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"Poesía imperfecta".... Humano soy, por Anabel Sáiz Ripoll



Fuente: Voces de las dos orillas

“Que su viejo no lo hacía tan mal”, es el deseo que Marcelo Suárez de Luna pide para su hija en el último poema de este poemario, Poesía imperfecta. ¿Cómo definir esta poesía que invade los poros del alma y se cuela por todos los resquicios de la vida? ¿Es imperfecto el compromiso? ¿Es imperfecto el amor? ¿Y las diferencias culturales? ¿Y las señas de identidad? ¿Y los pobres… son imperfectos? ¿Es imperfecto vivir? Seguramente todas estas preguntas puedan contestarse con un sí… porque Marcelo Suárez no busca una poesía pura, en el sentido clásico del término, en que todos los versos sean perfectos, que trate de una forma abstracta los temas del amor, de la religión, de la muerte o del destino. No, Marcelo Suárez, como es ya su seña de identidad, busca algo más en la poesía. Busca acaso que sea impura, en la línea de marcó Neruda, que brote enérgica y precisa y apunte directamente, en palabras de Celaya, “al pecho”.

Vale la pena leer una poesía así porque te consuela de las imperfecciones de ser humano, porque te alivia de la carga de ser trascendente y mortal. Vale la pena que sean unos versos imperfectos, pero dibujados casi como caligramas, porque te hacen las preguntas a tú como lector y te invitan a pensar y a formar parte una y mil veces del poema.

La ironía y el humor aparecen en los versos del poeta; pero también las ansias de libertad y la ternura. Son versos polimétricos que juegan con las rimas y que se adelgazan o amplían según sea el discurso, al compás de la propia vida. Marcelo Suárez es un poeta culto, que conoce muy bien las referencias clásicas y las maneja cuando le conviene, pero se sabe hombre y mortal; de ahí que no pierda tiempo en abstracciones ya que no teme “revelar los secretos de los dioses”. Todos los amores del bonaerense Suárez y sus señas de identidad lingüísticas y culturales en engarzan en este poemario que pudiera parecer irregular pero que, bien mirado, traza el paisaje personal de su autor. Y es que, al fin y al cabo, el poeta se define a sí mismo como “uno que va de contramano por las calles de la vida”.
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