
Poeta, novelista, ensayista, traductor y periodista, que ha recibido, entre otros importantes galardones, el Premio Nacional de Poesía (1982), lleva años poniendo nombre propio al Príncipe de las Letras y de esta relación nació una amistad y de la amistad uno de los poemas que se suman a su 'Obra poética completa'.
Dedicado al creador y hoy director emérito de la Fundación Príncipe de Asturias, Graciano García, se titula 'Hay una luz que viene de los montes' y es más que un homenaje, una oda a su destinatario al que define como «un hombre libre», un hombre de esta tierra, que «dio a los sueños más altos realidad hermosa y honda».
Fiel a una voz poética que despertó temprano en las entrañas de 'Poemas de la tierra y de la sangre' Colinas defiende la historia del olvido y advierte de que «si un día la niebla regresara / con sus olvidos hasta esta ciudad / que él hizo suya y nuestra en los afectos; / si pensáis que la niebla o que los años / pudieran ocultar el bien, sus obras, / sabed que siempre manará muy viva / ardiente en la verdad de los silencios- / la fuente de su ejemplo, que dio frutos».
Se suman estos versos, que llevan nombre propio a la experiencia de vivir que mana toda la obra del poeta leonés, «fundamental para entender la lírica contemporánea en lengua española».
Publicado por Siruela, este compendio de vida y poesía llega al lector evuelto en un bello retrato de Simonetta de Vespucci, musa de Botticelli y del Renacimiento. Tras ella, además de los 17 libros, Colinas aporta el contenido de dos manuscritos rescatados, ampliados y pulidos. Se trata de 'La viña salvaje, que, está en los cajones de su vida desde 1972. Aquel año veía la luz el poemario 'Truenos y flautas en un templo', que acoge también este nuevo libro de viejos y nuevos versos ordenados cronológicamente y cerrados con 'El laberinto invisible'.
Bajo ese título Colinas abraza sus últimos poemas inéditos, escritos algunos en su último viaje a China y que dejan transparentar cierto sedimento oriental, fácil de observar en su última obra en la que ha ido despojándose «de la palabra hueca y tensa, en busca de un laberinto de quietud invisible», como él mismo reconoce. Y, entre medias, 'Noche más allá de la noche' (1980), el libro que, en más de una ocasión ha dicho que elegiría de entre todos ellos «por pertenecer a una etapa vital muy dura y extrema».
En 'Obra poética completa' también están el 'Libro de la mansedumbre' (1997), 'Los silencios de fuego' (1992) o 'Tiempo y abismo' (2002), entre otros. Uno y otros van dando forma a la cartografía poética por la que ha ido viajando «paso a paso», como decía María Zambrano al hablar de Colinas. Una cartografía en la que no sólo ponen monte y valle las palabras. También sus lugares reales, las calles de su ciudad, y las de Salamanca, Córdoba, Italia, las de Ibiza. Y del mismo modo están en sus versos las huellas de Hölderlin, Juan Ramón Jiménez, Rilke, María Zambrano, Machado, Vicente Aleixandre, Montaigne, Homero, Jung y hasta Cervantes.
Fuente: El Comercio