Era tan loco el reloj
que en vez de andar sobre los números, saltaba.
La gente decía: ¡Qué ágil!, camina el doble.
Cuando se hizo viejo, tomó el horario de bastón
y el minutero de cepillo.
Para ese tiempo ya nadie lo miraba.
No era útil, pero daba risa verlo, de aquí para allá como un
equilibrista. La gente decía: qué buen reloj éste cuando joven...
Ahora está loco.
Un día se detuvo para siempre.
Eran las...
Bueno era la hora de dormir.
Después, nada fue igual.
(Del libro Amigo de la noche)