Esperar es ponerse la piel de las burbujas
y dejarse subir, como el humo, despacio.
Y alcanzar una altura que rima
dócilmente con las altas montañas y el frío del deseo.
Y creerse burbuja y mirarse en redondo.
Descubrirse en el antes, transparente, sin nada.
Tocarse cristalino en el después, sin nada.
Y abrazarse a uno mismo otra vez, actualmente, al volumen
burbuja de la propia esperanza.
Esperar es precioso, preciso, en cualquier parte.
Hermosamente humano. Y a cualquier hora
pueden chiflar, desde lo lejos,
los vagones que traen viajeros impensables,
baúles que un difunto ha dejado a tu nombre
con anillos de verso y cuartillas labradas.
Así es como se espera.
Sabiendo ser paisaje en vez de tiempo,
geógrafo de toda una palabra.
Y se hace necesario quedarse muchas noches mirando las estrellas.
Las estrellas alumbran porque esperan.
Todo en la realidad espera otra ocasión
y vive hacia el mañana.
La belleza por llegar es la certidumbre más firme
del poeta.
Para esperar conviene arder.
El proceso es el mismo. Materia con astillas
donde una chispa escribe sus plurales.
Ardor que nace; ardor que se estremece. Ceniza.
Es hermoso esperar. Humanamente grande.
Mientras esperas llueve y zarpan barcos.
Puede hacerse de noche y ser muy pronto.
Nacer un mapa nuevo, cerrarse un episodio,
perpetuar una risa, esparcirse la música, descubrirse
un color o reencarnarse un sueño.
Hay muchas circunstancias en una nueva espera.
El tiempo por venir es la extensión más vivida
del poeta.
(C) Aurelio González Ovies
Marian Suárez
Una realidad aparte
Cuadernos FÍBULA de poesía
Aviles, 2005
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI