Por Félix Díaz
El escritor cubano Enrique Pérez Díaz, autor que ha puesto su obra, por años, fundamentalmente al servicio de la literatura para niños y jóvenes, además de dirigir la Editorial Gente Nueva, se ha convertido en un reconocido especialista en el tema, y ha accedido a responder las siguientes preguntas a Tribuna.
F/A través de la historia, casi se ha convertido en un lugar común, aquello de que escribir para niños y jóvenes es más difícil que hacerlo para adultos, ¿Cuánto de verdad ve usted en esa afirmación?
E.P/En realidad es un lugar común bastante en uso. Pero tiene algo de cierto, no es que propiamente sea más difícil: escribir es siempre difícil pues uno debe enfrentar la página en blanco y eso es un reto. La historia se sueña, se vive mentalmente, se recrea de la propia realidad y es un trabajo enorme llevarla a esa odiosa página en blanco que para unos es castigo y un tentador puente por cruzar para otros. Lo difícil es comunicar con la gente, especial-mente con los niños; por eso se dice que es doblemente difícil porque el niño no es un lector comprometido con algo, sino muy li-beral, que decide si lee o va a jugar, a la playa, a treparse en los árboles o a montar bicicleta y jugar pelota. Por eso yo pre-fiero decir que escribo para personas, pues tampoco me gusta ais-lar a los niños en un contexto ideal que en realidad no existe.
F/Como cualquier otra, también la literatura infantil cambia con las épocas; está claro que no se puede escribir ahora como lo hicieron los clásicos –en cuanto a temas, lenguaje, o...-, ni aún hablando de los de las generaciones más cercanas que nos preceden; ¿por qué, y hasta dónde, pudiera llegar la diferencia?
E.P/Yo diría que la diferencia mayor está en el ritmo narrativo y en los temas que se abordan. Las técnicas están descubiertas desde hace mucho, desde los propios maestros. Pero el libro actual es muy cinematográfico, intertextual, con pocas descripciones y mucha (o muchas) acciones encontradas, es como un laberinto donde te su-merges detrás de una historia y te vas a encontrar con tantas otras.
F/Se dice, que los llamados cuentos mágicos, no fueron creados precisamente para niños, sino que llegados de la tradición oral, nacieron para entretener a los adultos y luego, con los años, pasaron a los más pequeños. ¿Eso justificaría, de alguna manera, la tanta violencia, la maldad manifiesta, y todas las otras pasiones negativas que les adornan?
E.P/En realidad, se ha dicho por los grandes teóricos de la literatura para niños(especialmente por el francés Paul Hazard), que los pequeños debieron apropiarse de las migajas que durante siglos les dejaron los adultos e hicieron suyas las historias de Perrault y los Hermanos Grimm, que bebían de la tradición oral y por tanto llevaban implícitas toda una carga de violencia tremenda, pero sí tenían el encanto de lo natural, verídico y eso atrapó las mentes infantiles, cansadas de preceptores, moralistas, abates e institu-trices tontas que solo querían formar niños modelos.
Segunda parte
Por Felix García en la sección
· Narrativa Cubana
El escritor cubano Enrique Pérez Díaz, autor que a puesto su obra, por años, fundamentalmente al servicio de la literatura para niños y jóvenes, además de dirigir la Editorial Gente Nueva, se ha con-vertido en un reconocido especialista en el tema, y ha accedido a responder las siguientes preguntas a Tribuna.
F/ Aparecen ahora temas hasta hace muy poco tabúes, en obras dedicadas a jóvenes, adolescentes, y niños –me refiero al sexo, en cual-quiera de sus variantes, a la violencia, el desamor, las migracio-nes y otros socioculturales que, desde luego, también influyen, o los afectan, a ellos-. ¿Qué opina?
E.P/ Después de la Segunda Guerra Mundial la literatura para niños comienza a tomar otros caminos, se centra más en los problemas de la infancia que en los mundos concebidos idílicamente para los posibles lectores infantiles. En el año 45 se publica en Suecia un libro que en mi concepto revoluciona el modo de ver estos libros y a los propios niños: Pippa mediaslargas, de Astrid Lindgren, personaje que defiende la tesis de que los niños deben llevar una vida organizada sobre todo cuando puedan organizársela ellos mismos, vive sin padres, sola en una casa y arremete feroz y simpáticamente contra instituciones como la escuela y las damas de sociedad. Eso se va haciendo sistemáticamente natural en muchos países cuyos escritores despiertan a esta especie de llamado de hacer justicia a sus jóvenes lectores, justicia pues ya no se pretende engañarles ni adoctrinarles sino precisamente darles las armas pa-ra sobrevivir en un planeta donde lamentablemente hay guerras, odios, pestes y otras furias que atacan el cuerpo y el pensamiento. Aunque a veces así se crea, no es un fenómeno reciente, ni forzado, ni producto de modas, sino todo un proceso que tiene sus causas en la misma praxis social e histórica de cada país: al hacerse más difíciles las realidades circunstanciales y fluir más libremente el pensamiento y tomar los escritores conciencia de su papel formador en la infancia con este tipo de literatura, se escriben historias más “problematizadoras”, por así decirlo, de la realidad, en argumentos realmente interesantes y que dejan una huella en cualquier lector.
F/ Por último, sobre el lenguaje: ¿cuál debe ser, en su criterio, el lenguaje a utilizar en esta literatura?
E. P/ En realidad no creo que exista un lenguaje específico cuando se escribe para niños, independientemente de la edad a que estén dirigidos los libros. Uno escribe en el lenguaje que domina, cuya norma adultera a su gusto o conveniencia y de eso nace precisamente ese milagro que llaman “estilo”. Buscar un lenguaje adecuado para la infancia sería traicionarnos a nosotros mismos como escri-tores y no ser fieles a nuestra forma de expresión. En ocasiones, las transnacionales del libro pretenden vender un producto este-reotipado en el llamado “castellano neutro” y enseguida se advierte lo diferente que este lenguaje resulta del nacido de un buen escritor. Para libros dirigidos a una primera edad obviamente uno buscará palabras más sencillas y gráficas e irá luego ampliando el vocabulario de sus libros en dependencia del nivel etario que tenga su lector, pero se usa el mismo lenguaje con el que uno habla normalmente, arropado, desde luego, de imágenes, giros, etc.
Lo importante, lo más trascendente, diría yo, en la literatura para niños es tener sobre todo un buen argumento que sea capaz de atrapar al lector. Justamente eso, todo lo demás es absolutamente secundario y fruto de la maduración de un oficio y el trabajo constante.