídeo capturado en unmundodecolores.blogspot.com

Orgullosos de levantar la bandera de la independencia, Marian Suárez y Aurelio González Ovies reúnen su inconformismo vital en 'No', cuarta serie de los Cuadernos Fíbula de Poesía que ambos impulsan desde 1996.
Al igual que sucedió en entregas anteriores, los méritos se reparten entre ambos escritores, que firman al unísono los quince poemas repartidos entre las 34 páginas de esta edición.
En esta entrega, el adverbio 'no' abre cada uno de los poemas, siendo el hilo conductor de la argumentación. Como ambos autores señalan en la presentación de la obra «conviene ir contracorriente para valorar los intrincados vericuetos de la sociedad actual». (...)
F.DEL BUSTO. (El Comercio. Avilés)

INSOMNIOS
No olvido aquellos días.
No borro aquellos miedos.
Madre, ¿Cuándo sea mayor
Tú serás ya muy vieja?;
¿tendré que enfrentarme un día al mundo
solo?
Ella siempre venía a darme un beso,
Me apagaba la luz
Y me decía:
no pienses esas cosas, hijo mío,
eres muy joven, anda,
todavía.
Pero cuando el invierno arremetía
furioso
contra las ventanas
y el triste crucifijo pendía sobre mí
tenebroso y oscuro
me aparecían los muertos
que había visto metidos en cajas.
Tanteaba la pera, encendía la bombilla
y con cualquier excusa la llamaba:
mamá, no sé si tendré fiebre,
tráeme un vaso de leche,
hazme una manzanilla.
Y entonces como siempre, como
a todas horas, ella estaba
fregando
y dejaba los platos y las potas
y me poníael termómetro
y tanteaba mi frente.
Voy a quedarme aquí
para que no te muevas.
No me parecen décimas,
Tranquilízate, calma.

Y con su mano allí,
sobre mis pensamientos,
huían mis temores
y en breve me dormía.

Otras veces la guerra o el infierno
-paisajes que tanto ensombrecían
aquellos negros años-
me angustiaban el sueño a media noche
y gritaba su nombre.
Y entonces, como siempre,
como a todas horas, ella estaba sentada en la cocina,
cosiendo o repasando,
o escogiendo lentejas o picando
patatas.
Y clavaba la aguja en la pechera
y se allegaba al cuarto
y me frotaba el cuerpo
con alcohol de romero y con papel
de estraza.

Y con su tacto allí
posado en mis delirios
repetía en voz baja:
ya verás cómo pronto pasa esta noche
ya verás qué enseguida llega mañana.

Edición y musicalización del video

Catamaram
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