Composición de imagen: MGE
Por María García Esperón
En su número correspondiente a marzo-abril de 1964, Cuadernos Americanos publicó un artículo llamado "El camino de Quetzalcóatl". Está firmado por María Zambrano.
En él, la filósofa española considera la figura del hombre-dios como aparece en el libro de Laurette Séjourné, El Universo de Quetzalcoátl, del que expresa:
"es una muestra, una muestra ejemplar, del género de mirada que felizmente capta y hace visible un trozo de "realidad", no solamente remota sino un tanto sumergida".
La figura de Quetzalcóatl está sumergida, es parte de una especie de Atlántida que solamente pueden hacer brotar a la superficie miradas como la de Séjourné, palabras como las de Zambrano:
"Ningún 'dios' en realidad, puede ser resucitado él solo (...) Y así no tenía muchas probabilidades de salir de nuevo a la luz un dios tan luminoso como Quetzalcóatl, mientras la antigua cultura de la que fue guía y centro no comenzase a encontrar espacio y atención en la mente y la conciencia actuales".
María Zambrano contempla a Quetzalcóatl desde la perspectiva auroral que caracteriza a su filosofía y lo describe con una de las expresiones más bellas que se hayan asociado al hombre-dios:
"La Serpiente Emplumada es una figura nupcial"
Figura nupcial.
Nupcias de la tierra oscura -la serpiente- con la luz -las alas, el vuelo- que se cumplen con el sacrificio del corazón. El yólotl náhuatl, la palabra realidad en cuya raíz late otra palabra-realidad nahua: ollin, movimiento... El corazón, nos revela la mirada de Zambrano sobre el Quetzalcóatl de Séjourné, no es una caverna, no es una cavidad, es un ímpetu. Por su movimiento, por su ímpetu, el corazón del hombre Quetzalcóatl descubre en el sacrificio una nueva dimensión en lo humano, se transfigura y triunfa. "Y entonces viene a resultar que el hombre de algún modo toca lo divino"...
Y transitando por las páginas de Séjourné, María Zambrano toca la esencia ardiente de la historia de Quetzalcóatl, de su caída, de su sacrificio, de su triunfo. El hombre, para realizarse plenamente como hombre, se convierte en algo más, "que no hay más remedio que llamar divino".
Uno de los títulos de Quetzalcoátl es el de Tlahiuizcalpantecuhtli, el "Señor de la Aurora". Dijimos que el de Zambrano es un pensamiento auroral que se origina donde el sol se levanta. Llevada por esa luz, siempre naciente, la mirada de Zambrano cierra la especie de libro pintado de Séjourné y en los últimos párrafos del artículo de 1964 arriba al superhombre de Nietzsche, "el superhombre, una de las criaturas que más hayan recibido sobre sí las peores sombras".
Nietzsche, nos dice la filósofa, padeció la pasión de la luz, se sintió transformado en ella y escribió en el prólogo de Aurora haber querido solamente la eternidad. Desde la mirada Séjourné sobre el luminoso Quetzalcóatl, Zambrano nos presenta a Nietzsche que a su vez "se presenta como una víctima en busca de sacrificio; de un sacrificio que le engendre a sí mismo y a ese nuevo hombre, que sería ya un cuerpo enteramente luminoso".
Como Quetzalcóatl, el Divino Gemelo, el Señor de la Aurora, la Serpiente Emplumada, la Figura Nupcial...