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Ahora miras el mundo.
El mundo, que amanece vacío de señales.
Por sendas azuladas se fueron las palomas.
Secos están los cauces en los altos arroyos
y en los pozos se aquietan las aguas de la noche.
La alondra con el alba no sale hasta el camino.
Miras caer el fruto desde el árbol y ves que no germina.
Deshabitado el pecho
miras al hombre, cerebral
y aséptico y ajeno, sin poder explicarse
toda la luz que ofrece el universo.
Miras al hombre examinar su pecho,
fríamente su pecho,
avanzar por los sueños no soñados,
calcular las palabras que quedan por decir ,
y hacer suma total y levantar el acta
de todos sus vacíos.
Miras al hombre en su afán resistirse,
orgulloso y erguido en sus deseos
y todopoderoso,
para ser al final la hoja última
en la rama más alta del aliso
que un momento titila con el aura
y después cae y se pudre con toda la hojarasca de la tierra.
(C) Francisco Álvarez Velasco
Del viejísimo jugo de la tierra
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMX