La madeja y la estrella II
Retratos de familia
I
Mis días están hechos de dádivas que atesoro. He desgranado en el huerto el maíz de granos dorados y riego los últimos brotes. El alma entera es un universo; confieso que ve rendirse su poder ante esos actos de valerosa sencillez. Mis padres, hombres sabios de los campos, demiurgos de las estaciones, geógrafos de su parcela de tierra, me legaron el honor de amar en el mundo todo aquello que exigiese un poco de esfuerzo para crecer. De sus manos heredé la azada y la pluma, de sus ojos el asombro por los milagros de la siembra, de sus voces la valentía para aceptar la ignorancia y la fragilidad del cuerpo. Son cosas que se viven, pequeños detalles de un presente que torna ser natalidad, comienzo posible. Y ahora que me detengo a pensar, en este instante en que la sangre es un río que fluye, celebro el día en que mi madre puso en mis manos el carbón del lápiz para que aprendiera a dibujar un pájaro de palabras que hoy emprende vuelo sobre la página que me escribe al escribirla.