Foto: NASA, ESA and the Hubble Heritage Team (STScI/AURA). |
Decir la poesía de Wilson es caminar con la voz por paisajes de delicada orfebrería poética. La lección trascendente de Borges ha sido convertida en inmanente y sobre su verso sopla la brisa tenue y melancólica de Aurelio Arturo.
Pero por sobre todo, la de Wilson Pérez Uribe es una palabra original. La suya es una vocación de poeta tan clara como la luz de las estrellas a las que continuamente hace referencia, y si en un poema se asombra y agradece "por la sensibilidad que me ha sido dada", en otro se vuelve semejante a la noche y le es dado tocar la sobrenatural hermosura en "un perfumado silencio de tocada soledad".
Esta vocación, esta voz, esta poesía se antojan imparables. A la lengua española le ha nacido un poeta en pleno corazón. Sea Los mil otoños del atardecer -el nombre de uno de sus poemas y el escogido para este miravoz- la puerta de una aventura de generosidad y alegría, de creación porque sí, de celebración y de encuentro en el deslumbrante Universo de la Palabra.
María García Esperón
Miravoz