"Vivo opuesto a las etiquetas": Jorge Luis Peña Reyes |
Este noviembre Anabel Sáiz Ripoll ha revelado a través de la revista electrónica Arena y Cal un auténtico talento hispanoamericano. Se trata de Jorge Luis Peña Reyes, un joven autor cubano que ha hecho de la literatura infantil y juvenil, y sobre todo de la poesía para niños un camino de tradición y de revolución.
Revolución personal primero, búsqueda del sentido de la vida, descubrimiento del poderío de la palabra, humor, frescura, crítica, verso y musicalidad cubanos, amor por el octosílabo, la décima -la "espinela" que nos explica en el brillante estudio que Anabel dedica a este torrente de creatividad que desde la Isla viene a bañar de autenticidad el mundo de la poesía para niños. (MGE)
Jorge Luis Peña Reyes: un escritor auténtico
(Sólo la lectura logra que un individuo piense y vuele con cabeza propia.)
Por Anabel Sáiz Ripoll
Este mes nos acercamos a la obra de un joven escritor cubano, Jorge Luis Peña Reyes (Puerto Padre, 1977). De él dice el crítico, poeta y narrador cubano Carlos Esquivel Guerra que: "Hoy es a mi entender el más sobresaliente cultor de ese género (literatura para niños) en Cuba. Su estilo contagioso, crea adicción, tal vez porque e interpreta, o reinterpreta el discurrir de las falsificaciones de lo solemne. Celebración y reflexión parecen las claves para traducir un yo desbordante y desbordado. La oralidad y la mística son, también, ilustraciones esenciales de este impar poeta.”
No obstante, su vocación literaria surgió ya de joven y él mismo nos lo explica con detalle: “Mi vocación literaria no fue visible hasta que cursaba el tercer año de la carrera de Pedagogía, en la especialidad de biología. Nada tenía que ver entonces con las letras aunque sentía de vez en cuando algunos golpecitos en el hombro por redactar bien o darle cierto toque distintivo a mis notas de clases. Mis lecturas de formación estuvieron inclinadas a las ciencias y no a textos de literatura clásica, que leo ahora como un redescubrimiento de aquellos tiempos que no volverán. Por eso siento que me falta mucho por leer y conocer. Recuerdo de niño mi avidez por los libros de zoología y revistas científicas que mi padre compraba por cantidades como premio al terminar cada curso, así que escribir poesía no estuvo ni siquiera durante la adolescencia cuando mis contemporáneos copiaban libretas completas de canciones o poemas de Neruda, José Ángel Buesa y de otros románticos sin nombres, pero genialmente cursis.
Durante una clase de redacción y estilo en el año 1998 la profesora nos dio la tarea de escribir ciertos textos con distintos tipos de narradores o tendencias, y mi narración le hizo sugerir mi participación en un taller literario que existía como extensión de la Casa Iberoamericana de la Décima (por ser Las Tunas, tierra donde vivió el poeta bucólico cubano más importante del siglo XIX) así que frente a los especialistas leí lo único que tenía a mano: un terrible y fatal texto que en un arranque poético había escrito en coautoría de un amigo, años antes. Me lo sabía al dedillo, y lo recité como quien mostraba un prenda de lujo y claro me lo despalillaron con un alto grado de generosidad, luego me sugirieron revisar la obra de algunos grandes, lo que constituyó mis primeras lecturas poéticas de peso y me hablaron de un tal César Vallejo, tal vez por el tono existencial de aquella primera pieza compartida. Cuando leí al autor de Trilce, me llegó todo el bochorno de un golpe para entender que me faltaba mucho si quería continuar escribiendo poesía. Y continué reuniéndome con aquellos amigos que visitaban el centro con periodicidad, opté debido a la circunstancias, por una de las estrofas poéticas más cerradas, pero a la vez más popular que existe en Cuba, la Décima o espinela (en honor al músico Vicente Espinel) Desde ella aprendí los rudimentos, el recurso de la síntesis y los artificios de la rima.”
Estudio completo en Arena y cal