El 18 de enero próximo, a las 19:30 en el Aula Magna de la Universidad de Oviedo, Aurelio González Ovies recibirá el Premio de las Letras de Asturias 2018.
Aurelio González Ovies nació en 1964 en Asturias. Su pueblo, Bañugues, está situado al borde del poderoso mar Cantábrico que tantas verdades le susurró al poeta desde que siendo un niño abrió los ojos a la belleza. Los acantilados le revelaron sus misterios, las alas del nordés, -el viento nordeste- agitaron sus sueños y le revelaron la dimensión sagrada de la Naturaleza. Los pescadores y sus redes, la vieja mina y sus túneles y alumbrado de carburo, la cal de las paredes de casas sencillas, sin lujos, pero colmadas de amor humano, fueron el marco en el que transcurrieron sus primeros años.
Entonces, y durante toda su vida, fue fundamental la figura de su madre, Luz Ovies Quirós, una mujer extraordinaria que de la escasez material tejió abundancia espiritual y que rodeó la infancia de Aurelio y sus hermanos de un cariño luminoso como su nombre y que el poeta no ha cesado de reconocer a través de su obra. Siempre afirma que su madre fue el origen de su vocación literaria, pues acostumbraba cantar rondas, canciones y romances, en su hermosa lengua asturiana. Es el asturiano la lengua materna de Aurelio, en la que compuso sus primeros versos y que no ha dejado de cultivar, al lado de su creación en castellano.
Doctor en Filología Latina y Profesor Titular de Latín en la Universidad de Oviedo, Aurelio González Ovies es todo un referente de la vida cultural asturiana. Ha sido profesor de muchas generaciones a las que ha transmitido su amor por los clásicos griegos y romanos. Su actividad poética ha transcurrido de manera independiente a grupos y corrientes, por lo que se ha constituido en el símbolo vivo del poeta auténtico y libre, cuya voz se levanta solamente en nombre de la poesía. Dejemos que, para finalizar esta breve nota biográfica de un inmenso poeta, él mismo se describa a través de su poema Ley de la palabra:
no poseo tampoco más riqueza.
Sino que al irse mi inocencia un día,
vi el camino del oro,
vi el camino de las posibilidades,
vi el camino de los devoradores,
vi el camino de la autodestrucción,
vi el camino de los acatamientos,
vi el camino de la desvergüenza,
vi el camino del miedo,
vi el camino de los reyes y de los tronos altos.
Y al irse mi inocencia un día,
miré a la libertad y fui tras ella.
Vi el camino sin ley de la palabra.